Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 5 de febrero de 2016

Por qué soy vikingo

Comentándome su opinión sobre mi novela La tumba de Gerión (GoodBooks Editorial) un viejo amigo me aseguró en cierta ocasión que se había reído mucho con la presentación de Heródoto, Platón y Lixes en el primero de los capítulos en los que aparecen los protagonistas de la parte griega de la trama. Le había sorprendido la naturalidad con la que actuaban, Heródoto con su pedantería infantil y Platón escupiendo huesos de aceituna mientras bebía vino, porque la imagen de los personajes contrastaba mucho con el recuerdo canónico que guardaba en su memoria. Agradecí que apreciara el esfuerzo de humanización literaria porque es algo que suelo echar en falta personalmente cuando leo una novela -o veo una película- de género histórico, esté ambientada en la época en que esté. Demasiado a menudo, los autores se olvidan de que las princesas egipcias, los caballeros medievales o los granaderos napoleónicos eran gente común y corriente y por tanto hablaban y se comportaban como gente corriente, no como fabricantes de sentencias históricas, poses para monumentos y gestos expresivos a cámara. Cuando a esa afectación se añade la manipulación histórica, por desgracia tan corriente, el resultado es desastroso y, así, terminamos por encontrar a un elevadísimo número de espectadores desinformados pero que se creen verdaderos expertos, por ejemplo, en campos de concentración porque han visto La lista de Schindler o en sociedades secretas porque han leído Ángeles y demonios.

Sucede mucho con la cultura vikinga. Aún a día de hoy, y a pesar de lo que los expertos nos han enseñado sobre ella -y de todo lo que uno mismo puede aprender sin necesidad siquiera de salir de casa, gracias a Internet-, la imagen que tienen de un vikingo el 90 %, o quizá más, de las personas que no leen o a 
las que no les interesa demasiado la Historia es la de un tipo violento, sucio, ladrón, violador, saqueador, más musculado que Conan y con el inevitable e irreal casco de cuernos coronando un pelo largo y desmarañado. No intentes hablar a estas personas acerca de la importancia de las rutas comerciales abiertas por los vikingos, su capacidad como exploradores y colonizadores desde el norte de América hasta el este de Rusia, sus avances tecnológicos como la Solarsteinn para navegar entre la niebla, su exigente código de honor, su respeto por el papel de la mujer en su sociedad, su equipo personal en los viajes en drakkar que incluía peines y cepillos de dientes o muchos otros factores por los cuales podrían considerarse más avanzados e incluso "progresistas", como se dice ahora, que casi todas sus culturas contemporáneas. No, para estas personas un vikingo siempre será una mala bestia armada con un hacha de doble filo y poco más... Tampoco es tan extraño: es lo que la sociedad lleva inculcando en la mente de la gente desde hace siglos. De hecho, sigue 
haciéndolo a veces de forma especialmente ridícula como hemos tenido ocasión de comprobar hace apenas unos días con ese movimiento de desnortados dirigido por Roos Valizadeh que se han creído la farsa de la guerra de los hombres contra las mujeres y participan en un grupo ultramachista a través de una web asombrosamente titulada El regreso de los reyes (si supieran el verdadero origen de la palabra rey...), porque para ilustrar la convocatoria de una "quedada" han utilizado la imagen adyacente, pues "todos sabemos" que los vikingos eran, por supuesto y antes que nada, muy machos.

Justo es reconocer que en los últimos años ha habido cierto intento por acercarse a la realidad vikinga gracias a una serie de publicaciones más o menos serias, a menudo impulsadas por estudiosos o eruditos cuyo linaje está en cierto modo relacionado con esta cultura. Desde el punto de vista de la  divulgación popular, lo más notable es la serie televisiva creada por Michael Hirst para The History Channel, que lleva el obvio título de Vikings y que está basada en los mitos y leyendas acerca de un famoso héroe vikingo: Ragnar Lodbrok Sigurdsson que vivió a medias entre los siglos VIII y IX después de Cristo, aunque los datos concretos acerca de su
 vida y hazañas dependen de las fuentes consultadas. Este personaje, del cual habla el mismísimo Saxo Grammaticus, está considerado como hijo del rey de los territorios hoy conocidos como Suecia y conquistador de los de Dinamarca y su vida fue plena de aventuras. Se casó con dos guerreras de renombre en su época, Lathgertha y Aslaug, y tuvo varios hijos posteriormente famosos por sus propias hazañas, antes de ser capturado por los anglos y ejecutado al ser arrojado a un pozo de serpientes venenosas. Las temporadas estrenadas hasta ahora de Vikings respetan bastante los datos históricos que conocemos acerca de los vikingos en general y de Lodbrok en particular, si bien adolecen del mismo defecto cuando se les describe como un puñado de oportunistas agresivos, salvajes y supersticiosos, que viven en un mundo gris y desagradable del que se evaden a través de sus incursiones de saqueo.

Lo cierto es que los vikingos no eran más brutales o fanáticos que sus contemporáneos "civilizados" y que hacían gala de un feroz sentido del humor y una alegría de vivir que no suelen aparecer correctamente reflejados en las obras de ficción sobre ellos y que ya hubieran querido para sí la mayoría de las cortes cristianas. De hecho, esta última característica sólo recuerdo haberla visto medianamente reflejada en la película de Richard Fleischer, rodada en 1958 y titulada -en otro alarde de originalidad- Los vikingos. Las secuencias del 
lanzamiento de hachas durante el banquete y de la danza sobre los remos del drakkar, si no han sido estrictamente ratificadas como reales, sí se aproximan a ese espíritu libre y divertido de los hombres del norte, ansiosos por beberse una vida ciertamente dura pero agradecida, que tanto les alejaba del melancólico y quejumbroso lamento judeocristiano, anclado en ese valle de lágrimas donde la culpa aparece como el único sentimiento lógico para dar sentido a la existencia. Por cierto que Kirk Douglas encarna magníficamente al líder vikingo, Einar, hijo de un Ragnar menos histórico que el de la serie de Hirst pero que igualmente muere en manos de sus enemigos en un pozo, en este caso presa de los lobos salvajes que le esperan en el fondo, en lugar de serpientes.

El autor noruego Bjørn Andreas Bull-Hansen, aquí a la izquierda, publicaba recientemente en su web una acertada reflexión sobre la fascinación que los vikingos ejercen en la actualidad en buena parte de la población, achacándola a su forma específica de ser. "Si podemos entender su mentalidad, no sólo podremos entender por qué combatieron instintivamente a los reyes cristianos sino, que más importante aún, estaremos en condiciones de adoptar esa misma mentalidad y ser así mejores hombres y mujeres". Eso sí, también advierte de que "no es una mentalidad válida para todo el mundo". Bull-Hansen la resume en siete ideas básicas:

* Prohibido rendirse. O, lo que es lo mismo, no considerar la rendición como una opción válida porque equivale no ya a ser derrotado, sino a traicionarse a sí mismo y por tanto poner fin al sentido de la propia vida. Es preferible, desde este punto de vista, ser un muerto libre, que un vivo esclavizado, algo difícil de entender para la endeble mentalidad contemporánea, aferrada a lo material. No es un sentimiento muy diferente del que disfrutaron otras viejas culturas europeas como las celtas o las hispanas, cuyos pueblos prefirieron a menudo inmolarse antes que entregarse a los invasores de la Antigua Roma. Nuestro autor noruego advierte contra la necesidad de no caer en la rigidez porque hay circunstancias vitales que requieren cierta flexibilidad pero considera esta actitud irrenunciable en lo relativo a lo que uno considera que es correcto respecto a las metas en su vida y por supuesto a su familia.

* No te arrodilles ante ningún rey. No se trata de defender la anarquía, sino de aceptar sólo la autoridad o el liderazgo de aquellas personas que realmente se hayan ganado el respeto del vikingo. Uno puede elegir obedecer e incluso arrodillarse ante un señor, pues después de todo siempre es necesario cierto consenso y jerarquía cuando uno vive en sociedad. Pero nunca por obligación: ese señor debe ser escogido, teniendo en cuenta entre otras cosas que sepa ganarse y mantener el respeto del que va a seguirle. Y aquí habría que recordar que a pesar de lo que dice la propaganda británica sobre que el supuesto primer parlamento europeo se habría reunido en Londres en la Edad Media para dar origen a la institución más moderna de diputados y senadores, los vikingos poseían mucho antes un tipo de parlamento bastante más democrático que no suele recibir demasiada importancia en las obras de ficción sobre su época: el Althing o Thing. En Islandia, colonia vikinga, aún conserva un nombre muy similar. 

* Buscar la aventura. La vida misma es la mayor de las aventuras y Europa comenzó la pegajosa decadencia en la que ahora estamos envueltos cuando sus gentes olvidaron esta simple verdad gracias a las artes de manipulación de los Amos que por desgracia dominan hoy la práctica totalidad del Viejo Continente. No, no es verdad que tengamos que pasar la vida distribuyendo nuestras jornadas entre un trabajo que odiamos hacer o que nos aburre y un hogar tan cómodo como adormecedor, donde la televisión nos convierte en modernos lotófagos como los que encontró Ulises en sus viajes. Es necesario encontrar el sentido de la existencia -que no es una entelequia, existe realmente, pero sólo está al alcance de los que osan partir en busca del Vellocino de Oro-. Todos aquéllos que han recibido la oportunidad de nacer en este mundo deberían, si fueran personas normales, estar agradecidos por la oportunidad que eso supone y dispuestos a hacer algo que merezca la pena durante el breve suspiro que dura una vida humana en el mundo de la materia.

* Afronta desafíos. En realidad, esta idea es una derivada de la anterior. Hay muchos tipos de aventuras pero todos ellos pasan por enfrentarse a retos y, cuanto más grandes, mejor. Aunque también es preciso ser realista, porque el objetivo de atacar un desafío es hacerlo con la intención de vencerlo, no de acabar derrotado, dolorido y completamente desmotivado para volver a intentarlo. Si uno es un escalador novato resulta completamente absurdo plantearse llegar a la cima del Everest. Primero habrá que entrenarse con pequeñas cimas locales, después intentarlo con montañas más altas fuera del propio país, más tarde con alturas serias ya ubicadas en el Himalaya y finalmente llegar al rey de los picos de la Tierra.

* Sabiduría equivale a riqueza. Como buenos paganos de la antigua edad europea todavía no contaminada por obsesiones orientales, los vikingos sabían que la principal riqueza no es el dinero, ni las joyas, ni siquiera el oro. Eso son sólo posesiones materiales y su recorrido es por tanto muy limitado. El conocimiento, el saber, es lo más importante. Una guerra, un accidente, una desgracia cualquiera puede arruinar a un hombre de un momento para otro por muy rico que haya sido con anterioridad, pero si ese hombre posee la sabiduría que le permitió llegar a lo más alto una vez, puede volver a hacerlo una segunda y todas las veces que haga falta. Hay que recordar que el más importante de los dioses vikingos, Wotan u Odin (en España se le conoció, según algunos documentos medievales, como Güoden o Güodan), era principalmente un buscador de conocimiento. Numerosos mitos cuentan cómo le gusta disfrazarse de vagabundo para recorrer los nueve mundos en busca de información y conocimientos, o cómo es informado a diario por sus cuervos Hugin (Pensamiento) y Munin (Memoria) acerca de lo que sucede en cualquier parte. Fue capaz de sacrificar uno de sus ojos para beber en el pozo de la sabiduría de Mimir y de colgar durante nueve noches del fresno sagrado Yggdrasil para apoderarse de las runas y su valioso significado.

* Si quieres respeto, gánatelo. Es una variante de la segunda idea y es perfectamente coherente con ella. Si uno no está dispuesto a respetar a alguien que no se lo merece, tampoco puede esperar que los demás lo respeten a él si tampoco hace lo que debe hacer para ello. Nadie es perfecto, hay que partir de esa base, y todos hemos hecho o haremos cosas de las que nadie en su sano juicio puede estar orgulloso. Pero se trata de comprender la lección: tomar nota de los errores para no volver a caer en ellos. Eso es lo que nos hará mejores personas. Y buenos vikingos. 

* Vive de forma que seas recordado positivamente. Los hombres del norte no sólo deseaban sabiduría o riquezas sino también gloria. Eso significa ser recordado como una persona digna de ser imitada, tomada como modelo por las siguientes generaciones. Y para siempre, si es posible. Bull-Hansen diferencia entre alcanzar ese tipo de gloria y disfrutar de la fama que hoy día tiene tantas personas por hacer "cosas estúpidas" (a todos se nos ocurren multitud de ejemplos extraídos de la telebasura o el libro Guinnes de los récords, por poner dos ejemplos de caladeros de famosillos) , lo cual ciertamente resulta como bien dice "muy triste".

Éstas son sus siete ideas básicas, a las que yo particularmente añadiría alguna más, como el cultivo diario del buen humor -generalmente basado en el humor negro, puesto que si no eres capaz de reírte de la vida será ella la que se ría de ti-, la adoración a la Naturaleza -expresada en un ecologismo real y no de salón como lo practican tantos que sacan pecho formalmente pero luego odian el contacto directo y profundo con el mar, el bosque o los animales- o la lealtad -a las personas, a las instituciones, a las ideas..., pero sobre todo a uno mismo, y me refiero al ser, no a la personalidad, obviamente-, por citar las primeras que se me vienen a la cabeza relacionadas también con la cultura vikinga. 


Como dice Bull-Hansen, "quizá ya estás haciendo realidad algunas de estas ideas en tu vida, quizá quieras añadir alguna más..., pero hagas lo que hagas, piensa siempre como un vikingo." Y en ésas estamos. De hecho, es la razón por la que en mi perfil de Twitter, entre otras cosas, figura la descripción: Vikingo cósmico.










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