Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 10 de abril de 2015

Paz en el mundo y falsas banderas

Por increíble que parezca todavía quedan por ahí numerosos analistas que van por los medios de comunicación vendiendo a quienes les quieran comprar (y es impresionante el número de ingenuos compradores) la falsa idea de que hoy vivimos en un mundo mucho más seguro y pacífico que cualquier época pasada y que progresamos con pie firme hacia un futuro de nueva Edad de Oro (argumento particular incluido dentro del conocido axioma general, tan criticado en esta bitácora, más o menos un millón de veces ya, de que nuestros antepasados eran unos idiotas analfabetos y no como nosotros, que somos tan brillantes y maravillosos y tal y tal). Su principal argumento es que los países de Europa y también Estados Unidos quedaron supuestamente inmunizados tras los horrores de la Primera y la Segunda Guerra Mundial y gracias a ello la población se concienció hasta el punto de que hoy Occidente vive su momento de mayor tranquilidad, amor y paz de toda la Historia, sólo oscurecido por las nadie sabe por qué rutinarias crisis económicas y por los igualmente monocordes atentados provocados por una serie de fantasmales y crueles grupos terroristas salidos no se sabe muy bien de dónde.

Como es obvio, por cierto, suele olvidárseles mencionar que la población europea (y la norteamericana), hoy, poco tiene que ver con la de la primera mitad del siglo XX. Eso es gracias a los exitosos esfuerzos para la destrucción de la cultura del Viejo Continente a base de inyectar a la fuerza sangres de todo el planeta mientras se colapsa la reproducción de los propios ciudadanos autóctonos, a los que se emborracha con un cóctel de deslumbrantes tecnologías, un espantoso nivel de comodidad material, un lavado y centrifugado mental basado en la disolución de los lazos con los ancestros para sustituirlos por ideologías sin pies ni cabeza y una permanente y sistemática falsificación de la Historia. La imagen resultante de nuestra actual "civilización" me recuerda la de los tan tecnológicos como desoladores escenarios ciudadanos dibujados en los tebeos de Enki Bilal.

Lo cierto es que nos encontramos a las puertas de una nueva Edad Media y sólo estamos a la espera del acontecimiento que la desencadenará oficialmente. Ese aldabonazo, cuidadosamente planeado, llegará en su momento, ni antes ni después, sólo cuando los Amos dicten que ha llegado la hora. Todavía habremos de esperar un poco porque las estructuras sociales, aun corroídas y decadentes, sorprendentemente están en condiciones de aguantar algo más (creo que los propios Amos están fascinados por lo fuertes que han resultado ser, pese a su cuidadosa y miserable labor corruptora, como termitas, durante tantos años), pero según Mac Namara, no creo que vaya mucho más allá de mediados de este mismo siglo, si es que llegamos hasta entonces. La fórmula para desencadenar este nuevo desmoronamiento de la civilización será, en opinión de mi gato conspiranoico, un gran apagón energético mundial. 

Tiene sentido, cuando uno lo piensa. Esa obsesión de los dirigentes políticos, económicos, culturales y sociales por "ahorrar papel", "subirlo todo a la nube (informática)", "no derrochar los recursos del planeta", "leer sólo textos electrónicos para evitar que libros físicos ocupen sitio en casa" y demás argumentos que nos arrojan diariamente a la cara para hacernos sentir culpables por el mero hecho de existir (uno gasta energía, mucha energía, sólo por estar vivo) perderán todo su sentido el día que de pronto deje de fluir alegremente la electricidad como hasta ahora con cualquier excusa (el agotamiento de recursos, un ataque terrorista, una catástrofe natural..., et caetera). Ese día en el que tratemos de encender el ordenador o la tableta o el teléfono móvil y nos encontremos con que no funcionan (y aunque tuviéramos batería cargada, tampoco serviría de nada porque todas las redes y sistemas se habrán venido abajo también), ¿qué haremos? ¿Cómo podremos demostrar que tenemos tanto o cuanto dinero en nuestro banco de toda la vida, o que tenemos siquiera una cuenta abierta? ¿Cómo podremos recuperar, no ya las grandes obras literarias, musicales o artísticas de las que disfrutábamos on line, sino incluso nuestros pobres poemas de autor primerizo o las fotos de nuestros hijos? ¿Quién certificará nuestra capacidad profesional o formacional reales, sin acceso a los archivos donde se guardaba nuestro historial laboral y educativo? ¿Cómo probar cuál es, siquiera, nuestra identidad? ¿Que no somos presos peligrosos fugados de una cárcel, psicópatas en las listas negras policiales o con cualquier tipo de responsabilidad legal que alguien quiera colocarnos encima?

Algunos amigos que han visitado nuestro apartamento en el campus de la Universidad de Dios y que se han quedado aterrorizados ante la cantidad de libros, revistas y documentos en papel que Mac Namara y yo amontonamos en estanterías, armarios, baldas, anaqueles, mesas e incluso en montones a lo largo del pasillo, nos han dicho siempre lo mismo: "Deshacéos de todo eso de una vez y empezad a leer e-books". Yo siempre les contesto que también usamos los libros electrónicos (sí, ya sé que resulta raro que un gato tenga capacidad de leer, en papel o en una tableta pero, una vez asumido que no sólo habla sino que además es un conspiranoico, la barrera de la credulidad ha quedado reducida a cenizas así que nadie debería extrañarse por ello), pero que una cosa no quita la otra. Y que mis libros en papel será la herencia que deje a la atribulada humanidad post Gran Apagón Energético, ya que serán entonces más valiosos que nunca. Y eso que no me he traído a este mundo más que una pequeña fracción de los que almaceno en la biblioteca particular de mi hogar, en Valhalla.

Mientras llega el momento, resulta muy entretenido echar un vistazo a lo que pasa realmente en el mundo (lo que pasa ahora y lo que ha pasado en los últimos años) y comprobar cómo esa supuesta edad pacífica de la que disfrutamos no lo es tanto. Puede que, en este momento, los europeos ya no se maten entre ellos como antes (aunque eso no es del todo cierto, no hay más que ver lo que está sucediendo en Ucrania donde la guerra entre los prorrusos y los antirrusos continúa aunque no se hable de ella) o no lo hagan con los norteamericanos, pero los tiroteos y bombardeos están a la orden del día en conflictos sobre los que no nos llega información o lo hace con un cuentagotas tan estricto que en verdad nadie sabe lo que está sucediendo hasta que los Amos deciden, por lo que sea, volver a centrar la atención mundial en alguna parte del mundo. ¿Qué pasó con la expedición francesa al centro de África? ¿Cuál de los señores de la guerra somalíes se ha impuesto, si es que lo ha hecho alguno, en esa ficción (como tantos otros) de país? ¿Cómo marcha la guerra entre las tropas regulares sirias y la banda de mercenarios que se presentó al mundo como supuesto ejército "popular" y "democrático" del "pueblo sirio"? ¿Sigue existiendo Libia, después de que ejércitos europeos en apoyo al estadounidense destruyera el régimen de Gadafi y el país se convirtiera en escenario de combate entre dos violentas facciones, una ubicada al este y otra al oeste de la antigua Cirenaica? ¿Qué ha pasado con el conflicto del Tibet, sobre el que nadie ha vuelto a hablar después de que se conociera la radicalización de la represión china? ¿Y del de los uigures, también aplastados por la "invasión" de emigrantes han enviados por Pekín? ¿Y...?

Y eso por no citar las guerras más importantes en las que estamos implicados ahora mismo, que ya no son las convencionales, sino las financieras, las informáticas y las de las armas "silenciosas" (ésas que envenenan alimentos, alteran climas, provocan terremotos, expanden enfermedades y demás exóticas formas de destruir al "enemigo", cuyos ensayos se han multiplicado exponencialmente en los últimos años).

Además, siguen pasando cosas raras. No voy a comentar aquí el muy extraño caso del piloto de Germanwings demonizado de una manera tan brutal y durante tanto tiempo (no recuerdo que los grandes medios de comunicación dedicaran tantos días seguidos a ningún otro gran desastre aéreo desde lo del 11 S, y además con el presunto responsable señalado desde el primer momento cuando en estos casos se suele dejar como última opción la de culpabilizar al piloto de la aeronave), porque ya hay varios sitios de Internet donde se puede obtener sabrosos indicios sobre lo que pudo pasar de verdad, no lo que se empeñan en que nos creamos. En contraposición,
 qué poco se está hablando del pirateo del canal internacional francés TV5 Monde, con audiencia en más de 200 países, por (supuestamente) hackers yihadistas de ese tenebroso invento conocido como Estado Islámico que "tumbaron" las señales de emisión, las webs y las redes sociales de esta televisión. Los piratas informáticos colgaron un mensaje burlón, muy bien diseñado desde el punto de vista de la propaganda, que decía: Je suIS IS. Parodiaba el famoso eslógan Je suis Charlie, popularizado tras la (también sospechosa, como comentamos en su momento) matanza en la revista Charlie Hebdo. Y no sólo eso. También publicaron en la cuenta de Facebook de TV5 Monde una arenga que advertía: "Soldados de Francia, alejáos del Estado Islámico. Tenéis la posibilidad de salvar a vuestras familias, aprovechadla". Junto a ella, una serie de documentos de identidad y datos de personas próximas a los militares franceses que están participando oficialmente en las operaciones militares contra el ISIS.

Ahora en serio, ¿alguien se cree que un grupo de bandoleros desharrapados cuya máxima fuerza armada, según describía hace poco un escéptico analista norteamericano, es "un ejército de Toyotas con ametralladoras", tiene capacidad no ya para practicar "un ataque histórico y de gran envergadura, nunca visto en 30 años" (definición de la propia directora del canal televisivo, Hélene Zemmour)  sino para distribuir en la misma operación información militar secreta del ejército francés? Mac Namara me insiste en que todo esto no es, naturalmente, otra cosa que un nuevo ataque de falsa bandera. "Como el mismo ISIS", subraya, "que no es otra cosa que un grupo de salvajes mercenarios alimentados por ciertos gobiernos para ser utilizados como en su día lo fueron los grupos vinculados a Al Qaeda: todos ellos, sangrientos espantajos, muñecos de muerte, títeres siniestros en manos de los Amos para forzar al mundo a tomar determinadas decisiones". 


Supongo que a estas alturas todo el mundo en la sala sabe lo que es un ataque de falsa bandera pero por si acaso aprovecharé para recordar que se trata de operaciones encubiertas, generalmente actos de terrorismo o sabotaje si es posible con resultado de un número impactante de víctimas mortales, llevadas a cabo por gobiernos, empresas u organizaciones contra sus propios intereses, de manera que los observadores externos piensen que han sido diseñadas y ejecutadas por enemigos o rivales reconocidos de las entidades que en realidad las han llevado a cabo. El objetivo es provocar un estado de ánimo que justifique la adopción de medidas por parte de estas entidades, por brutales que éstas puedan llegar a ser, ya que se entenderán como un proceso consentido de venganz..., de intervenciones necesarias para restablecer la justicia y la democracia en el mundo. Aunque el concepto suene raro o demasiado barroco para aquéllos que acaban de aterrizar en el mundo de la conspiranoia, este tipo de acciones se han llevado a cabo constantemente a lo largo de la Historia. Ya Platón describió el papel de Artemisia, la reina de Halicarnaso, en la batalla de Salamina, donde se cambió momentáneamente de bando para salvar el pellejo confundiendo a propios y extraños.

Luego, se han registrado numerosos casos históricos reconocidos por aquéllos que los ordenaron y/o protagonizaron (y muchos más donde sospechamos o sabemos directamente que fue así también, aunque no existe una confesión oficial todavía) para justificar acciones posteriores. Por limitarnos al siglo XX, podríamos citar por ejemplo el llamado Incidente de Manchuria: la explosión en una vía de tren en 1931, por la cual los japoneses acusaron a los chinos y justificaron su invasión de esta zona de China por parte de uno de los cuerpos militares del Ejército Imperial del Sol Naciente..., cuando los explosivos habían sido colocados por militares nipones. O una de las falsas banderas más conocidas de la Segunda Guerra Mundial: el asesinato a sangre fría de más de 20.000 oficiales, policías, intelectuales y profesionales polacos a manos del Ejército Rojo de la URSS, que los enterraró en Katyn y acusó luego a la Alemania del Tercer Reich de haber provocado la matanza..., y no ha sido sino hasta hace muy pocos años cuando el último líder soviético Mijail Gorbachov y el actual presidente ruso Vladimir Putin han reconocido que los germanos eran inocentes de este gigantesco crimen (uno de los muchos de los que son sistemáticamente acusados, porque ya sabemos que son los malos perfectos). Después de todo, fue precisamente Josef Stalin, uno de los mayores asesinos de masas de la historia (y el más grande de la Segunda Guerra Mundial, por cierto, aunque no suele recordarse en libros, ni en películas, ni en documentales) quien reveló de forma muy clara que "la manera más sencilla de obtener el control de la población es llevar a cabo actos de terrorismo contra ella. Entonces reclamará que se impongan leyes restrictivas para evitar la amenaza contra su seguridad personal".

Siguiendo este principio, los británicos bombardearon cinco buques llenos de exiliados judíos con destino a Palestina (entonces protectorado del Reino Unido) entre 1946 y 1948 y se inventó un grupo de "radicales musulmanes" (¿a qué me suena?) presuntamente llamado Defensores de la Palestina Árabe para reivindicar los atentados. Los israelíes aprendieron bien de sus maestros y, en 1954, uno de sus comandos operando en Egipto hizo estallar varias bombas en diversos edificios incluyendo instalaciones diplomáticas norteamericanas. Dejaron numerosos rastros de "claras evidencias" para echar la culpa a los árabes (¿alguien se acuerda del milagroso pasaporte de Mohamed Atta en _Nueva York?). En otro artículo hemos contado cómo la CIA forzó la caída del primer ministro iraní Mohamed Mosaddeq, que pretendía nacionalizar el petróleo de su país, por el expediente de, entre otras cosas, organizar atentados con bomba que pudieran achacarse a "iraníes insatisfechos con el gobierno". Pero hay muchos otros casos. El primer ministro
británico Harold Macmillan reconoció que él y el entonces presidente norteamericano Dwight Eisenhower dieron luz verde a un plan para organizar todo tipo de incidentes y sabotajes en la frontera siria en 1957, para echar la culpa al propio gobierno de Damasco y forzar un cambio de régimen (en aquella época no se les había ocurrido todavía lo de crear un ejército "popular"). Y qué decir de la Operación Gladio, instigada por la OTAN, el Pentágono y la CIA para organizar atentados terroristas en Italia y otros países europeos durante los años 50' para culpar a los países comunistas y conseguir el apoyo de la población europea en la lucha contra la URSS... La intención era que los europeos reclamaran al Estado mayor seguridad, aunque fuera a cambio de renunciar a parte de su libertad (todo esto suena tan parecido a lo que pasa hoy día que casi parece aburrido).

Un ataque de falsa bandera en el Golfo de Tonkin en 1964 justificó la declaración de guerra de Estados Unidos a Vietnam. Una operación del Mossad israelí en 1984 hizo creer al mundo que el coronel Gadafi organizaba acciones terroristas desde su propia residencia en Trípoli y llevó al presidente norteamericano Ronald Reagan a bombardear Libia de inmediato. Elementos de las fuerzas armadas de Indonesia provocaron deliberadamente los disturbios violentos de 1998 que justificaron la represión posterior en el país. La hoy desaparecida KGB detonó con bombas varios apartamentos en Rusia en 1999 para culpar de los crímenes a la minoría chechena y justificar así la invasión de Chechenia además de impulsar definitivamente la candidatura de Putin en las siguientes elecciones presidenciales. Los ataques con ántrax del 
año 2001 en Estados Unidos fueron llevados a cabo por científicos del propio gobierno norteamericano y el FBI, instruido para culpar de ellos a Al Qaeda. En 2005 soldados israelíes se disfrazaron de palestinos para atacar con piedras a sus propios compañeros y poder justificar así la violenta represión contra las protestas pacíficas de los verdaderos palestinos. En 2007, policías canadienses reventaron una serie de protestas pacíficas en Quebec contra la manipulación económica y financiera haciéndose pasar por anarquistas incontrolados y en 2009 policías ingleses hicieron exactamente lo mismo en Londres...

Todos estos casos, y muchos otros, que podrían explicarse con mucho más detalle, figuran entre los ataques de falsa bandera que han sido reconocidos por sus propios autores. No es difícil recordar atentados similares en nuestra historia reciente e imaginar si pudieron tener un origen similar.




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