Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 28 de marzo de 2014

Devoto de Atenea

Sin duda el personaje más trágico de la Ilíada, obra cumbre de la literatura universal hoy prácticamente desconocida por las nuevas generaciones, es el príncipe Paris, hijo de Príamo: en apariencia un personaje secundario pero de una importancia descomunal, porque simboliza el drama del ser humano que no llega a ser tal y se autocondena a no pasar de homo sapiens y desperdiciar así el precioso y corto tiempo de sus días en este planeta. Esa tragedia se simboliza en una escena representada varias veces en la historia de la Pintura, como en esta preciosa versión de 1904 de Enrique Simonet. Para los legos en la materia, recuerdo que la diosa Eris (Discordia), en una venganza contra los dioses del Olimpo, dejó en medio de la boda de Peleo y Tetis una manzana de oro con la palabra griega Kallisti (para la más hermosa) impresa sobre ella. De inmediato, tres divinidades se disputaron ese reconocimiento y exigieron quedarse con la manzana: Hera, Atenea y Afrodita. Como no se ponían de acuerdo entre ellas (ni el resto de los dioses, especialmente los masculinos, fueron tan imprudentes como para mediar en esta bronca), decidieron descender a la Tierra y exigir al primer mortal que vieran que eligiera cuál de ellas merecía el premio.

Ese humano fue Paris, que estaba en ese momento cuidando un rebaño de cabras. Curiosa ocupación para un príncipe, diríamos ahora, pero es que toda esta historia (en realidad, toda la Ilíada) está saturada de símbolos y es fácil descubrir qué significan las cabras en este caso al conocer el carácter lujurioso e impulsivo (como corresponde a un joven, apuesto y desenfrenado antiguo aristócrata griego, acostumbrado a tomar lo que le apeteciera como si fuera el mismísimo Pan o cualquiera de sus faunos adláteres) del vástago de Príamo. El caso es que las tres diosas se mostraron sucesivamente desnudas ante Paris, para que él eligiera a la más bella. Tampoco se limitaron a mostrarse así tal cual, sino que añadieron a su aspecto físico la promesa de sus respectivos dones. Por resumir el episodio, diremos que Hera, la primera en hablar, era la mujer de Zeus y por tanto la Primera Dama del Olimpo, así que junto a su desnudez prometió el Poder. Atenea, que habló a continuación, prometió la Sabiduría. Afrodita, que habló la última, prometió la Belleza. Son por cierto las tres grandes cualidades que encontramos en numerosas historias esotéricas como propias del hombre (y la mujer) superior. El desnortado Paris rechazó el Poder (era un príncipe y algún día sería rey de una de las ciudades comercial, política y militarmente más importantes de su mundo: ¿para qué quería más?) y la Sabiduría (eso es cosa de viejos, razonó en su ignorancia, pues a mi edad ya conozco todo lo que necesito y quiero en esta vida) y se quedó con la Belleza (lo único que a su fogosa e inconsciente edad le interesaba: saciarse sexualmente con las mujeres más despampanantes de su tiempo). El cuadro de Simonet representa el momento en el que está a punto de decidirse por Afrodita, acompañada por un deslumbrante e igualmente significativo pavo real y por un pequeño Eros que no puede disimular su burlona sonrisa ante la inmediata y obvia elección de Paris.


Luego pasó lo que pasó. Para recompensar al mortal que le había permitido derrotar a sus rivales, Afrodita hizo que se enamorara de él la mujer más guapa de su tiempo: Helena, la mujer de Menelao, rey de Esparta. La tal Helena no era precisamente una inocente florecilla silvestre. Su padre formal había sido el también rey espartano Tíndaro, aunque según la leyenda descendía del mismísimo Zeus. Quizá por ello se hizo famosa desde muy joven por su belleza y fueron muchos los pretendientes que tuvo, alguno de ellos tan famoso como el héroe Teseo, que llegó a raptarla antes que Paris, pero fue obligado a devolverla por las tropas espartanas que envió su familia para recuperarla. Contando con la protección de Afrodita, Paris se presentó en el palacio espartano sin avisar y, aprovechando que Menelao estaba en un funeral, se llevó consigo a su mujer, sin que ésta mostrara demasiada resistencia. Al regresar Menelao, montó en cólera y llamó a su hermano Agamenón, rey de Micenas, para contarle lo ocurrido. Juntos convocaron al resto de caudillos aqueos y organizaron la gran expedición contra Troya, ciudad a la que se la tenían jurada desde hacía tiempo por la extorsión que sus habitantes practicaban con los barcos griegos, a los que exigían "impuestos" por pasar junto al estrecho de los Dardanelos, controlado por los troyanos. Así pues, el rapto de Helena fue sólo la excusa que necesitaban para organizar una agresión en toda regla..., pero ésa es otra historia.


Lo que nos interesa de todo esto es el momento supremo de la decisión de Paris que, bajo la capa del mito, no está en realidad interviniendo en una elección ajena a sí mismo, sino todo lo contrario: está decidiendo cómo va a enfocar su propia vida, lo que va a determinar su existencia a partir de ese mismo momento. Lo expresó de una manera magnífica ese gran escritor y profesor norteamericano llamado Joseph Campbell, autor de al menos dos obras imprescindibles para empezar a entender qué es la Mitología: "El héroe de las mil caras" y "Las máscaras de Dios". Dijo Campbell: "El camino del héroe comienza cuando se escucha y obedece la llamada a la aventura, ese pájaro de la libertad que aparece una sola vez en la vida. La manifestación de una voz en el alma joven invita a abandonar las estrechas miras de la moral del rebaño y a seguir el camino del creador..." 

Y es exactamente así. Una vez en la vida canta el pájaro. Una vez en la vida, las tres diosas se presentan ante nosotros. Una vez en la vida, hemos de escoger qué queremos hacer con ella. Y de esa elección, depende nuestra felicidad no ya en esta existencia, sino más allá.

Lo terrible de la elección es que, como Paris, la inmensa mayoría de las personas la toma inconscientemente durante su juventud, motivo por el cual terminan por arrepentirse tarde o temprano y llegan a su vejez presas de la angustia, la amargura e incluso la desesperación pues, a medida que la Muerte se acerca, el velo que separa esta vida de la siguiente se hace más tenue y uno acaba comprendiendo muchas cosas ante las que se mantuvo ciego durante la mayor parte de sus años..., pero ya es demasiado tarde para comenzar de nuevo.  Surgen los lamentos, los remordimientos, los reproches..., se generaliza el sentimiento de "mi vida no ha servido de nada" y comienza la tortura masoquista del "¿Y si...?" (¿Y si hubiera dejado a Fulanita para irme a vivir con Menganita? ¿Y si no me hubiera ido a trabajar fuera de mi ciudad natal? ¿Y si hubiera aceptado aquel negocio que me propuso Zutanito? ¿Y si...?) De pronto, los éxitos y los fracasos dejan de verse como conceptos diferentes y todo acaba en la misma caja de desechos, que será arrojada al basurero. Hasta los recuerdos más queridos se perderán en la nada... Por eso causó (y sigue causando) tanta impresión la famosa escena del replicante interpretado por Rutger Hauer en Blade Runner, la versión cinematográfica de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del genialmente desquiciado Philip K. Dick. Muchos espectadores de la película a los que jamás les llamó la atención el género de la ciencia ficción recuerdan especialmente esta escena porque ven reflejada en ella su propio futuro.



Roy Batty, el replicante, ha derrotado a su duro enemigo Rick Deckard y está a punto de matarle. Pero, en lugar de ello, le lanza la siguiente advertencia: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser... Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia... Es hora de morir". 

Es muy posible que el guionista (y el propio Hauer, que también hizo sus aportaciones personales al guión) se inspirara en un poema que, en el último tercio del siglo XIX, Rimbaud incluyó en una carta que envió a Verlaine. La poesía del francés, que se titula El barco ebrio, tiene bastantes similitudes con el parlamento de Hauer y viene a decir lo siguiente: "He visto alguna vez todo eso que el hombre ha creído ver. He visto los archipiélagos siderales y las islas donde delirantes cielos se abren para el viajero. Conozco los cielos que estallan en rayos, y las trombas. Pero lo cierto es que he llorado demasiado. Los amaneceres son desoladores, pues toda luna es atroz y todo sol es amargo. El amor, acre, me ha hinchado con embriagadoras torpezas. ¡Oh, que mi quilla estalle, que yo me hunda en la mar!".  Cuántos homo sapiens podrían decir algo similar al final de sus días, en su lecho de muerte, a sus familiares más jóvenes... Pongamos, por ejemplo: "Yo he visto a lo largo de mi vida muchas cosas. He viajado a este país y al otro, donde tuve tal experiencia y tal otra. Experimenté cosas muy bonitas y otras muy feas. Y todo lo que he sufrido, lo que he amado, lo que he vivido..., todo se perderá dentro de un momento, en cuanto me muera." Sí, en efecto, se perderá porque esa persona nunca se preocupó durante toda su vida de guardar esas experiencias donde debía haberlo hecho para llevárselas consigo una vez decayera su cuerpo físico...


 Ese triste y moribundo anciano se da cuenta, sólo entonces, de su patética situación: es como si hubiera ido a un supermercado a hacer una gran compra llenando el carro de productos y, después de pagar por ellos en caja, se marcha a su casa olvidando allí el carro. No importa tanto quién se lleva el carro el final (porque, eso sí, él no lo sabe pero sus esfuerzos no van a caer en saco roto, pues alguien se va a beneficiar de ellos: ni una gota de energía se desperdicia en el universo) sino el pésimo resultado para él, que muere completamente fracasado (con independencia de lo "importante" que fuera en vida). En ese momento comprende que hizo mal la elección de su juventud. La diosa de la Belleza y el Sexo (pues el Amor es otra cosa, que Afrodita no gobierna) no puede ofrecer más que eso, de la misma forma que Hera tampoco puede dar más que el Poder y la Fuerza (ambos materiales). La elección correcta era Atenea, porque con la Sabiduría y sólo con ella (no con el simple conocimiento, al alcance de cualquier mortal) se concede por añadidura todo lo demás. Y, por si quedara alguna duda, recordemos que Atenea es también la diosa de la guerra y que en su mano sostiene a Niké, la diosa de la victoria. ¿Y qué es este mundo sino una guerra? Una guerra espiritual, por supuesto. A pesar de que los antropoides disfrazados de seres humanos no terminan de comprenderlo y por ello se empeñan en practicar la guerra material, ofreciendo de continuo brutales y masivos sacrificios de sangre al Demonio que de ellos se alimenta..., hasta que les toca el turno a ellos mismos de pasar por el ara sacrificial.







viernes, 21 de marzo de 2014

Reflexiones de un filósofo polaco

El Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis es un hombre ciertamente culto y viajado. Aparte de haberse paseado por medio mundo, gestiona una de las bibliotecas secretas particulares más grandes que existen en España (hablo de una biblioteca de verdad, con libros de papel). Y no se lleva bien con la tecnología: baste decir que abomina de los teléfonos móviles, motivo por el cual se hizo instalar un palomar en el balcón. La idea era atar mensajes en las patas de las palomas para enviarlas a familiares y conocidos cuando tuviera que comunicarles algo. Sin embargo, las ratas con alas no sólo se negaban a cumplir con su propósito (nunca conocí a una sola paloma que llegara a su destino y, a veces, ni siquiera echaban a volar) sino que le dejaban el balcón, el toldo y la fachada perdidos de excrementos..., hasta que decidió liquidar la iniciativa (y a las palomas). El caso es que el hombre es muy desconfiado respecto a las posibilidades de la informática y el otro día trataba de convencerme de que Internet es poco menos que el pozo de todos los vicios y maldades. Yo negaba la mayor. Tal vez en un principio Internet fuera concebido como una red secreta para secretas actividades políticas y militares pero, en la actualidad, no sólo es el único medio de comunicación medianamente libre que queda en (algunas partes) del planeta, sino que funciona como un obvio reflejo de la actividad humana. Es decir: contiene todo lo bueno y todo lo malo, como la vida real (o lo que consideramos como eso).

Sí, es cierto que la red almacena incontables páginas vomitivas alabando y propiciando desde la pederastia hasta la anorexia pasando por la ludopatía y todo tipo de sectarismos y excesos, pero no es menos cierto que también se pueden encontrar (yo lo hago a menudo) numerosas páginas llenas de luz desde las más fascinantes imágenes de ciertos recónditos paraísos que aún quedan en nuestro planeta y las instrucciones para llegar a ellos hasta descargas de libros descatalogados y perseguidos que nunca pensé llegar a encontrar y hoy atesoro celosamente, pasando por la misma web de la Universidad de Dios (lo siento, pero no puedo dar su dirección: la primera prueba para los aspirantes a entrar en nuestro campus y cursar nuestra peculiar carrera consiste precisamente en encontrar por sí mismos esa recóndita url, en medio del océano mundial de direcciones informáticas).


 Para disfrutar de lo bueno y olvidarse de lo malo, sólo hay que dejarse guiar por una regla universal, bien conocida por cualquier estudiante con un poco de seso: Lo semejante atrae a lo semejante. Uno siempre termina encontrando aquello por lo que se siente atraído. Me refiero a lo que le atrae de verdad, no a lo que la hipocresía social le lleva a decir que le parece interesante. La famosa prueba de las dos copas de vino a la hora de solicitar el ingreso en las antiguas Escuelas de Misterios se basaba precisamente en este concepto. Los iniciados ponían ante el neófito dos copas exactamente iguales con la misma cantidad del mismo vino. La única diferencia entre ambas era que una poseía, además, un poderoso y mortal veneno. Si el espíritu que animaba al aspirante a entrar en la Orden Sagrada era ciertamente puro y honesto, le haría escoger la copa sin veneno, pero si lo que buscaba no era la Sabiduría y el Progreso Espiritual, sino que se planteaba el acceso al conocimiento como una mera herramienta para después lograr la fama, la riqueza o el poder (o simplemente para satisfacer su indebida curiosidad)..., hasta ahí había llegado, porque su ceguera interna le conduciría a escoger inevitablemente la del veneno.

Así que..., sí, por supuesto que Internet no es malo. Ni bueno. Es una simple herramienta y, como tal, sirve en función de la mano que la utilice. Es como el cuchillo con el que se corta el jamón..., o se degüella a alguien. Como la pistola con la que podemos matar a un inocente..., o evitar que nos mate una fiera salvaje. Como el fuego que nos calienta..., o que quema una ciudad. La búsqueda, la Quest, siempre depende antes que nada de lo que queramos encontrar y de la voluntad que tengamos de seguir hasta el final. Que se lo digan a Jasón, o a Galahad, o a Orfeo, o a tantos otros...

Por eso suelo encontrar cosas verdaderamente interesantes. Por ejemplo, cierto artículo del filósofo polaco Marek Glogoczowski, escrito hace ya unos años pero que conserva toda su vigencia. Se titula Sobre las patrañas de Ahrimán y en él interviene en medio de la disputa a medias filosófica a medias teológica a partir del libro God is not great, traducido al español como Dios no es bueno (aunque, en el original, lo que dice es que no es grande), que fue escrito por el periodista Christopher Hitchens y que a pesar de su simpleza y sus múltiples errores argumentales se convirtió en el mundo anglosajón en un éxito de ventas. Como buen y declarado ateo, Hitchens (me pregunto, por cierto, qué le habrá parecido lo que ha encontrado al Otro Lado, ya que falleció en 2011) describe la religión como la peor de las plagas de la humanidad, calificándola de "violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo, el tribalismo y la ignorancia, hostil al libre pensamiento, despectiva respecto a las mujeres y coercitiva con los niños". Se me ocurre que todos estos desprecios se podrían aplicar a muchos otros tipos de actividad humana como la Política, el Deporte o la Finanza..., pero no hace falta entrar en comparaciones muy detalladas. Esta sarta de descalificaciones se desmorona por sí sola si uno conoce verdaderamente la historia de las religiones (y ya no digamos el camino espiritual específico) donde, como en la historia del transporte, hay de todo y muy variado. No es lo mismo desplazarse en monociclo que en un tren AVE de alta velocidad, de la misma forma que no se puede acusar de "hostiles al libre pensamiento" a los sacerdotes que alimentaban, custodiaban y compartían la maravillosa Biblioteca de Alejandría,  o de "despectivas respecto a las mujeres" a los cultos europeos de la Diosa Madre. Por poner sólo dos ejemplos.

No entraré a comentar God is not great porque, en el fondo, no es más que una mera rabieta escrita de Hitchens, defraudado por su propia educación judeocristiana que, muy a su pesar, modeló sus más íntimos mecanismos. Lo diabólico del tema es que nunca pudo liberarse de esa manera de razonar, porque la misma educación limitó enormemente su campo de visión y en la práctica le imposibilitó para poder analizar el fenómeno religioso: como tantos otros eruditos/ignorantes que pueblan la intelectualidad contemporánea, barnizó su experiencia y sus conocimientos con las mismas capas de creencias de las que pensaba haberse librado por el mero hecho de descubrirlas en sí mismo. Y es que un error muy común en tantas corrientes psicológicas modernas es el de pensar que basta con reconocer las características negativas de la persona para eliminarlas. "Hemos puesto luz a tu oscuridad, a partir de ahora eres libre por fin..." Y frasecitas similares. Pero no es así. En primer  
lugar, conocerse a sí mismo de una manera profunda es algo más complicado que asistir una docena de veces a una sesión personal con un terapeuta (no en vano el Gnóthi seautón  o Gnosce te ipsum era LA frase grabada en el frontispicio de tantos antiguos lugares de sabiduría). En segundo lugar, no conozco a nadie (y mira que he conocido gente a lo largo de medio siglo, sólo en esta última reencarnación) que, aún habiendo logrado diseñar un mapa parcial o total de sí mismo, haya podido librarse para siempre de alguna característica concreta de su personalidad.  Porque la cosa funciona de otra manera: uno debe aprender cómo es, sí, pero después debe aprender a manejarse a sí mismo, integrándose por completo y sin renunciar a nada.

El mayor fallo de Hitchens, en el que también por cierto incurre el propio Glococzowski en alguna ocasión a lo largo del artículo, es el de confundir al Dios del llamado Nuevo Testamento con el dios del llamado Viejo Testamento, siendo así que no son el mismo, ni mucho menos, como ya hemos comentado en esta bitácora en varias ocasiones. No entenderemos jamás la historia del cristianismo si no comprendemos antes que lo que la mayoría de la gente entiende como tal no lo es. En absoluto. Jesús el Cristo no fundó ninguna iglesia. Se limitó a trabajar en sí mismo a fin de poder cumplir la misión que tenía encomendada y, durante la marcha, enseñó ciertas cosas a ciertas personas, que trataron de seguir su ejemplo con mayor o menor fortuna. Después de su calvario, y no antes, uno de sus más fervientes enemigos, Saulo de Tarso, que participó entre otras cosas en el asesinato del que hoy conocemos como San Esteban y que más tarde, siguiendo una costumbre muy arraigada entre sus correligionarios, se hizo cambiar el nombre por el de Pablo (y que por cierto nunca fue discípulo de Jesús por más que le hicieran "santo"..., conviene recordarlo porque es increíble la cantidad de indocumentados que se consideran a sí mismos fervientes hombres de fe e ignoran este hecho básico), fue quien se inventó y organizó lo que hoy llamamos cristianismo y que en realidad no es sino un judaísmo light: el judeocristianismo. Si Saulo/San Pablo actuó en solitario viendo el negocio que podía resolverle la vida a él y a los suyos o, más bien, actuó siguiendo órdenes ajenas con oscuros propósitos fáciles de deducir, es algo que está por resolver oficialmente...

¿En qué nos afecta a nuestra vida real todas estas aburridas disquisiciones de índole más bien teológica? En todo. Glogoczowski cita un ejemplo obvio en Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica, un artículo de Lynn White Jr., que no puede ser más clarificador: "A fin de afrontar con éxito la emergente crisis medioambiental, los seres humanos deben primero examinar y criticar sus actitudes hacia la Naturaleza (...) Lo que la gente hace sobre su ecología depende de lo que piensa de sí misma respecto a las cosas que le rodean. La ecología humana está profundamente condicionada por las creencias acerca de nuestra naturaleza y destino. Es decir, por la religión (...) El cristianismo occidental (o sea, el judeocristianismo) es la religión más antropocéntrica que el mundo ha visto (...) lo que da 'permiso' a los humanos para explotar la Naturaleza con un talante de indiferencia hacia la integridad de los objetos naturales (...) La Naturaleza no tiene así razón para existir salvo servir a los seres humanos..." Después de leer esto, tal vez no nos sorprenda tanto que los postulados del ecologismo actual fueran inicialmente diseñados y defendidos en los países del norte de Europa, mucho menos influidos por el judeocatolicismo romano que los del sur.


Ahí va otro ejemplo citado por nuestro autor polaco, esta vez no ecológico sino cultural, a la par que económico y político: "...el histórico discurso de 1832 de Lord Macaulay en el Parlamento Británico (en el que este piadoso británico judeocristiano explicaba lo siguiente:) He viajado a lo largo y a lo ancho de la India y no he visto a una sola persona que sea mendigo o ladrón. Tal riqueza he visto, tan altos valores morales, gente de tal calibre, que no creo que pudiéramos conquistar alguna vez esta nación, a menos que rompamos su misma columna vertebral: su herencia espiritual y cultural. Por lo tanto, propongo que reemplacemos su muy antiguo sistema de educación, su cultura, ya que si los indios piensan que todo lo que es extranjero e inglés es bueno, y más grande de lo que ellos poseen, perderán su amor propio, su propia cultura natal, y se convertirán en lo que nosotros queramos: en una nación realmente dominada." Este párrafo es demoledor y destruye muchos de los tópicos que en la actualidad manejamos en Occidente sobre la "atrasada" e "inculta" India. Lo es, sí. Pero por causas, como vemos, muy diferentes a las que suele contarse.

Por cierto, ¿nadie detecta un modus operandi similar con la situación de Europa y los europeos en los últimos decenios?

No estoy de acuerdo con todas las cosas que cuenta Glogoczowski, pero puedo asegurar que la lectura de este artículo es sumamente estimulante. No es cuestión de destriparlo aquí, pero me gustaría finalizarlo con el interesante aserto de Aristóteles que cita este filósofo polaco: "Aquél que no desarrolla ningún trabajo con su mente y está acostumbrado a creer pasivamente en las cosas, verá pronto muerta una importante parte de su pensamiento."

Por cierto, en todos los centros educativos hay una pandilla de macarras malencarados: malos estudiantes que, se ve de lejos, acabarán destrozando su vida y las de los que les rodean. En la Universidad de Dios también tenemos una de esas bandas de "malotes", en la que militan Jehová, Moloch, Ahrimán, Huitzilopotchi y otros como ellos. La diferencia es que los alumnos de nuestro campus estudian para dioses, no para hombres, y los dioses no tienen miedo. Por ello esos pandilleros no pintan nada ni asustan a nadie en nuestras clases..., y se ven limitados a aterrorizar a los homo sapiens corrientes.









viernes, 14 de marzo de 2014

Según se mire

Llueve sobre mojado (toma topicazo para empezar el artículo de hoy) pero es que no deja de impresionarme, y eso que he visto el fenómeno incontables veces ya, cómo las masas de homo sapiens se dejan manipular por los grandes mass media mientras continúan proclamando a voz en grito su presunta militancia en el bando de los Buscadores de la Verdad. Por ejemplo, con el patético pulso de Ucrania hemos tenido ocasión de comprobar cómo los medios de comunicación califican de "héroes", "mártires" y "representantes del pueblo soberano" a los manifestantes que protestaban en el centro de Kiev mientras ayer llamaban "agitadores", "violentos" y "grupos minoritarios radicales" a los manifestantes que hacían lo mismo en el centro de Madrid. Y eso que los primeros estaban colaborando de manera bastante agresiva en el golpe de Estado que se ha producido en Ucrania, con el beneplácito de los mercaderes y sultanes de la UE y EEUU, mientras que los segundos se limitaban a mostrar su ira más o menos controlada tras el empacho de corrupción que viene dedicándonos desde hace años la clase política española sin pudor alguno. O, por citar otro ejemplo, ahí tenemos a un grupo de intrépidos y sesudos tertulianos justificando la independencia de Crimea respecto a Ucrania de un día para otro mientras al mismo tiempo plantean la imposibilidad absoluta de Cataluña respecto a España. 

Hablando en plata, se opina una u otra cosa según el interés de cada momento. "Pero eso ya lo sabíamos", se puede argumentar. Y yo respondo: Precisamente por eso, porque lo sabemos desde hace tanto tiempo, me sigue asombrando que haya tanto indocumentado dando crédito a las opiniones prefabricadas y lanzadas a los cuatro vientos por la mayoría de los así denominados líderes de opinión, sin tomarse la más mínima molestia de analizar de qué molino provienen las muelas que les están haciendo tragar.

Un tercer ejemplo que me apunta Mac Namara, sentado detrás de mí (pensé que estaba durmiendo, pero olvidaba que los gatos duermen con un ojo abierto y otro cerrado y, en cuando ha visto que me he puesto a escribir, se ha dedicado a fisgar mi texto y a sugerirme ideas en voz alta): cualquier conspiranoico español, e incluso cualquier lector normal no especialmente volcado hacia la conspiranoia pero al que le divierte entretenerse de vez en cuando visitando las webs sobre "cosas raras", defenderá a capa y espada la teoría general de que los atentados del 11S de 2001 en EE.UU. no los cometieron una pandilla de árabes enloquecidos sino un equipo muy bien preparado y coordinado de comandos a las órdenes de ciertos escurridizos y siniestros grupos de poder que controlan de verdad el gobierno (y otras instituciones) norteamericano, así como la teoría particular de que la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York no 
se debió al impacto de los aviones sino a la colocación de explosivos que fueron detonados en el momento adecuado. Sin embargo, no se te ocurra mentar a esas mismas personas los atentados del 11M de 2004 en España, con la cantidad de detalles muy extraños que, diez años después, todavía nadie ha explicado bien (por ejemplo, no se me va de la cabeza el dato de que los vagones que reventaron con explosivos fueron ¡destruidos completamente! tres días después de esta barbaridad con la excusa de que ya habían sido revisados a fondo y fotografiados mil veces: ¿en qué cabeza cabe que se destruyan las pruebas de un crimen semejante con tanta rapidez?)  porque te contestarán  de inmediato, sin dejarte seguir hablando, que tienes que callarte y no decir nada, no atreverte a sugerir nada, ya que es cosa juzgada, hay una explicación oficial y no se puede dañar más a las víctimas y sus familiares. 

¿No es cosa juzgada, hay una explicación oficial y también víctimas y sus familiares el caso del 11S? Entonces, ¿por qué se puede especular con un suceso y no con el otro? Máxime cuando en el caso de España nos toca más el 11M... Un compañero mío de trabajo en aquella época perdió a su hermano en uno de los trenes (era difícil en 2004, y supongo que lo seguirá siendo hoy día, encontrar en Madrid a alguna persona que no conociera o se relacionara con alguna víctima o algún familiar de ellas) y otro compañero fue la única persona que se salvó en su vagón, en otro de los convoyes afectados. Por cuestiones laborales, hace años que no veo al primero, pero con el segundo coincido a menudo y puedo decir que él no tiene una visión especialmente positiva de su supervivencia. Resultó muy afectado físicamente y a día de hoy a pesar de numerosas operaciones no ha recuperado la normalidad. Por su caso me enteré de lo grave que resulta ser afectado por la onda expansiva de una bomba, ya que los órganos internos se "descolocan" y nunca vuelven a su sitio, lo cual provoca un dolor permanente en el cuerpo. Pero lo peor son las heridas mentales: la obsesión, el miedo, la paranoia incluso..., mucho más difíciles de curar. Hablar con las víctimas del terrorismo, sea éste o cualquier otro tipo de terrorismo, es exponerse a caer en una cólera sorda, una rabia inmensa y un deseo implacable de venganza (para qué andarse con eufemismos justicieros: es eso lo que se siente, en realidad, cuando uno empatiza con las víctimas y ve de cerca su sufrimiento) contra las bestias sanguinarias (porque me niego a llamarles siquiera homo sapiens) y adoradoras de Moloch que han sido capaces de actuar de forma tan cobarde como miserable.

Y así sucede con todo... Hay informaciones, debates, temas de interés, en los que es fácil entrar a fondo (o mejor dicho: pensar que se está entrando a fondo) porque son asuntos que están muy lejos de nosotros y sobre los cuales nada sabemos en realidad, mientras que no nos tomamos la molestia de estudiar asuntos similares (a veces exactamente iguales) que sí están a nuestro alcance, o al menos más cerca de nosotros, y sobre los cuales no queremos saber nada, no vaya a ser que nos pongamos a investigarlos y descubramos algo que no nos gusta o que nos rompa las ideas preconcebidas.

Ahí está, por ejemplo, el problema del poder en el mundo. Los últimos informes presentados por instituciones mundialistas, como la ONU, demuestran cómo se concentra cada vez más la riqueza (y por tanto la capacidad de control) del planeta en manos de unos pocos. Esta desigualdad suele achacarse, arteramente, a "las políticas neoliberales impuestas por los países ricos a las naciones pobres" como si los Estados fueran personas. Pues no: en España, un "país rico" (sí, a pesar del paro, la crisis y demás, estamos a este lado de la raya) hay muchos pobres que lo están pasando muy mal y que no han impuesto nada a nadie, mientras que en India, un "país pobre" (a pesar de su armamento nuclear, sus expertos en informática y su condición de país "emergente", están al otro lado de la raya) hay muchos ricos que lo están pasando como nunca lo pasaremos la mayoría de nosotros. El problema, entonces, está en las personas. Un dato que nos ayudará a entenderlo mejor es que las 300 personas más ricas de la Tierra poseen más dinero que los 3.000 millones (cerca de la mitad de la población total del planeta) más pobres, el 85% del capital para ser exactos. Y, para sintetizarlo aún más, las 200 personas más ricas tienen más dinero que los 3.500 millones más pobres. A medida que escalamos hacia el pináculo del poder el abismo es mayor, pero no deja de ser llamativo cómo coincide esto con el mensaje más famoso de Walter Rathenau, el viscoso ministro de Asuntos Exteriores de la destartalada República de Weimar...

Rathenau escribió un artículo que se publicó en el Wiener Press el 24 de diciembre de 1921 en el que se le escaparon las siguientes palabras: "Sólo 300 hombres, cada uno de los cuales conoce personalmente a los demás, gobiernan Europa de hecho. Ellos eligen a sus sucesores entre los miembros de su entorno. Esos hombres tienen en sus manos el poder para impedir o terminar con cualquier estado de cosas que consideren irracional". Exactamente seis meses después fue asesinado en un atentado con metralletas y granadas que, tradicionalmente, ha sido achacado a una conspiración ultranacionalista por la firma del Tratado de Rapallo.

Con el tiempo, se han publicado todo tipo de listas acerca de las familias más poderosas del mundo, supuestamente incluidas en la lista de los 300 (¿Qué diría Leónidas si viera cómo se manipula la cifra mágica de su  guardia espartana con la que frenó en las Termópilas la invasión persa de Jerjes?). En una rápida búsqueda por Internet, uno se puede encontrar con "las 8 familias más poderosas" (Rothschild, Rockefeller, Warburg, Lazard, Mosés Israel Seif, Kuhn Loeb, Lehman Brothers y Goldman Sachs) o con "las 9 familias" (todos los dichos más Morgan) o con "las 13 familias" (esta lista es más creativa e incluye a Astor, Bundy, Collins, Dupont, Freeman, Kennedy, Li, Onassis, Reynolds, Russell y Marlborough, aparte de Rothschild y Rockefeller, las únicas dos que repiten) y así hasta el infinito. Pero ¿Y en España?

En octubre de 2013, la revista Forbes reveló que eran 30, sólo 30, las familias que controlaban la mayor parte del capital de este país y calculaba su fortuna en unos 32.000 millones de euros. Igual que sucede a nivel mundial, a medida que se asciende por la pirámide de este selecto club, los poderosos son aún más poderosos y 3 familias, sólo 3 (de 300 a 30, de 30 a 3..., otra casualidad numerológica, de ésas que nos encontramos tan a menudo al buscar información sensible) acumulan más de 11.000 millones de euros. España no posee grandes industrias financieras, siderúrgicas o tecnológicas, como otros países del mundo desarrollado, así que concentra los negocios de sus ricos en el textil, los inmuebles, la alimentación y la inevitable Bolsa. El millonario tipo es un hombre (sólo hay 5 mujeres en los 100 nombres de la lista) con una edad de 66 años y medio (sólo 9 de los 100 tenían en ese momento menos de 50 años) al que no le gusta aparecer en los medios de comunicación y que suele invertir en la tierra (fincas, dehesas, viñedos y ganaderías) aunque sus negocios y bienes están internacionalizados con fuerte presencia en el centro de Europa. 20 de ellos están entre los 100 más ricos del planeta, empezando por el más rico según la lista: el cofundador de Inditex Amancio Prada, tercera fortuna oficial del mundo, sólo superado por el mexicano Carlos Slim y el norteamericano Bill Gates.

Otros ricos con pasaporte español son Isak Andic, Florentino Pérez, Alberto Cortina, Juan Roig, Manuel Jove, Rafael del Pino, Juan Abelló, Gabriel Escarrer... La lista se puede consultar completa en el reportaje de Forbes, en el que (tal y como sucede con su lista mundial) se echan a faltar algunos nombres que se supone deberían estar ahí. Por ejemplo, el del rey Juan Carlos. Hay otras listas interesantes por ahí, como la que publicaron Maribel González y J.F.Leal bajo el elocuente titular de "Las 70 familias de caciques que dominan España" o la que podemos encontrar también bajo el indicativo de "Oligarquía, 15 familias que controlan la bolsa y economía española"... La conclusión viene a ser la misma: en España, como en el resto de países, como en el mundo en general, hay un muy reducido grupo de personas que mandan mucho más que todas las demás juntas. Sin embargo, ¿no resulta un poco lamentable que el conspiranoico medio sepa muchos detalles sobre la vida y milagros de los Rothschild o los Warburg y prácticamente nada sobre los nombres más cercanos? ¿Se atreverá alguien a publicar alguna vez algo interesante sobre ellos?








viernes, 7 de marzo de 2014

Eyes wide shut, con los ojos abiertos

Hoy se cumplen quince años de la muerte de mi director de cine favorito de todos los tiempos (al principio pensé escribir "de uno de mis directores favoritos", pero no, creo que el título supremo le hace justicia en lo que a mí respecta): Stanley Kubrick. Para conmemorar este aniversario y rendirle un adecuado homenaje, Mac Namara y yo seleccionamos esta mañana algunas de sus obras maestras, vistas ya tantas veces antes, para verlas una tras otra disfrutando así de un auténtico maratón/atracón de arte cinematográfico. La verdad es que me sorprendí cuando mi gato conspiranoico tomó entre sus zarpas Eyes wide shut, la última obra de Kubrick.

- Ésa no, es la más aburrida... -protesté débilmente.

- ¿Aburrida? -preguntó con sorpresa, mientras enarcaba una ceja y meneaba sus bigotes.

"Sí, aburrida", pensé sin atreverme a repetirlo en voz alta pues no tenía ganas de debate sino sólo de sentarme delante del televisor con los DVDs y sumergirme sin más en la visión de las películas elegidas. Y ya conozco de sobra los gestos característicos de Mac Namara: ésos que preceden a sus largas explicaciones sobre tal o cual tema, con las cuales suele humillarme intelectualmente cuando menos me apetece.

Vi Eyes wide shut por primera vez en el cine el día de su estreno en 1999, impactado todavía por la noticia de la muerte de Kubrick pocos días después de finalizado el montaje. Antes de comenzar la proyección me preparé para degustar la que sería última obra nueva que conocería del maestro que rodó 2001, una odisea espacial, La naranja mecánica y ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, por citar sólo mis favoritas. Sin embargo, el ritmo lento y el tono excesivamente onírico para mi gusto de aquel relato en apariencia tonto e irreal y supuestamente inspirado en Traumnovelle, una oscura novela corta de un médico austríaco llamado Arthur Schnitzler que vivió entre los siglos XIX y XX, me decepcionaron. 

Contaba la historia de una adinerada pareja neoyorquina, encarnada para colmo por dos actores entonces muy de moda (y en aquella época juntos en la vida real) pero que no me hacen especial gracia: Tom Cruise interpretaba al médico Bill Harford y Nicole Kidman a su mujer Alice. La pareja tiene, en apariencia, todo lo necesario para ser feliz: salud, juventud, dinero, reconocimiento público...  Sin embargo, sufren un profundo
 hastío vital y un creciente desencanto en su relación. Cuando acuden a una lujosa fiesta de Navidad de un paciente de Bill, el financiero Victor Ziegler, son presentados a diversos invitados y separados el uno de la otra. De esta manera, son tentados: él por dos guapas modelos que prometen llevarle al "final del arco iris" y ella por un elegante invitado que le propone sin más subir a alguna de las habitaciones para mantener relaciones sexuales. En un momento dado, Ziegler llama con urgencia a Bill para que le eche una mano en una de las habitaciones de su mansión. Estaba celebrando una pequeña "fiestecita privada" con una mujer que no es su esposa y parece que se ha pasado con la dosis de droga y alcohol, porque ella ha perdido el conocimiento o algo peor... El médico le ayuda a recuperarla y el financiero le pide por favor que no revele lo ocurrido.

Al día siguiente Alice le pregunta a Bill por la fiesta pues, aunque ella rechazó a su inesperado don Juan, sospecha que su marido pudo tener relaciones con las modelos. Como el médico no puede explicar lo que sucedió con Ziegler porque le ha prometido confidencialidad, su mujer se lo toma a mal y tienen una discusión en el curso de la cual ella le revela que un año atrás tuvo una fantasía sexual con un oficial de la Marina por el cual estuvo a punto de romper su, en teoría, sólido matrimonio. Bill se queda tan anonadado que abandona la casa y vagabundea por Nueva York. Tras varios sucesos relacionados de una u otra forma con sexo imaginario, termina en un bar donde un músico amigo suyo, Nick Nightingale, toca el piano. Nightingale le revela que le
pagan bien por tocar el órgano en un extraño lugar, un palacete llamado Somerton donde sólo hay hermosas mujeres desnudas practicando el sexo. Se supone que tiene que tocar con los ojos vendados, pero en un descuido de su audiencia el músico comprobó la naturaleza de su particular público. Esa misma noche tocará allí de nuevo. Excitado ante la posibilidad de asistir a un concierto tan exótico, Bill convence a Nightingale para que le revele cómo puede asistir. La clave es cubrirse con máscara, capa y capucha y emplear la contraseña "Fidelio" en la entrada. Para conseguir los elementos necesarios, el médico entra en una tienda de alquiler de disfraces que se llama Modas Arocoiris, donde se produce el enésimo incidente sexual cuando encuentra a la hija adolescente del propietario manteniendo relaciones con varios hombres. La misma chica cuyos servicios le serán ofrecidos por su padre como parte del "stock" de alquiler...

Entonces llega la parte de la película que me despertó un poco en el cine, más por lo que sugería que por lo que mostraba: Bill llega a Somerton y, disfrazado, logra ser admitido. Se encuentra allí con una auténtica orgía en la que hombres y mujeres enmascarados pero desnudos se entregan unos a otros sin freno. Como un voyeur, se pasea por las distintas salas observando el espectáculo pero sin participar en él. Una mujer misteriosa le advierte de que debe marcharse de allí, pero él no le hace caso. Tras un rato, es desenmascarado, apresado y conducido ante un enigmático hombre sentado en un trono, que le exige "expiar su pecado" al entrar donde nunca debería haberlo hecho. Bill se da cuenta al fin de que corre peligro, porque aquella gente puede tomar represalias contra él. Entonces, la mujer misteriosa se ofrece a asumir el castigo por su presencia.  El hombre del trono acepta el cambio de víctima y, antes de dejar en libertad a Bill, le advierte de que si cuenta algo de lo que ha visto, él y su familia pagarán las consecuencias de su incapacidad para guardar el secreto. Este fragmento me resultó más interesante porque describía aun sucintamente las fiestas de los Amos, acerca de las cuales me ha ilustrado en alguna ocasión Mac Namara.

"Asistir a esas fiestas equivale a figurar en el 'top' del poder mundano", había contado mi gato conspiranoico en varias ocasiones, aunque en su opinión las mismas no estaban sólo aderezadas con sexo corriente, sino con todo tipo de perversiones e incluso con la comisión de cierto tipo de crímenes especialmente execrables, aparte del consumo de diversas drogas. De esta manera, "si participas aunque sólo sea en una de ellas, quedas atado de por vida al grupo mafioso de los Amos: te garantizas un alto puesto con dinero, poder y privilegios pero al precio de no poder abandonarlos jamás..., salvo con los pies por delante", concluía.

Animado por lo que podría mostrarme Kubrick a partir de ese momento, afronté la recta final de la película más animado. Sin embargo, Bill acaba en la calle y no volvemos a saber nada más sobre la orgía de encapuchados. Al día siguiente, el propio médico trata de averiguar algo más sin conseguirlo. Se resuelven algunas subtramas de manera rápida y se aclara la identidad de la mujer misteriosa que le redimió en la orgía. Ziegler, su paciente financiero, le aclara que se trata de Amanda Curran, la modelo a la que salvó en la fiesta de 
Navidad. Amanda ha sido internada en un hospital, donde ha muerto por sobredosis de droga. Bill sospecha que puede haber sido asesinada por los enmascarados, pero Ziegler, que le revela que él estaba entre ellos, asegura que lo ocurrido en Somerton fue un "montaje" para que guardase silencio y que Amanda volvió sana y salva a su casa, donde más tarde se inyectaría por accidente la sobredosis mortal. La conversación puede parecer lógica pero se produce en un escenario cuando menos curioso: junto a un billar de un muy llamativo color rojo sangre, con una iluminación triangular sobre él, formado por seis lámparas verdes (el color de Venus/Ishtar). Este detalle me llamó la atención pero ya quedaban pocos minutos de metraje...

El final de la película incluye una confesión de todo lo sucedido a Alice por parte de un Bill emocionalmente deshecho y, cuando él le pregunta a ella qué deberían hacer, ella le responde que agradecer haber sobrevivido a sus extrañas aventuras, imaginarias o reales. Para tratar de volver a su rutina, le propone tener relaciones sexuales cuanto antes los dos juntos. Están comprando en una gran juguetería neoyorquina y, mientras se quedan el uno pendiente de la otra, se olvidan de su hija Helen, que corretea junto a unas cajas de un prometedor juego llamado... Círculo Mágico. 

Cuando se encendieron las luces, me quedé mirando la pantalla y pensando "¿Ya? ¿Qué ha pasado aquí?"  Sobre la sensación de aburrimiento que me había embargado buena parte del largometraje, a excepción de la inquietante y sugerente escena de Somerton y un par de detalles más, se extendía ahora una sospecha creciente: "¿Es ésta la película que rodó Kubrick de verdad? ¿Qué le han quitado, respecto a la original?"  Porque el hecho cierto es que el cineasta murió, inesperadamente, pocos días de concluir oficialmente el montaje..., aunque luego se supo que éste había sido "retocado" con la excusa de la crudeza de algunas escenas de la orgía. Hasta qué punto el resultado final se correspondía con la intención original del director, es de momento un enigma. Como en aquel momento tampoco pude recabar mayor información sobre el tema, terminé arrinconando el expediente Eyes wide shut en una esquina de mi memoria, archivada la película con la etiqueta de "ufffff..., hasta el mejor escribano echa un borrón".

Pero hete aquí que Mac Namara estaba dispuesto a sacarme de mi error, quince años después...

 - No sé si sabes -comenzó su discurso, cuando todavía resonaba en el eco la "a" de su "¿Aburrida?"- que en el año 2002, la Kidman hizo unas interesantes declaraciones al 'National Inquirer' acerca de esta película. Dijo en concreto que, mientras la rodaban, Kubrick le hizo una inquietante confidencia acerca del recibimiento que tendría el largometraje. Sus palabras textuales fueron: "Nos van a envenenar tan rápido que no tendremos tiempo de estornudar". 

- ¿Le envenenaron? -pregunté, asombrado.

- ¿Quién lo sabe? Kubrick murió oficialmente de un ataque al corazón. Pudo ser natural, o no, aunque resulta ciertamente curioso que él se refiriera precisamente a esa manera de morir en concreto: una de las preferidas por los Amos para deshacerse físicamente de gente molesta. No dijo "nos van a quemar por esto" o "nos van a meter un tiro entre ceja y ceja"..., que parecen expresiones más corrientes para un norteamericano. La verdad es que, en aquel momento, la actriz no dio mayor importancia al comentario, pues le parecía una simple 'boutade' del genio cinematográfico. Después, cuando murió de manera tan repentina se quedó de piedra. Ahora prefería no pensar demasiado en ello pero "por supuesto" no pensaba que esto hubiera podido suceder en absoluto. Eso se llama inconsciente traicionado. Si de verdad no pensara en ello, ni lo habría comentado.

- Entonces, ¿crees que quiso revelar algunos secretos de los Amos pero éstos boicotearon la película recortando lo más interesante?

- Sí y no -ante mi mirada de incomprensión, Mac Namara aclaró-. Probablemente quiso mostrar el nivel de influencia y poder de que ya disponen en nuestra sociedad, dejarlo reflejado en una película como advertencia hacia nosotros y como burla hacia ellos...

-...pero ellos la mutilaron y quitaron la parte más interesante -interrumpí.

-¡En absoluto! No pudieron hacerlo. Sí se encargaron de sabotear la promoción del largometraje por dos vías. Primero, creando polémica por la escena de la orgía y el supuesto "exceso sexual" de toda la cinta y, segundo, 
alimentando la confusión sobre el tema central que desviaron hacia la degradación y el vacío de la pareja moderna, cuando era muy otro: existe una sociedad poderosa que controla el mundo en secreto y por ello actúa a placer. Tú no puedes ingresar en ella si no tienes un nivel elevado de influencia en la sociedad y además no estás dispuesto a ceder a sus reglas. Si Bill o Alice o ambos hubieran caído en las respectivas tentaciones que se les plantea en la fiesta de Navidad, con las modelos y con el don Juan, posiblemente el paso siguiente hubiera sido la invitación a la orgía. Pero no lo hicieron. Por miedo, pacatería, limpieza de alma..., quién sabe el motivo. Lo cierto es que no lo hicieron y eso es lo que les permite seguir viviendo al final en el mundo corriente..., aunque ahora angustiados porque saben que existe otra realidad ahí fuera, desconocida y fuera de control. Y muy peligrosa. Sí, seguramente nos quitaron alguna escena pero no pudieron esconder la esencia de la cinta pues Kubrick era un maestro del simbolismo.

Y aquí comenzó el minucioso recorrido explicativo de Mac Namara a través de Eyes wide shut, desguazando uno por uno los simbolismos que se ocultan en las escenas de una película que hay que ver con el mando en la mano, deteniéndose cada poco tiempo para apreciar la maestría de Kubrick al incluir elementos muy llamativos que pasan inadvertidos si uno no está muy atento y/o ignora su significado. Empezando por los nombres de personajes o 
situaciones (a Alice, como a la Alicia de Carroll, le encanta mirar los espejos y preguntarse por el mundo que se esconde al otro lado; el músico amigo de Bill se apellida Nightingale, Ruiseñor en inglés, y "canta" la ubicación de Somerton y las condiciones para ingresar; la contraseña para la orgía es Fidelio, Fidelidad, etc.) y terminando por la estrella de ocho puntas de Ishtar, diosa del amor y el sexo, que preside la fiesta de Navidad. Incluyendo las sucesivas referencias al arco iris (en el argot de las operaciones MK Ultra, ésta era una clave para la disociación mental de sus víctimas) o al Programa Monarca (con la específica actitud de sumisas esclavas sexuales que muestran varias de las mujeres que aparecen durante la película) o el decorado utilizado para Somerton (que en realidad resulta ser, oh sorpresa, Mentmore Towers: una mansión británica construida en el siglo XIX para un miembro de la familia Rotschild, viejos conocidos en el universo de la conspiranoia y, por cierto, aficionados a las fiestas de... "disfraces", como podemos ver en esta curiosa imagen tomada por Marie-Helene de Rothschild en 1972 en una de ellas). Para qué hablar del águila bicéfala coronada que podemos ver en el trono del hombre que juzga a Bill por irrumpir en la fiesta y que es el símbolo del grado 33 de la Masonería... Y así, suma y sigue, un detalle tras otro, imposibles todos de referir en este artículo ya de por sí bastante largo y que iba descubriendo como si nunca hubiera visto la película.

A pesar de mis temores iniciales, agradecí la amplia y exhaustiva explicación de Mac Namara. De repente, Eyes wide shut había adquirido un aspecto completamente diferente e insistí en verla en primer lugar, antes que las otras obras de Kubrick, pues tenía ganas de comprobar cada uno de los detalles. Esta vez, observé fascinado de principio al final. Y, cuando terminó, volví a verla de nuevo un par de veces, rebobinando y examinando cada secuencia interesante (casi toda la película). Me sentía como el mono de la historia que siempre había considerado el libro como un objeto sin valor y, tras aprender a leer, descubría la utilidad de lo que tenía ante sí: el significado oculto, alternativo, de la película número... 13.

Justo la 13.

Eyes wide shut significa Ojos bien cerrados. Desde el mismísimo título nos avisa Kubrick de las cosas que pasan a nuestro alrededor sin que nos percatemos de ellas...