Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 11 de abril de 2014

Bielefeld existe

A medio camino entre Dortmund y Hannover, cerca del bosque de Teutoburgo en el noroeste de la actual Alemania, existe una ciudad de poco más de 300.000 habitantes que se llama Bielefeld. Es un sitio con Historia, como la mayoría de urbes centroeuropeas. La primera mención escrita oficial acerca de ella se remonta a principios del siglo XIII, aunque se sabe que había asentamientos previos que se remontan a vaya usted a saber cuándo, y desde entonces sucedieron varias cosas interesantes por allí: desde su integración en la Liga Hanseática en el XV y la fundación de una de las empresas de hilandería más grandes del XVIII hasta el nacimiento de la industria agroalimentaria de August Oetker (sí, el de las pizzas), pasando por el nacimiento de Friedrich Wilhelm Plumpe más conocido por su seudónimo de Murnau (el director de, entre otras, películas como Satanas,  Faust, Der Letzte Mann y, sobre todo, Nosferatu). Luego, durante la Segunda Guerra Mundial fue, como tantas otras poblaciones alemanas, salvajemente arrasada por los bombardeos "de alfombra" angloamericanos y más tarde saqueada hasta sus cimientos por los ejércitos de los Aliados. Finalmente fue reconstruida si bien, al igual que sucede con todas esas ciudades aniquiladas, poco tiene que ver con lo que fue..., pero existe.

Hay que insistir en su existencia, de la que yo mismo puedo dar fe puesto que hace algunos años tuve oportunidad de comprobarlo durante una visita al cercano Hermannsdenkmal o monumento (a la derecha, la broncínea figura que lo corona) que honra el recuerdo de uno de los más grandes héroes de la resistencia contra Roma en suelo europeo: el caudillo querusco Hermann..., o Arminius, en su versión latina, que es la que ha pasado a los anales históricos. Hermann/Arminius aplicó tácticas de guerrilla similares a las de los jefes rebeldes celtíberos a la hora de enfrentarse contra los invasores romanos y gracias a ellas aplastó a las tres desgraciadas legiones de Publio Quintilio Varo en la conocida batalla del citado bosque de Teutoburgo.

 Y es que a mediados de mayo de 1994 un entonces estudiante y hoy ingeniero de informática llamado Achim Held soltó una gracia en un grupo de noticias de Internet que tuvo un éxito tan arrollador como increíble. Held aseguraba que, en realidad, Bielefeld era un lugar ficticio, un invento de Sie (Ellos, en alemán), un grupo secreto que en connivencia con el gobierno germano estaba desarrollando una campaña de desinformación entre los ciudadanos, por supuesto con oscuras intenciones. Para probar esta conspiración planteaba tres preguntas: 

1º) ¿Alguna vez has estado en Bielefeld? 
2º) ¿Conoces a alguien que haya estado allí? 
3º) ¿Conoces a alguien que sea natural de Bielefeld?

Dado que esta localidad se encuentra en una región rural, sin atractivos turísticos especiales ni grandes monumentos urbanos (gracias a los "simpáticos chicos" de Sir Arthur Bomber Harris) que mostrar, no suele aparecer en los medios de comunicación. Y ya sabemos lo que eso significa: lo que no te cuenta la televisión o cualquiera de los otros grandes media no existe. Literalmente. Además, tampoco hay un acento, un deje o un modo específico y característico de hablar entre sus habitantes, como sí lo tienen los ciudadanos de Hamburgo o de Munich, cada uno el suyo, por poner dos conocidos ejemplos que permiten identificar si una persona viene o no de estas otras urbes alemanas sin necesidad de preguntárselo.

 En consecuencia, la inmensa mayoría de personas a las que se les ha planteado a lo largo de estos últimos años las tres preguntas conspiranoicas contesta que no. Y se suma a la creencia general, o al menos a la duda. Si algún viajero ha pasado por allí o tiene algún conocido y se le ocurre contestar que , para mucha gente eso no invalida el planteamiento sino más bien al contrario. Ellas tienden a pensar que es muy raro que alguien pueda contestar afirmativamente, dado que tanta gente lo hace negativamente, por lo que, si alguien afirma haber estado o conocido a algún habitante de Bielefeld, no está 
diciendo la verdad sino que participa en la conspiración. Puede que incluso sea uno de Ellos... El propio Held, al que vemos aquí, se fotografió años después en Bielefeld riéndose de su broma..., y como es lógico pasó a formar parte de los integrantes del "malvado grupo secreto". Más de un convencido debió pensar, decepcionado: "¡Oh, Dios mío..., le han captado incluso a él!"  

Podemos reírnos de esta actitud, sobre todo teniendo en cuenta que en la era de la información es francamente sencillo comprobar la existencia de Bielefeld..., pero hay que tomarse la molestia de hacerlo y el homo sapiens, lo sabemos, es un animal vago por naturaleza. Por ese motivo, muchas víctimas de la "conspiración" que no tienen a mano un atlas (o una conexión de Internet..., o que la tienen y buscan la entrada correspondiente pero creen que la información disponible también forma parte de la campaña de engaño masivo) prefieren dejar "aparcado" el asunto en su memoria, sin tener muy claro si de verdad existe o no este lugar, ya que en el fondo tampoco es un asunto preocupante para su supervivencia. Y además, hay algunos detalles a medio camino entre la comicidad y la incompetencia que hasta refuerzan las divagaciones más bizarras. Véase la campaña que se le ocurrió organizar al Ayuntamiento de la ciudad casi cinco años más tarde de que el cuento comenzara a rodar (para entonces ya era muy popular en toda Alemania) 
publicando un texto en los diarios que se titulaba "¡Bielefeld existe!" (por cierto, supongo que todo esto le sonará muy familiar a los habitantes de Teruel, en el este de la península ibérica).  El problema es que no se les ocurrió otra cosa que publicarlo..., en Aprilscherz: o sea, el 1 de abril, conocido en casi toda Europa como El Día de los Tontos (el equivalente al 28 de diciembre en España, cuando todo el mundo tiene la boba costumbre de gastar bromas como mejor forma de conmemorar la bíblica matanza infantil ordenada por el rey Herodes). En consecuencia, la defensa que la corporación municipal quiso hacer de la existencia de su población acabó sirviendo como argumento para los defensores de la teoría conspirativa. Con todo ello, y por extraordinario que pueda parecer, para un número indeterminado pero parece que no pequeño de personas, Bielefeld sigue todavía hoy emparentada con el gato de Schrödinger, desde el punto de vista de su indefinición vital.

Así que podemos reírnos de esta actitud, decía, pero la verdad es que no deberíamos hacerlo..., porque los mecanismos mentales que han confundido en este caso a tanta gente son exactamente los mismos que utilizan los "Ellos" de verdad, los que Mac Namara llama genéricamente (y yo también, por puro seguidismo de mi gato conspiranoico) los Amos, para engañar diariamente a la población general y llevarla por el camino que más les interesa.

El cerebro es un órgano maravilloso, sin el cual no es posible aspirar a una vida plena en nuestro planeta, y no sólo a la hora de desarrollar el punto de vista físico o el intelectual, sino para conectar con planos más elevados. Las capacidades personales que podemos desarrollar gracias a su correcto entrenamiento son fabulosas, propias casi de superhéroes, pero como sucede con tantas otras cosas es imprescindible una larga e intensa preparación previa, así como un uso racional e inteligente de sus posibilidades. Por desgracia, muy pocas personas poseen la voluntad y el tesón necesarios para mantener ese programa de adiestramiento; ni siquiera para empezarlo. Y por eso acaban siendo ahogadas por las toneladas de información vulgar que tragamos a diario y arrastradas por corrientes de opinión y análisis ajenos que terminan por encuadrarlas en un sitio o en otro..., en cualquier parte menos en el que ellas hubieran elegido para sí mismas si hubiesen desarrollado la necesaria capacidad de discernimiento para comprender el mundo en el que vivimos. La buena noticia es que no es tarde para cambiar de actitud y empezar a trabajar con uno mismo. Nunca lo es, hasta el día de la muerte. Pero cada vez queda menos tiempo.







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