Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 21 de febrero de 2014

Descubre la mentira

Nunca creí que pudiera acabar recomendando un libro elaborado por un grupo de ex agentes de los servicios secretos norteamericanos pero, como dice el viejo refrán, "no se puede decir de este agua no beberé ni este cura no es mi padre". Estoy terminando Descubre la mentira publicado en España por la editorial Sirio en el que tres miembros de la CIA (dicen que cuando has estado en esta organización nunca estás completamente fuera de ella) Philip Houston, Michael Floyd y Susan Carnicero (no sé cuál de los tres apellidos me inspira más: Houston, tenemos un problema; estoy colgado, Pink Floyd o ¡Carnicero!) ayudados por un periodista en su día a sueldo de la NSA, Don Tennant, explican lo que han bautizado como El Modelo. Se trata de una forma específica de interrogatorio que, afirman, resulta infalible para descubrir cuándo una persona dice o no la verdad. Lo perfeccionaron durante su vida laboral con sospechosos de diversos crímenes y, muy al paranoico estilo yankee, proponen aplicarlo (me creo que ellos mismos lo hagan en su vida diaria) en cualquier momento y con cualquier persona: ¿tengo que creer lo que dice mi pareja cuando asegura que no me engaña con otro?, ¿dice la verdad mi hijo cuando afirma que no se droga?, ¿puedo dar credibilidad a la promesa de mi jefe de subirme el sueldo? 

En ese sentido, más que un mero texto para pasar el rato parece un manual técnico y seguramente está redactado a partir de la versión básica del curso con el que los autores han formado a multitud de agentes de distintos cuerpos y fuerzas de seguridad en los Estados Unidos. La verdad es que el libro es muy ilustrativo respecto a los diferentes tipos de mentiras que existen y cómo desnudarlas. Por ejemplo, explican el porqué del "genial juramento"
 (así lo describen) que se emplea con los testigos que testifican ante la ley y que tantas veces hemos visto representado en secuencias cinematográficas: "¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?". Resulta que esta pregunta tiene más sentido de lo que parece ya que "todas las mentiras que se han dicho o se dirán entran en estas tres categorías o estrategias" por las que se pide jurar:

1º) Las mentiras de comisión. O sea, las descaradas, las que se dicen sin inmutarse escondiendo lo que ha ocurrido con una mentira absoluta. La parte del juramento que se corresponde es la de "...decir la verdad...". Por ejemplo: "no he robado los 400 euros que tenías en la cartera" (cuando sí lo he hecho).

2º) Las mentiras de omisión. Se refiere no a lo que la persona dice sino a lo que no dice: una forma más cómoda de ocultar lo que ha pasado porque no es necesario asumir una versión completamente falsa. La parte es "...toda la verdad...". Por ejemplo: "a la hora en la que dices que te robaron en tu despacho yo estaba con diez o doce personas en la sala de al lado" (pero me callo que no estuve todo el rato con ellas: de hecho aproveché que había tanta gente para escabullirme un momento con la excusa de ir al wc, robarte y volver rápidamente a la reunión antes de que alguien se diera cuenta o le diera importancia al hecho de que había salido).

3º) Las mentiras de influencia. Especialmente peligrosas porque no lo parecen: se presentan como una cobertura de la realidad, capaz de desviar nuestra atención hacia algo que influye en la imagen que nos hacemos del mentiroso, de manera que nosotros mismos acabamos buscando disculpas para incriminarle. La parte es: "... y nada más que la verdad...". Por ejemplo: "Soy un tipo trabajador y buen compañero, me conoces desde hace diez años, ¿de verdad crees que he podido hacerlo?" (se puede ser trabajador y buen compañero durante toda la vida, pero eso no quita para no caer en la tentación o en la necesidad de robar en un momento determinado, pese a lo cual soy tan descarado que trato de manipularte moralmente reprochándote que te atrevas a juzgar mi curriculum en apariencia impecable).

Houston, Floyd y Carnicero (y Tennant) nos facilitan también algunas pistas acerca de los comportamientos verbales engañosos que emplea la gente cuando dice alguna mentira, si bien recomiendan, como todos los estudiosos de este tipo de asuntos, analizar en profundidad la comunicación no verbal que, de hecho, es el 90% de la que empleamos habitualmente por más que los neófitos crean que lo único importante es manejar bien la palabra. Entre esos comportamientos figuran la falta de respuestas (si preguntas algo a alguien y éste no te contesta directamente, es por una razón..., y la mentira es una buena) y los problemas de negación (si no hay una negación explícita y rotunda ante una pregunta claramente formulada, es porque tu interlocutor no quiere asumir toda la información que conlleva confirmarte la respuesta). Entre los problemas de negación hay algunos muy característicos como la repetición de la pregunta (¿por qué alguien que miente repite la pregunta que se le hace en lugar de contestarla? Dicen los expertos que para ganar tiempo mientras piensan en una respuesta apropiada), las declaraciones que no son respuestas (es algo parecido a la categoría anterior..., aquí mencionan una de esas contestaciones características del periodismo y la política: "me alegro de que me haga esa pregunta") o la invocación a la religión (en cuanto alguien saca a relucir a su dios, sea el que sea, en una contestación -al estilo "Juro por Dios que esto sucedió como lo cuento"-, hay que sospechar automáticamente porque, afirman, se trata de una forma extrema de lo que los psicólogos llaman "embellecer la mentira".

En cuanto al Modelo en sí, es bastante sencillo. Según apuntan, posee un principio estratégico y dos directrices elementales. El principio estratégico es que si quieres saber si alguien está mintiendo, lo primero que debes hacer es ignorar y no procesar el comportamiento sincero (básicamente, para no dejarte confundir por la tinta de calamar que esparcimos tan bien). Las directrices elementales son tiempo y agrupamiento. Respecto al tiempo, hay que ver y escuchar con suma atención las declaraciones del presunto mentiroso a fin de descubrir la primera conducta engañosa que se produzca durante los cinco segundos transcurridos desde que se le proporciona el estímulo, es decir, desde que se le pregunta. ¿Por qué cinco y no diez o treinta? Está relacionado con la media de velocidad que empleamos al hablar y también con la velocidad con la que pensamos antes de hacerlo. Respecto al agrupamiento, éste se define como una combinación de dos o más indicadores de engaño, verbales o no. Si, como respuesta al estímulo pregunta se obtiene un solo comportamiento engañoso, hay que ignorarlo pues la gente tiende a hacer cosas por razones muy distintas y podría ser consecuencia de una mentira importante para el caso o no. Lo importante es combinar adecuadamente ambas directrices. Si se tienen estos factores en cuenta, afirman los autores que hay un altísimo porcentaje de descubrir al mentiroso, y facilitan numerosos ejemplos de casos reales.

Por mi propia naturaleza, de todas formas, echo de menos un tipo de mentiras muy concreto: las que nos contamos a nosotros mismos. Sería interesante disponer también de un Modelo para descubrir nuestros autoengaños y desmantelarlos pues, si existe una mentira peligrosa, es aquélla instalada como idea y mandato en nuestra mente con la apariencia de verdad y que nos hace creer que nos lleva hacia un lado cuando lo cierto es que estamos yendo para el contrario. Recientemente tuve ocasión de asistir a un acto a medias institucional a medias periodístico en el que hacía acto de presencia parte de la Familia Real Española. Cierta persona que trabaja conmigo tuvo la misma oportunidad, aunque la buscó ella porque estaba fuera de su horario laboral. Lo curioso es que desde que conozco a esa persona la he escuchado repetir varias veces que se siente republicana y que hay que echar de España a los Borbones y a cualquier otra dinastía, destruir la monarquía y devolver el poder al pueblo..., y el resto de lugares comunes en estos casos. Pero durante la visita se las arregló para ubicarse en un lugar que inicialmente no le correspondía para cruzarse en el camino de estos personajes y tener la oportunidad de saludarlos personalmente y estrechar su mano. Salió muy feliz de la experiencia y hablando maravillas de esta "gente tan maja".  Si hubiera sido republicana de verdad, ni siquiera se habría tomado la molestia de asistir a este acto o quizás habría aprovechado su situación para, una vez cara a cara con ellos, recriminarles o criticarles personalmente. 

La anécdota es un poco infantil pero el concepto que subyace tras ella no lo es en absoluto. ¿Cuántos proyectos nos han salido mal, en cuántas relaciones hemos fracasado, por qué no somos capaces de conseguir lo que deseamos..., mientras seguimos convencidos (y podríamos jurarlo sobre cualquier libro sagrado) de que hemos hecho todo lo correcto para tener un éxito que siempre se nos escapa? Creemos enviar a nuestro ejército de esfuerzos, ideas, emociones, trabajo y entusiasmo a la conquista de nuestros objetivos, pero hay un traidor dentro de nosotros que nos miente, cambia los planes de asalto y termina convirtiendo cada expedición en un rotundo fracaso. Si fuéramos capaces de identificar y encarcelar a ese eterno mentiroso, nuestra vida cambiaría a mejor radicalmente..., pero no lo hacemos. Para empezar, porque no solemos reconocer su existencia en nuestro interior.

También podríamos hablar de la Mentira Suprema, o sea: el mismo mundo en el que vivimos. Ése que para tantos homo sapiens es equivalente a la única, verídica y tangible realidad existente..., a pesar de que sabios e iniciados de todas las épocas nos han revelado que lo que creemos sentir durante nuestro paso por esta vida no es más que maya o ilusión. Pero esto es ir demasiado lejos, por supuesto. 

Descubre la mentira es un entretenido y práctico reglamento de normas aplicable sólo dentro del Gran Juego. Útil para moverse con sus personajes, pero nada más. Y nada menos.










No hay comentarios:

Publicar un comentario