Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 17 de enero de 2014

HAL es una palabra copta

El director de cine Stanley Kubrick rodó en 1968 una de las más grandes películas de Ciencia Ficción de todos los tiempos (una de mis diez películas favoritas, también): 2001, una odisea del espacio. Estaba basada en un relato corto publicado veinte años antes por el escritor Arthur C. Clarke, titulado El centinela, y que el propio autor reescribió en forma de novela, a juego con el largometraje. No voy a explicar ahora de qué va esta historia maravillosa (es más: todos los lectores habituales de esta bitácora deberían haberla visto seis o siete veces para poder lucir el título de supporter honorario de Fácil para nosotros), aunque quiero recordar que los dos principales personajes no son humanos. El primero de ellos está bastantes niveles por encima de la humanidad y es la Inteligencia cósmica desconocida que se manifiesta a través de los monolitos. El segundo no tiene nada que ver con la Vida con mayúsculas, puesto que se trata de la computadora que dirige la nave en la que viaja la tripulación humana con destino a Júpiter y responde al críptico nombre de HAL. 

Cuenta la leyenda que Kubrick y Clarke la bautizaron así en honor a (o para fastidiar a) IBM, la marca puntera en tecnología informática en aquella época: en efecto, si tomamos el abecedario y retrocedemos un espacio en cada una de las letras, tendremos que I=H, B=A y M=L. Oficialmente, ellos siempre lo negaron e insistían en que HAL no era más que la abreviatura de Heuristic ALgorithmic (Algorítimica Heurística). Lo cierto es que a partir de ese momento, HAL quedó asociado en la imaginería popular (o mejor dicho en la imaginería cultivada, al menos cinematográficamente) a los peligros de la Inteligencia Artificial. Ésos que parece sólo vemos con cierta claridad los autores y aficionados al género de la Ciencia Ficción, puesto que los científicos puros y duros siguen empeñados en impulsar diversos proyectos con objeto de crear la Tiranía del Robot Autoconsciente del Futuro. 

Ahora bien, lo que no sabe tanta gente es que HAL, en el antiguo idioma copto, significa... SIMULACIÓN.

John Lamb Lash es un escritor norteamericano nacido en 1945 con pinta de gigoló madurito (véase la imagen adjunta) pero que a lo largo de su dilatada existencia ha tenido oportunidad de estudiar y también experimentar diversas disciplinas: desde la antropología hasta la ecología, pasando por la astrología
y muchas otras. Ha conocido y trabajado con diversos personajes ubicados en esa difusa frontera entre lo que se considera ciencia y lo que no (como el misterioso Carlos Castaneda) y su amplia erudición y capacidad para analizar, relacionar e interpretar los textos mitológicos y religiosos han conducido a algunos estudiosos a describirle como "el sucesor natural de Mircea Eliade", el fascinante experto rumano. En mi archivo personal lo tengo etiquetado simplemente como "el Gnóstico" y eso es gracias a uno de sus libros publicado en 2006 y titulado Not in his image: gnostic vision, sacred ecology  and the future of belief (No  a su imagen: visión gnóstica, ecología sagrada y el futuro de la fe).  Es un texto absolutamente recomendable y para el que espero aún la llegada de un editor lo bastante avispado, y lo bastante valiente también, como para publicarlo convenientemente traducido al español. Su web, también muy interesante, se llama Metahistory.org y luce el sugerente eslógan de Beyond the tyranny of beliefs (Más allá de la tiranía de las creencias). 

El valor de los estudios de Lash es doble. En primer lugar, porque lleva mucho tiempo trabajando en ellos (con lo que eso implica de exhaustivo análisis y reflexión, puesto que se los conoce al detalle). En segundo lugar, porque su trabajo es sobre los fragmentos de los antiguos y escasos textos gnósticos reales que aún podemos hallar a día de hoy, los cuales desmenuza y reconstruye con minuciosidad. Hay que hacer especial hincapié en ello porque su labor parte del examen de los documentos de claro origen gnóstico desde el punto de vista histórico y no de las elucubraciones y fantasías de algunos grupúsculos contemporáneos que han inventado y promocionado su propia versión de esta escuela de pensamiento filosófico/religiosa... De hecho, el neognosticismo es un capricho más, dentro de esa tendencia actual de recrear a la carta diversos hechos culturales, históricos o ideológicos, adaptándolos a la "versión libre" de cualquier aspirante a gurú por el simple expediente de colocarles el prefijo neo. Cosas como el neodruidismo, el neonazismo o el neotemplarismo, además del neognosticismo, carecen completamente de sentido a día de hoy, ya que las coordenadas humanas que generaron los correspondientes movimientos originales hace mucho que desaparecieron y no volverán a repetirse... Al menos en este manvantara.

La misma definición de este grupo de activistas heterodoxos es muy particular. Gnosis, la palabra griega original de la que deriva su nombre, significa Conocimiento pero, según explica Lash, el apelativo gnóstico viene de gnostokos y no significa el que conoce sino que equivale más bien a la actual expresión de sabihondo o sabelotodo o incluso listillo. Es una palabra despreciativa, empleada por los llamados Padres de la Iglesia para ridiculizar y denostar a quienes consideraron como sus principales rivales en los primeros siglos de existencia de su institución, en los que luchaban por hacerse con el poder en el Imperio romano a través de la implantación de su religión. Los propios aludidos no se llamaban gnósticos a sí mismos, sino telestai, palabra que deriva también del griego Telos o Finalidad. Es decir, se autodenominaban los que siguen una dirección concreta o los que tienen una finalidad. Sin embargo, los Atanasio, Basilio, Agustín, Isidoro, Gregorio Magno y compañía emplearon todas las armas en su mano para combatir a la Gnosis por considerarla como la "madre de todas las herejías". La ironía del caso es que los propios dirigentes de la primera iglesia judeocristiana inmortalizaron parte de las enseñanzas heréticas en sus propios libros, pues las reprodujeron tal cual para tratar de rebatirlas a continuación punto por punto. De esta manera las salvaron del olvido: al menos, del olvido externo pues, según dicen los que saben, el espíritu gnóstico jamás murió sino que se ha reencarnado a través de los siglos en las sucesivas organizaciones que forman los eslabones de la Aurea Catena...

Sus enemigos, no obstante, aprendieron la lección. A día de hoy, los Amos (y las múltiples instituciones a su servicio) han comprendido que, más que negar o atacar e incluso asesinar a aquéllos que tratan de desvelar un pedacito de la Verdad, resulta más efectivo ignorarles y simplemente ocultar su mensaje impidiendo su acceso a los medios masivos de comunicación. Una buena forma de hacerlo es sepultarlo bajo un montón de clones deformados que parecen lo mismo y no lo son. Imaginemos que tenemos un pequeño pero valiosísimo diamante y que lo mezclamos en una habitación en medio de cien millones de reproducciones fieles del mismo, pero fabricadas en plástico duro. Luego podemos prometer a todo el que pase por allí que se puede quedar con el diamante..., si lo encuentra. ¿Cuántas personas lograrían la hazaña? Tal vez esta pregunta se podría plantear en otros términos: ¿cuánto tiempo tardaría una persona por término medio en abandonar la búsqueda por puro aburrimiento o incluso por desesperación? O ¿cuántos diamantes de plástico reconocería antes de abandonarla? ¿Sería posible que por azar encontrara la piedra preciosa al poco de empezar a buscar pero la desechara pensando que era una copia? No es difícil imaginar que la inmensa mayoría de los participantes en este juego peculiar dejarían de buscar, tarde o temprano, tras llegar a la errónea conclusión de que les hemos engañado y que no existe el diamante real.

Y sin embargo, el diamante existe. Lash ha encontrado fragmentos del mismo en textos como los fabulosos códices de papiro enterrados en vasijas selladas que hoy conocemos con el nombre de Manuscritos de Nag Hammadi (descubiertos, ¡vaya, vaya, vaya!, en 1945), donde figuran medio centenar de libros gnósticos junto a tres obras del Hermetismo y una traducción de La República de Platón... Una colección preciosísima, sin duda, redactada en un idioma extraño: el copto. En la actualidad, identificamos a los coptos con los egipcios que practican el Cristianismo, con independencia de la rama a que pertenezcan: católicos, evangélicos, ortodoxos o, precisamente, coptos. En la tradición esotérica, éstos últimos se consideran como los cristianos más próximos al sentir y las enseñanzas reales de Jesús el Cristo, tan deformadas dos mil años después, y como tales han sufrido diversas persecuciones religiosas durante toda su historia. Los coptos contemporáneos se consideran a sí mismos como descendientes de los constructores de las pirámides, lo que abre interesantes sugerencias. Respecto a su idioma, se supone que el copto es  
un lenguaje que desciende del antiguo demótico pero Lash cree que, más que un idioma propiamente dicho, se trata de una forma de escritura adoptada hacia el siglo VIII después de Cristo para traducir y sintetizar los antiguos jeroglíficos en un momento en el que ya empezaban a escasear los traductores del famoso idioma faraónico. Ello explicaría su aridez y falta de recursos para expresar las complejas ideas filosóficas y cosmológicas de los gnósticos...

 La historia es muy larga, así que la resumiré en este párrafo. Básicamente, los gnósticos vienen a decirnos que el supuesto libro "sagrado" por excelencia, la Biblia, no es más que una enorme superchería, empezando por el hecho de que el presunto dios padre no es una cosa ni otra. No es padre en el sentido de que no creó el actual universo ni nada de lo que contiene, por mucho que se jacte de ello, y no es dios en el sentido de la Divinidad última, la que está por encima de todas las cosas. Esa Divinidad es inasumible e incomprensible para el homo sapiens y radica en el centro del universo, en el Pleroma, donde viven los Eones o dioses reales. Por algún motivo, uno de esos Eones, llamado Sofía (Sabiduría) se precipitó fuera del Pleroma hacia los confines de la creación (y en efecto nuestro Sistema Solar se halla en una remota esquina de nuestra galaxia). En su caída, al final de la cual acabó encarnando como espíritu del planeta Tierra, Sofía generó (no se sabe si a posta o no) a ciertas entidades comandadas por un líder, el Demiurgo, que no es otro sino el propio Jehová. Estas entidades rápidamente tomaron posiciones alrededor de nuestro planeta dispuestas a machacar al hombre. ¿Por qué? Se supone que por envidia, ya que el ser humano posee cualidades divinas en su interior gracias a su conexión directa con los Eones a través de Sofía, mientras que el "dios padre" y su "corte celestial", con todos sus poderes físicos, carecen de ese hilo espiritual. Por ejemplo, el hombre puede crear Arte, pero el Demiurgo sólo puede repetir, clonar una y otra vez, lo que ya existe. Cuando Jehová "inventa" una nueva criatura, en realidad se limita a copiar un modelo previamente existente en el Pleroma. Y esto es sólo el principio...

 Según la interpretación de Lash, las llamadas "tres religiones del Libro" o "de Abraham" (el judaísmo, el judeocristianismo -puesto que el cristianismo real de Jesús es algo diferente a lo que se supone que representan el Vaticano y su organización- y el islam) forman parte de un plan a largo plazo para extender y consolidar el poder de Jehová y sus "dioses ayudantes", pastoreando de paso a la humanidad y quién sabe si hasta incluso alimentándose de ella. Ese plan se basa en el miedo. No, más que en el miedo, diríamos que en el terror. Y, así, “con los siglos, el patriarcado se transformó en un sistema religioso basado en (…) el complejo de redentor (…) El núcleo patológico corrosivo del sistema es el terror. El terror ante el Dios Padre que crea el mundo y ordena su destino. El terror para aquéllos que siguen el plan del Señor y también para los que no lo hacen. El terror para la víctima atormentada y dominada por el autor del crimen. El terror para los criminales que serán atrapados y castigads por Dios (…) La creencia en que el mundo puede ser salvado destruyéndolo ejemplifica esta teología de la aniquilación.” La aplicación de esta visión del mundo nos ha costado mucha sangre y muchas lágrimas a lo largo de los siglos. 

No es extraño que los gnósticos fueran perseguidos hasta la muerte. Sobre todo cuando empezaron a denunciar públicamente que un grupo pervertido de entre los suyos utilizaba sus conocimiento secretos no para la guía y evolución espiritual de la humanidad sino para adquirir control sobre ella con el fin de acumular poder y riqueza. A juicio de Lash, esto empezó a suceder alrededor del 4.000 antes de Cristo en Oriente Medio con el surgimiento en esa zona de la civilización urbana y, con ella, de una casta de "magos" que aplicaron "ciertos secretos de la iniciación a la política y la ingeniera social" para convertirse en "los consejeros de los primeros teócratas patriarcales de los Estados Nación". Y a los primeros a los que engañaron fueron a sus caudillos y reyes, a los que hicieron creer que ellos mismos descendían de los dioses. "Inauguraron complicados ritos de atribución de poder o rituales relativos a la realeza. En verdad, estas ceremonias no eran sino métodos de control mental a través de símbolos colectivos y de la mística emanada de semejante autoridad de los monarcas..." Estos reyes, con estos consejeros, inauguraron la época sanguinaria en la que aún vivimos, dominada por las religiones enfermas proyectadas por un dios demente.


Y sin embargo la clave, como decían los gnósticos, no pasa por una humanidad que logra salir adelante "gracias a los poderes sobrehumanos" mostrados por un supuesto "salvador", lo cual constituye "el sello de una religión extraterrestre" sino por el desarrollo del "potencial divino innato en la propia humanidad, alineada con Sofía". Hablando en plata: no necesitamos un dios ajeno a nosotros mismos para salvarnos. No necesitamos redentores ni mesías. No necesitamos mediadores sacerdotales con la Divinidad. Cada uno de nosotros, tenemos la posibilidad maravillosa y, casi podría decirse, la obligación maravillosa, de buscar en nuestro interior y encontrar allí la clave para constituirnos en nuestro propio mesías y maestro. Hemos de librar la batalla nosotros mismos, porque lo cierto es que no hay nadie a quien cargarle el muerto: por muchas promesas que nos hagan los líderes religiosos ninguna entidad de ningún tipo vendrá a librarnos de nuestra responsabilidad única, personal e intransferible. Debemos embarcarnos en la misma aventura que Jasón, cuando partió en busca del Vellocino de Oro, o que tantos héroes similares de los que nos habla la mitología..., si es que de verdad queremos encontrar un sentido a la existencia y ser dignos de recibir el nombre de seres humanos. 

Y así volvemos a nuestros dos personajes principales de 2001, una odisea del espacio: la Inteligencia cósmica del monolito, obviamente un Eón, y HAL el simulador, el clonador, el demiurgo... Stanley Kubrick sabía muchas cosas y en algunas de sus películas dejó ciertas sugerencias para los ojos entrenados en el reconocimiento de anomalías. Recomiendo una revisión tranquila y detallada de toda su producción cinematográfica.

Por cierto, en medio de toda esta luciférica disquisición, ¿no  resulta deliciosamente irónico que la traducción al español del nombre de nuestro invitado de hoy, John Lamb Lash, sea Juan el Latigazo del Cordero?






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