Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 25 de octubre de 2013

Zimmerman, Shabazz y la Justicia

Hace ya bastantes años (en realidad, no tantos: durante esta misma reencarnación) me planteé a qué oficio podría dedicarme durante la vida actual. Tenía claro que sería algo relacionado antes con las letras que con los números: primero, porque éstos me aburren profundamente y segundo, y más importante, porque es una Palabra lo que sostiene la entera creación (y eso lo reconoce hasta esa antología de relatos salvajes y violentos que conocemos como Viejo Testamento, ese auténtico monstruo de Frankenstein literario generado a base de cortar y coser fragmentos de distintas tradiciones para presentarlas como una supuesta unidad de otra tradición diferente, que comienza con aquel clásico: "En el principio era el Verbo..." ) y por lo tanto no hay mejor oficio que el que te permite aprender a manejar las Letras que la forman. Rebuscando entre las profesiones dedicadas a las letras, como vía previa e indispensable hacia las Letras, se me sugirió la de abogado, pero la rechacé de inmediato, también por dos razones.   

Por un lado, para entonces ya sabía lo suficiente como para comprender que lo que los homo sapiens llaman leyes no son en realidad más que costumbres fugaces impuestas con la misma facilidad con la que se diluyen en la Historia. Por ejemplo, no han pasado ni siquiera 40 años desde que la pena de muerte se consideraba, en opinión generalizada, como la sentencia lógica para un asesino premeditado en cualquier sociedad europea moderna y hoy en la inmensa mayoría de estos mismos países se contempla con horror semejante
posibilidad...    O, si hablamos de culturas, pensemos en el robo, castigado por la ley islámica con una mano cortada y por la ley occidental con apenas una multa (y a los islámicos la sentencia occidental les parece una barbaridad mientras a los occidentales la sentencia islámica les parece lo mismo). Así que obviamente descarté dedicarme a construir castillos legales de arena al borde del mar. Por otro lado, a la hora de imaginarme en el ejercicio de esa profesión, me ponía en la tesitura de tener que defender a un criminal que realmente supiera que lo era..., y sólo esa posibilidad me producía arcadas. Cuando veo esas películas en las que el abogado de turno de una mafia (o cuando veo en la realidad a los abogados de mafias reales, como los de los criminales de la banda terrorista ETA y sus adláteres) busca, y encuentra, los entresijos legales para burlar y/o aprovecharse de la Justicia a la que se supone que debe honrar para que sus clientes salgan indemnes aunque merezcan el castigo, sé que jamás hubiera podido rebajar el listón de mi integridad (esté donde esté, que tampoco lo tengo muy claro) al servicio de los "malos". 

Sin embargo, el modelo de corrupción moral en el que se sumerge progresivamente nuestra cada vez más pringosa época contemporánea es de tal calibre que hasta el lenguaje es afectado constantemente y sé, porque lo veo a diario desde el punto de vista periodístico, que ni siquiera se puede calificar de asesino (o de pederasta o de violador o de narcotraficante o de ladrón o de lo que sea) al que lo es cuando se informa de ello en un medio de comunicación actual ¡aunque se le haya pillado in fraganti y existan imágenes que lo demuestren!  Hay que colocar siempre la coletilla de "presunto" o de "supuesto" porque, aunque todo el mundo sepa a ciencia cierta lo que ha hecho, puede sentirse "ofendido" como ciudadano ya que la ley (la occidental) dicta que es inocente hasta que sea formalmente juzgado y etcétera.
 Por ejemplo, hace muy poco tiempo aunque ya se nos haya olvidado debido a la incansable diarrea de "noticias de última hora", en concreto el pasado mes de mayo, dos musulmanes de origen africano asesinaron a machetazo limpio a un soldado británico delante de numerosos testigos en Londres (en la foto aparece uno de ellos, arma en mano, en el momento de ser recriminado por una valiente ciudadana que se arriesgó a ser atacada por el bruto) pero todas las informaciones periodísticas hablaban forzadamente de los "presuntos asesinos". Incluso cuando se presentaron a juicio, los cínicos de sus abogados defendían, de entrada, su inocencia. Viva lo políticamente correcto, terminemos de enterrar el sentido común.


Sumemos a todo esto la manipulación más descarada que practican regularmente ciertos elementos socialmente cancerígenos que anidan en nuestro mundo y que proceden a través de la vía emocional combinada con la ignorancia, tanto de los hechos juzgados como de las normas legales empleadas para juzgarlos, por parte de la mayoría de los ciudadanos...  Y examinaremos a continuación un ejemplo claro, casi diríamos de libro, sobre cómo interpretar un suceso para reconducir a las masas inconscientes, empezando por los mismos periodistas que deben explicarlo al público, hacia conclusiones adecuadas, aunque difieran de las de la realidad. Hablamos del juicio por asesinato en Estados Unidos contra un vigilante llamado George Zimmerman, que en febrero de 2012 disparó y mató de un tiro a Trayvon Martin quien, según los medios biempensantes que tomaron partido desde el primer momento, era "un joven negro de 17 años desarmado que volvía a casa de su padre tras comprar golosinas en una noche de lluvia". Lo que llovió fueron las descalificaciones contra el jurado de Florida que absolvió a Zimmerman en (cito textualmente del diario español El País pero para el caso podríamos citar a prácticamente cualquier gran diario o cadena audiovisual occidental) este "caso de doble justicia para los ciudadanos, que se aplica dependiendo del color de la piel y retrotrae a las épocas de la segregación racial, cuando un hombre blanco no sufría las consecuencias legales de matar a un hombre negro". O lo que es lo mismo: ayudemos a colocar otro ladrillo en el infame, maniqueo y absolutamente injusto muro conceptual de "los blancos son todos malvados y los negros son todos buenos". No en vano el mismo presidente norteamericano Barack Obama (ese peculiar Nobel de la Paz, aficionado a promocionar guerras, deficiente administrador de las cuentas de su país y, últimamente hemos sabido, aficionado a espiar incluso a sus mejores amigos en sus ratos libres) se refería a lo ocurrido como una "tragedia" porque "si yo tuviera un hijo sería como Trayvon". Obama decía no compartir la sentencia aunque no le quedaba otra que aceptarla porque "el jurado ha dictaminado". 


Como suele suceder en estos casos, ninguno de los grandes medios (ni por supuesto el propio presidente estadounidense) se tomó la molestia de analizar y explicar con detalle todos los hechos. Pusieron de relevancia sólo los que les parecieron bien y luego se pusieron a opinar alegremente sobre ellos, conociendo su capacidad de influenciar en las opiniones ajenas. Por ejemplo, no se destacó en ninguna parte (más bien al contrario, pues todas las informaciones iban en la misma línea de blanco-malo-mata-a-chaval-negro-en-plan-Ku-Klux-Klan) el comentario de una de las mujeres que participó en el jurado que declaró inocente a Zimmerman cuando afirmó, después de dictar sentencia, que ni uno solo de los miembros de ese jurado "consideró nunca que hubiera motivaciones raciales en  el caso". Entre otras cosas porque el acusado, a pesar de la contundencia de su apellido europeo y la insistencia de los titulares convenientemente orientados..., ¡no es estrictamente hablando una persona caucásica, un blanco (pálido, rubio y de ojos azules..., que ya sabemos que ésos son los malos por decreto), sino una persona mestiza! De madre peruana con ascendencia negra y amerindia y padre blanco, Zimmerman, a quien vemos en la foto adjunta, se había incluido a sí mismo en el censo norteamericano como hispano, no como blanco. Estos pequeños detalles que se pasan por alto a menudo suelen ser claves para entender un caso tan complejo y a la vez tan sencillo como éste, sobre todo en Estados Unidos.

Pero veamos algunos otros "pequeños detalles" que no se explican... Los hechos ocurrieron en un barrio residencial de la localidad de Sandfort, Florida, donde durante los meses anteriores al suceso, las familias de las 260 viviendas de la zona llamaron a la policía más de 400 veces para denunciar tiroteos, allanamientos de morada, robos y otros crímenes cometidos por gentes de raza negra (no es un juicio de valor, es un hecho en las denuncias presentadas). En este clima de miedo, ante la incapacidad policial para frenar las crecientes agresiones contra el barrio y siguiendo una arraigada tradición norteamericana (en realidad, de origen europeo, aunque aquí ha sido erradicada hace mucho tiempo), los vecinos se organizaron a sí mismos en grupos de vigilancia para tratar de ahuyentar a las bandas de asaltantes. Por su formación católica y multirracial, su experiencia (empleado en una aseguradora y estudiando Justicia Criminal en la Universidad Estatal de Florida) y su empatía con la gente de la zona que le conocía y apreciaba a nivel personal, Zimmerman fue elegido por votación de los residentes como coordinador de este grupo. Por cierto que si este hombre era popular en el barrio era porque echaba una mano a su comunidad en otros aspectos de su vida que tampoco fueron publicados por los medios informativos empeñados en señalarle como violento agresor racial. Así, defendía y ayudaba notoriamente a sus vecinos de raza negra, algunos de cuyos hijos le tuvieron como tutor. En cierta ocasión, incluso elevó una protesta contra el Departamento de Policía de Sanford por la paliza que varios violentos agentes propinaron a un homeless negro. 


Zimmerman, por su oficio, por su responsabilidad en el barrio y por permiso legal, estaba perfectamente autorizado a llevar un arma y utilizarla en defensa propia. La noche que ocurrió todo, llamó por teléfono a la policía para advertir de la presencia de un joven que deambulaba con actitud sospechosa en la zona, poco después de que se hubiera producido el enésimo allanamiento en una vivienda del lugar. El sospechoso era Martin, cuya imagen no debía ser muy tranquilizadora si un hombre experimentado como Zimmerman creyó necesario avisar a los agentes de la ley. Otro "pequeño detalle" que no se suele contar es que no fue Zimmerman quien se acercó a Martin, sino al revés. Al 
verse observado, y con independencia de cuáles fueran sus intenciones reales (algo que ya nunca sabremos), el joven negro se aproximó al vigilante hispano con aire amenazante y provocador, desplegando sus diez centímetros de mayor altura y su fuerza juvenil en un intento de intimidarle. Un "pequeño detalle" más que no suele aparecer relatado por los periodistas/opinadores es que su historial personal no era precisamente brillante: había sido expulsado en más de una ocasión de su instituto. Entre otras cosas porque en su taquilla personal aparecieron varias joyas (probablemente robadas, aunque no se llegó a demostrar), herramientas para forzar puertas e incluso residuos de sustancias estupefacientes... A la izquierda  aparece Martin en una foto tomada poco tiempo antes del suceso pero no distribuida por los principales medios de comunicación. Éstos prefirieron
publicar la que aparece a la derecha, tomada cuando tenía 14 años y ofrecía una imagen más inocente... Lo que sucedió después resulta confuso. Según las investigaciones, Martin huyó (quizás escuchó la sirena del coche de la policía que acudía a verificar lo que ocurría) y Zimmerman le siguió. Hubo un enfrentamiento violento entre ambos y, aunque es difícil saber qué ocurrió con exactitud, todo terminó con Zimmerman lesionado (incluyendo una brecha en el cráneo y la nariz rota, como se aprecia en esta otra imagen tomada por la policía al llegar al lugar de los 
hechos) y Martin muerto. La versión del acusado, vistos los antecedentes, parece la más lógica (y de hecho como tal la aceptó el jurado): Martin atacó a Zimmerman, le golpeó brutalmente, y éste terminó sacando su arma para defenderse. En conjunto, un incidente desgraciado, por supuesto, y producto de los gravísimos problemas sociales generados por la forma de vida corriente hoy día en nuestro mundo occidental, pero desde luego muy alejado de la historia que, aún ahora, se nos sigue vendiendo acerca de la "gran injusticia" cometida porque un brutal hombre blanco asesinó a un inocente e indefenso chaval negro y ha quedado sin castigo...

Este caso levantó pasiones en Estados Unidos, y fuera de ellos, al mostrar de nuevo las tensiones raciales que sufre una sociedad forzadamente multicultural como es la norteamericana (el mismo tipo de sociedad hacia donde nos están conduciendo en el Viejo Continente los muy obedientes líderes políticos -por llamar de alguna forma a semejante tropa de incompetentes ambiciosos- de la Unión Europea) y que acabará con el tiempo derivando en una situación mucho más grave. Porque se habla mucho del supuesto racismo violento de los blancos pero jamás se cita el equivalente del resto de razas que conforman la actual paleta de colores del homo sapiens. Y ahí va otro ejemplo: los mismos medios de comunicación que tanta publicidad dieron al caso Zimmerman-Martin no dijeron ni una palabra sobre el brutal llamamiento público a través de un video masivamente distribuido por Internet de Samir Shabazz para que los negros norteamericanos (el pudoroso eufemismo actual es el de afroamericanos) se armaran a fin de iniciar "una guerra contra los cerdos blancos" en la que proponía "sacarlos de sus casas, colgar su piel de los árboles, arrastrarlos detrás de los camiones y verter ácido sobre ellos". Entre otras lindezas, el mismo Shabazz no sólo afirmaba la "necesidad" de lanzar bombardeos selectivos contra las zonas residenciales habitadas por blancos en Estados Unidos, sino que sugería "matar a todos los bebés blancos, segundos después de que hayan nacido". Y por supuesto condenaba a Zimmerman como malvado asesino de Martin. Es más: ofrecía varios miles de dólares de recompensa a aquél que le asesinara.

En España, en Europa y, en general, en el mundo, el tal Shabazz (en la imagen de la derecha) no es ni la mitad de conocido que Zimmerman..., simplemente porque los medios no hablan de él. Y sin embargo tiene mucho más poder que el vigilante encausado y ahora indultado, puesto que es uno de los actuales dirigentes del Nuevo Partido de los Panteras Negras norteamericano, hoy integrado en la Nación del Islam: una organización radical, racista (negra) y con creencias delirantes. Por ejemplo, defienden que no hay un Alá o dios supremo sino muchos, aunque no todos lo son al mismo tiempo sino sucesivamente. El primero de ellos (que por supuesto habría sido negro) nació de la nada en un universo que surgió hace 66 trillones (sic) de años y en el que los negros, originalmente la "raza superior" fueron desplazados temporalmente del poder por una "raza demoníaca" (los blancos, incluyendo a los judíos a los que también odian y descalifican de manera particular) creada por un "científico malvado" llamado Yakub al que se identifica con el patriarca bíblico Jacob. En su opinión, el fin de los "diablos de ojos azules" está próximo y eso será entre otras cosas gracias al trabajo de este grupo fundado por un tipo llamado Wallace Fard Muhammad, de vida bastante turbia y que murió en 1934, aunque según ellos en realidad no falleció sino que fue trasladado a una nave espacial porque es el actual Alá... A pesar de las barbaridades lanzadas a diestro y siniestro por Shabazz, el Departamento de Justicia del gobierno de Barack Obama no ha movido un dedo contra él, los editorialistas de la prensa norteamericana no se han mostrado en absoluto preocupados, las organizaciones pro derechos humanos no han abierto la boca e incluso el poderoso lobby judío estadounidense mira hacia otra parte. ¿Por qué? ¿Hubiera sucedido lo mismo si hubiera sido un racista blanco quien llamara al exterminio de los negros? No hace falta ser Mac Namara para darse cuenta de que, como de costumbre, se nos escamotea información importante.

Así que, volviendo al asunto de la justicia, parece bastante claro que no debemos esperar gran cosa de la humana. Yo personalmente no lo hago, porque las sentencias de los magistrados homo sapiens se asemejan a lanzar una moneda al aire, una moneda trucada: a veces cae de un lado, a veces cae del otro, pero caiga como caiga no es por casualidad sino porque alguien la ha empujado hacia ese lado obedeciendo a menudo ocultos intereses. El maestro Khalil Gibran dejó escrito en cierta ocasión, acerca de la insuficiencia de los leguleyos, lo siguiente: "Y vosotros, jueces que pretendéis hacer justicia, ¿qué sentencia pronunciariais para el que, siendo honrado en la carne, es un ladrón en el espíritu? ¿Y qué pena impondriais a quien asesina en la carne, pero a su vez ha sido asesinado en espíritu? (...) No podéis dar remordimiento al inocente, ni quitarlo del corazón del culpable. Sin que se le llame, el remordimiento gritará durante la noche, para que los hombres despierten y se observen en lo profundo de sí mismos. Vosotros, que quisierais entender la Justicia, ¿cómo lo haréis, a menos que consideréis que el que se yergue erecto y el caído no son sino un mismo hombre, en pie a la luz del crepúsculo, entre la noche de su yo pigmeo y el día de su yo Dios, y que la piedra angular del templo no es en realidad más alta que la piedra más baja de sus cimientos?" 
Por fortuna, nos queda una esperanza y ésa es la Justicia estelar, la que propicia la propia Naturaleza, que los antiguos egipcios simbolizaron en la imagen de la diosa Maat, hija de Ra, la que porta una pluma de avestruz en su tocado y extiende sus alas protectoras sobre aquéllos que de verdad se han hecho merecedores de su clemencia. Maat se ocupa de administrar justicia desde un punto de vista universal y mantiene la delicada armonía de las cosas aplicando esa ley que los orientales bautizaron con el nombre de karma y que básicamente consiste en reequilibrar constantemente el mundo: si tomaste de más, te quitarán lo equivalente pero con mayor dolor; si tomaste de menos, la diferencia te será restituida y además de la mejor forma posible... Pasa siempre y con todas las personas. Y no importa que uno no crea en estas cosas, porque funcionan de todas maneras: tampoco hace falta creer en la ley de la gravedad para tropezarse y caerse al suelo. Por ello cada vez que cometo un error suelo preocuparme por compensarlo lo antes posible motu proprio antes de que se presente alguno de los enviados de Maat a cobrarme una multa cósmica.
 



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