Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 10 de abril de 2013

Seguir la bandera

Hace unos días desaparecía oficialmente del panorama bancario una de las marcas financieras más conocidas de España. Tan conocida, como que llevaba más de cien años funcionando. Hablo del Banco Español de Crédito, o Banesto como se le llamaba popularmente, que venía operando desde su fundación en 1902. Hoy, está definitivamente fagocitada por el Grupo Santander y pronto su nombre se habrá desvanecido de la memoria, como tantos otros sepultados por toneladas de acontecimientos históricos. Por no abandonar el sector bancario, ¿alguien se acuerda ya del en su día importante Banco de Vizcaya? Pues no hace tanto tiempo que fue, a su vez, engullido por otro para acabar formando parte de otro grupo: el BBVA (que significa precisamente Banco de Bilbao Vizcaya Argentaria, englobando estas, en su día, tres entidades distintas). De pronto, uno se pone a pensar y se percata de que, al menos en lo que se refiere a las sociedades financieras, hay una tendencia general (y no sólo en España, sino a nivel mundial) hacia la concentración, que convierte a este tipo de empresas casi en inmortales. En efecto, excepto unas (pocas) entidades quebradas y desaparecidas (y si examinamos la intrahistoria nos encontraremos con razones muy curiosas para justificar su quiebra), da la impresión de que los bancos, como buenos vampiros que son, no mueren sino que poseen el poder de perpetuarse en el tiempo aunque sea "reencarnándose" con otro nombre.


Hay algunos investigadores (entre ellos, cómo no, mi querido Mac Namara) que piensan que los bancos no son los únicos organismos que actúan de esa manera y tal vez no les falte razón... En su opinión, el desarrollo de las sociedades humanas se basa en distintas etapas históricas en las que los mismos grupos de gente han dominado siempre la situación, pero cada vez dusfrazados de formas políticas, económicas, sociales o religiosas sólo en apariencia distintas. Usando de nuevo mi libro favorito, el Refranero Español, digamos que han hecho bueno aquello de "Son los mismos perros con distintos collares". Estos grupos han trabajado siempre para la misma vieja causa: el dominio del mundo, por razones y con intenciones que ahora no viene a cuento debatir. Su última gran herramienta con la que, la verdad, parecen más cerca que nunca de conseguir su objetivo, es la Mundialización o, como se le ha rebautizado en los últimos años: la Globalización. 

Y lo cierto es que si miramos a nuestro alrededor, no nos faltan ejemplos inquietantes acerca de la veracidad de esta hipótesis. Por ejemplo, una bandera. Es importante una bandera. Aunque anarquistas y pacifistas de todo el planeta las consideren como simples trapos que sólo sirven para fomentar enfrentamientos y guerras, para muchas personas los colores y los símbolos que reflejan las banderas significan mucho más. Albergan sentimientos muy profundos y resumen toda una filosofía de la existencia. Y guardan secretos. Tomemos el ejemplo de una insignia muy concreta (atención a las imágenes que ilustran este artículo, porque son básicas para entender el desarrollo de la cuestión): la llamada Insignia Roja, también conocida como Red Duster (el Paño Rojo).  Nació a comienzos del siglo XVII como emblema de la Royal Navy
(la Armada Real británica), aunque a posteriori se empleó específicamente para la flota mercante del Reino Unido. Como su nombre indica, se trata de una gran banderola roja, en cuya esquina superior izquierda aparece representada la Union Jack o bandera oficial británica. A día de hoy todavía se sigue utilizando. En el cartel propagandístico de la imagen, de los años cuarenta del pasado siglo, se ensalza su valor para mantener "nuestra Isla Fortaleza" a pesar de "los riesgos que corren por usted" y que en aquel momento, tal y como se describen, abarcaban desde el ataque de cazabombarderos hasta minas submarinas, pasando por submarinos y buques de guerra, todos ellos enemigos.

 La Red Duster se hizo tan popular que no resulta extraño que acabara siendo monopolizada por una de las empresas más famosas de todos los tiempos, basada precisamente en el comercio marino: la Compañía Británica de las Indias Orientales (en inglés, en original, la "Honorable" Compañía..., aunque por lo que sabemos acerca de su historia de poder, corrupción y maquinaciones de todos los calibres se la pueda calificar de muchas maneras menos de honorable). Nacida precisamente en el siglo XVII gracias a una carta real de la mismísima reina Isabel I de Inglaterra para garantizar el monopolio del comercio con las Indias Orientales durante 15 años, con el tiempo la Compañía acabó expulsando a la competencia (sobre todo holandeses y portugueses, pero también a otros europeos, y muchas veces a tiro limpio) y acaparando rutas por todo el mundo en las que gobernaba, incluso dentro de la misma India, como una especie de Estado dentro del Estado.

De hecho, desde la época de Carlos II, esta sociedad "comercial" tenía reconocido el derecho real para crear ejércitos (los famosos casacas rojas) y conducirlos a la batalla, declarar la guerra o firmar la paz, crear alianzas con otros países e incluso ejerecer la jurisdicción civil y criminal (!) en las regiones del mundo donde navegaran sus barcos. Para cuando la Compañía fue oficialmente disuelta en 1858, a medidados del siglo XIX, gobernaba en la India, Birmania, Singapur y Hong Kong, ocupaba las Filipinas y Java y tenía bases en numerosos puntos de diversas costas en todo el planeta: se calcula que ¡una quinta parte de la población mundial! estaba regida bajo su autoridad directa. No pocos ciudadanos británicos habían criticado (en voz baja, por supuesto) a su gobierno e incluso a su rey por considerar que ambos no eran, en el fondo, más que meros títeres de los prebostes de la sociedad. Su bandera era una adaptación de la Insignia Roja, pero introduciendo varias franjas blancas en el fondo rojo.

¿Nos suena de algo este diseño? Comprobémoslo en este cuadro que recoge uno de los momentos de la guerra de independencia de los Estados Unidos. Independencia respecto al Reino Unido, no lo olvidemos. En la pintura se puede apreciar a la izquierda, montado a caballo, nada menos que al gran general y futuro primer presidente norteamericano George Washington junto a un numeroso grupo de patriotas en el momento de izar la que fue utilizada en 1775 como primera bandera del naciente país. La conocida como Grand Union Flag o Bandera de la Gran Unión (norteamericana). Exactamente: 
es la misma que la de la Compañía de las Indias, aunque el número de franjas (siete de color rojo y otras seis de color blanco) ha aumentado para representar a las trece colonias originales. ¿No resulta cuando menos extraño que una gente que está intentando independizarse y crear su propio Estado adopte una enseña en la que aparece la bandera del mismo país del que pretenden liberarse? Por cierto que en aquella época las cruces inglesa y escocesa que vemos representadas juntas en esta enseña no se conocían tanto como Union Jack sino que recibían el nombre de
King Colours (Colores del Rey), lo cual resulta tanto más llamativo cuanto que los nacientes Estados Unidos venían al mundo no como una nueva monarquía sino como una república democrática, con las ventajas que se le suponían al segundo régimen político respecto al primero... Para que no quede duda alguna sobre la existencia real de esta bandera, ahí tenemos un sello moderno en el que se la recuerda.

Más tarde, en el congreso continental de 1777, cuando el conflicto bélico arreciaba, los rebeldes coloniales decidirían modificar la primera enseña
(resultaba todo tan descarado...) y sustituirla por la primera versión de la conocida desde entonces como Stars and Stripes (Estrellas y barras, aunque en español, ignoro el motivo, siempre fue más conocida por el nombre de Barras y estrellas). ¿No hay un detalle especialmente interesante en este emblema? Me refiero, por supuestos a las estrellas que sustituyeron a los Colores del Rey... Y que, por cierto, también son trece, al igual que las franjas de color. Esa cifra tan particular... ¿Es un detalle redundante o un símbolo de otra cosa? Lo cierto es que a partir de 
aquel momento los norteamericanos asociaron su idea de patria con estos signos. La que vemos aquí a la derecha es una versión moderna de la Stars and Stripes. Las estrellas son más y ya no aparecen formando una corona sino alineadas una junto a otra como perfectos soldados de un ejército cósmico, puesto que el país adquirió la costumbre de ir añadiendo una estrella por cada nuevo Estado que se adhiriera a su unión política.

  
Respecto al "detalle especialmente interesante", supongo que para ninguno de nuestros lectores habrá pasado inadvertido el hecho de que las estrellas de la bandera norteamericana de 1777 aparecen reflejadas exactamente igual que en la bandera de la Unión Europea, creada mucho tiempo después: en la segunda mitad del siglo XX. ¿Otra coincidencia? Hum...


Así que ahí tenemos una curiosa evolución, desde una insignia en teoría puramente comercial hasta el estandarte de la primera superpotencia de nuestra época. Se supone que representan a realidades muy diferentes pero, ¿cuáles son los poderes reales que simbolizan, más allá de lo que, en general, creemos que simbolizan?
 
 Por cierto, volviendo al comienzo de esta historia, hay que señalar que el Banesto no apareció de la nada en
el espacio bancario español. Había surgido a su vez de una sociedad bancaria de capital francés constituida en 1856 por cierto personaje llamado Isaac Pereire. Varios grupos de financieros lo pusieron en marcha guiados por el apellido Pereire, gracias a una nueva ley de sociedades de crédito que había entrado en vigor poco tiempo atrás...

Sí, todo está conectado de alguna forma.



 













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