Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 19 de abril de 2013

Gusanos auditivos

Ahora que está muy de moda practicar diferentes limpiezas e higienizaciones físicas para librar al cuerpo de todo tipo de parásitos internos sobre todo en el sistema digestivo, como por ejemplo la cándida, convendría recordar que las principales infecciones padecidas por el ser humano tienen que ver más bien con otro tipo de invasores silenciosos: los que ingresan en nuestro cerebro, encuentran un almohadón mullidito entre neurona y neurona y se instalan allí para siempre. Y lo peor no es que vivan a nuestra costa, sino que empiezan a actuar sobre nuestros análisis, opiniones y creencias y acaban determinando muchas de nuestras decisiones. Son como malware, ese tipo de paquetes informáticos maliciosos que se cuelan en nuestros computadores para estropearlos o, lo más interesante desde nuestro punto de vista, para zombificarlos: ponerlos al servicio de alguien ajeno a nosotros y usarlos según sus intereses. ¿Cuántos homo sapiens no son hoy día más que simples zombies que creen abrazar banderas libremente y actuar por propio convencimiento cuando en realidad no hacen otra cosa que seguir obedientemente el dictado de instrucciones de fuera? Sin embargo, nadie plantea poner en práctica limpiezas mentales internas regulares para quitarnos todas estas porquerías.

Igual que los parásitos físicos, existen diferentes tipos de parásitos mentales. Y no todos parecen peligrosos, sino todo lo contrario. En realidad, es lógico: si yo fuera Satanás y tuviera que ir tentando por ahí a las mujeres para hacerlas brujas y ponerlas a mi servicio, lo último que se me ocurriría es aparecerme en toda mi gloria y esplendor infernales, con cuernos, patas de cabra y tridente..., más bien me presentaría como un macizo arrollador de sonrisa impecable, labia aduladora, bolsillo lleno de dinero para gastar y unas flores preciosas para regalar a mis víctimas. Y si se tratara de tentar a hombres, pues lo mismo pero con el sexo opuesto. De la misma forma que el esclavo más sumiso es aquel que piensa ser libre, se parasita con mayor facilidad a quien cree estar haciendo lo que le da la gana sin plantearse siquiera que pueda estar en riego de ser vampirizado.

Por ejemplo, ahí tenemos el Ohrwurm o gusano auditivo tal y como lo bautizaron los psiquiatras alemanes a finales del siglo XIX. Ya uno de los colaboradores directos de Freud, Theodor Reik, describía el fenómeno haciendo hincapié en que el estudio de este parásito mental "ofrece al analista un indicio para llegar a la parte más secreta de la vida emocional en cada persona".  En esta época de dictatorial anglosajonización
  el término ha sido britanizado y popularizado como earmworm, aunque algunos investigadores prefieren denominarlo MIR, las siglas de Musical Imaginary Repetitions (Repeticiones Musicales Imaginarias), tal y como los rebautizó el neurocientífico Sean Bennett, de la Universidad de Cambridge. Bennett planteó que los MIR no eran otra cosa que demostraciones de un nuevo tipo de memoria que llamó audio-eidética (se ve que a este hombre le gusta poner nombre a todo, como Bob Dylan en su pegadiza canción de Man gave names to all the animals) y que se ven reforzadas por la música, que ayuda a recordar las palabras que se desea imprimir en el recuerdo.

Un momento, un momento... Cualquier lector que haya escuchado alguna vez la citada canción de Bob Dylan la habrá recordado ipso facto al mencionarla y lo más probable es que empiece a tararearla, aunque sea el estribillo. Y si desde este mismo momento a aquél otro en el que se vaya a dormir ese estribillo reaparece en sucesivas ocasiones sin que uno pueda ya quitárselo de la cabeza, entonces sabrá lo que es un gusano auditivo. En efecto, a pesar de que fueron oficialmente detectados al menos hace un par de cientos de años, estos parásitos están especialmente relacionados con la cultura contemporánea a través de la música pop, las bandas sonoras y la publicidad, donde se multiplican y crecen a velocidad de vértigo. Y prácticamente todos los hemos sufrido (más de un 98 por ciento según los estudios elaborados por el propio
Bennet). Otro neurólogo, Daniel Levitin, esta vez de la universidad canadiense McGill, los describe como fragmentos auditivos muy breves, inferiores a los treinta segundos, lo que les hace ideales para los jingles publicitarios. Existen multitud de ejemplos prácticos, como el de Nocilla. Esta famosa crema de avellana utilizó varios eslóganes publicitarios como Es única, Sólo Nocilla es Nocilla o La merienda de los hombres fuertes, pero sólo uno de ellos ha perdurado en el tiempo, y es el que nos taladró la mente con una melodía característica. Es aquél que reza: Leche-cacao-avellanas-y azúcar...-No-ci-llaaaa. Prueba de lo bien que funciona, es que se instaló en nuestra mente hace tantos años y aunque haga el mismo tiempo que no consumimos la marca la publicidad moderna no necesita incluir el eslógan. Basta con reproducir la música para que nuestro cerebro automáticamente recupere el texto y nos lo imponga en nuestro recuerdo, aunque nosotros no lo deseemos..., y además con un plus de simpatía hacia el producto.

 Un experto en mercadotecnia de la universidad norteamericana de Cincinnati llamado James Kellaris identificó cuatro características definitorias del gusano auditivo, que se parecen mucho (por no decir que son idénticas) a las de los anuncios más eficaces. En primer lugar, la repetición. Contrariamente a lo que piensan muchos legos, la publicidad más rentable y eficiente no es la mejor hecha sino la que impacta en mayor número de ocasiones sobre su público. En segundo lugar, la simplicidad musical. Algo muy evidente, aunque a menudo lo olviden los sesudos y desconectados ejecutivos publicitarios que pagan fortunas por composiciones extravagantes firmadas por músicos prestigiosos en campañas que a menudo no ofrecen los resultados apetecidos, es que somos muy perezosos y nos resulta más agradable recordar una cancioncilla tonta pero fácil que un tema originalísimo. En tercer lugar, la incongruencia entre texto y música. Esto se puede ampliar también a las imágenes, de forma que resulta mucho más llamativo combinar por ejemplo una serie de imágenes dramáticas con el fondo musical de una cancioncilla infantil. Y en cuarto lugar, la incongruencia también entre ritmo y métrica. Con estos datos, hace pocos años un laboratorio de investigación musical elaboró en Canadá una lista con los gusanos auditivos más populares. Ahí aparecían temas muy radiados en aquel momento como la lacrimógena canción You're Beautiful de James Blunt, clásicos contemporáneos como The lion sleeps tonight o temas de bandas sonoras como Mission impossible. Seguramente si hoy se reelaborara esta lista tendríamos cambios interesantes en la misma, aunque los investigadores reconocen que hay cerebros y cerebros. Algunos, muy sencillos de invadir. Otros, verdaderas fortalezas mentales.

Ojalá aprendiéramos a limpiar estos molestos gusanillos internos, igual que nos duchamos a diario o nos cortamos las uñas periódicamente, porque su peligro no radica tanto en los mensajes para que compremos diversos artículos de consumo sino en los otros mensajes que no percibimos conscientemente.










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