Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El enigma de GEO 600

GEO 600 es el nombre de un detector de ondas gravitacionales que se puso en marcha en Hannover, en Alemania, en 2006 y que se presentó como una especie de revolución en el campo de la astronomía. Su misión básica consistía en captar, por vez primera de forma directa, esas ondulaciones del espacio/tiempo tan escurridizas (las susodichas ondas gravitacionales) producidas por cuerpos masivos acelerados, como por ejemplo los agujeros negros, y cuyos particulares meneos harían las delicias especulativas de Sheldon Cooper, el personaje estrella (nunca mejor dicho) de la serie The Big Bang Theory. La famosa teoría de la relatividad de Einstein ya pronosticó en su día la existencia de estas olas cósmicas y los científicos tenían la esperanza de que este nuevo instrumento confirmara sus expectativas en este sentido. 

La verdad es que, durante el tiempo que lleva funcionando, GEO 600 no ha conseguido precisamente un gran éxito. De hecho, sus resultados son bastantes decepcionantes para todo lo que se esperaba de él... Pero he aquí que hace unas semanas se ha encontrado inesperadamente con lo que algunos investigadores han calificado como el que podría ser el más importante descubrimiento de la Física durante el último medio siglo: nada más y nada menos que el borde del Universo, el límite básico del espacio tiempo.

No se sabe muy bien lo que ha encontrado este artefacto: tan sólo que se trata de una especie de "ruido de fondo" de frecuencias entre los 300 y los 1.500 hertzios, que no encaja en la maraña de datos que en teoría debería haber recogido. Sin embargo, el astrónomo y físico Craig Hogan, director del norteamericano Fermilab Center for Particle Astrophysics en Chicago y defensor de la teoría holográfica del universo, cree que el GEO 600 acaba de proporcionar la prueba definitiva de que su teoría es cierta. Hogan, aquí a la derecha, planteó hace ya cuatro años que el universo en tres dimensiones en el que se supone que existimos no es tal, sino un holograma, como la imagen que aparece por ejemplo en las tarjetas de crédito. 

Resumiendo mucho, un holograma no es otra cosa que una foto de dos dimensiones (la altura y anchura normales) tratada de una forma tal que, cuando la luz rebota sobre ella, adquiere la apariencia de poseer también la tercera (la profundidad) pero en realidad no la tiene. En su opinión, objetos extraños como los agujeros negros, donde el espacio y el tiempo se comprimen de un modo que aún no hemos terminado de entender bien, sugieren que la tercera dimensión que conocemos no es más que una ilusión: tal vez, una proyección del tiempo entrelazado con la profundidad, que se mantiene y parece existir sólo porque nuestros sentidos son limitados..., pero que podría desaparecer si fuéramos capaces de construir un equipo lo bastante potente como para superar los límites explorados hasta ahora.

Para tratar de probar su teoría, Hogan se embarcó en la construcción de lo que denominó "holómetro": una complicada e hipersensible máquina diseñada para medir el espacio y el tiempo que empezó a desarrollar en su laboratorio de Chicago. El "ruido" captado por el GEO 600 podría hacer innecesario semejante mecanismo, dado que su análisis correcto y completo podría darle directamente la razón. Hogan cree que se trata del punto exacto en el cual el espacio tiempo deja de portarse como "el suave continuo descrito por Einstein" para "disolverse" en una especie de "granos", de la misma manera que una imagen de ordenador lo bastante ampliada queda deformada y pixelada, granulada, a medida que le metemos más y más zoom. Si sus impresiones son correctas, lo que habría detectado la máquina instalada en Hannover es la visión borrosa que de acuerdo con la teoría matemática deberíamos realmente llegar a poseer de un universo holográfico si fuéramos capaces de captarlo desde su interior, como podría ser perfectamente el caso.

Si esto es así, nuestro universo (y eso nos incluye a nosotros como personas y a todas y cada una de nuestras actividades en la Tierra) no sería otra cosa que una simple proyección holográfica de procesos físicos que no suceden de verdad aquí y ahora, sino en una superficie bidimensional muy alejada de nosotros. Es decir, no seríamos otra cosa que reflejos de la verdadera realidad. Caramba, caramba..., pero..., ¿no era esto, con otras palabras, exactamente lo mismo que decía mi querido maestro Arístokles Platón cuando hablaba del mundo de las Ideas puras, del cual todo cuanto creemos conocer en el plano físico (empezando por nuestro propio cuerpo) no es sino una pálida copia de baja calidad? Igual que sucede con algunas exploraciones de vanguardia en el campo de la física cuántica, nos encontramos de nuevo con el hecho de que los materialistas científicos contemporáneos están empezando a alcanzar a través de sus máquinas similares conceptos y conclusiones a los manejados en su día por ciertos reyes filósofos de la antigüedad. Han tardado unos cuantos miles de años, pero más vale tarde que nunca...




La posibilidad de que Hogan esté en lo cierto en sus deducciones resulta tan excitante que los responsables del GEO 600 han puesto en marcha nuevas pruebas, modificando la sensibilidad máxima del detector hacia frecuencias superiores, con el fin de confirmar la información ya recogida.

En todo caso, este físico y astrónomo de Chicago no es el único que se plantea muy en serio la posibilidad del holograma. Hace pocos días se hizo pública la investigación de un equipo de científicos de la Universidad de Washington que estudia, así de directamente lo han confirmado, "si vivimos en una simulación al estilo de la popular película 'The Matrix', la cual consistía en un programa de ordenador al que se conectaban los seres humanos para vivir dentro de una realidad virtual".  La hipótesis que se maneja en este caso es que el mundo que nos rodea podría ser una simulación creada por una entidad inteligente..., pero ¿quién? ¿Extraterrestres de una civilización avanzada que se divierten siguiendo el desarrollo de diversas especies en planetas de diferentes características? ¿Androides mecánicos estudiando el desarrollo de la vida natural? ¿Humanos del futuro que recrean su pasado (nuestro presente) para insertarse esporádicamente en él y participar en un espectacular juego de rol cósmico? 

Por cierto, ahí tenemos a otro equipo de investigadores de vanguardia sumándose, seguramente sin quererlo, a la teoría del Diseño Inteligente, tan criticada por los partidarios del Evolucionismo...

Sean quienes sean, de donde sean y de cuando sean, parece obvio que los creadores de este universo holográfico (si se confirma que es ahí donde "vivimos") son por completo ajenos a nosotros. Se supone que nuestra ciencia apenas es capaz de formar con cierta exactitud un fragmento virtual de 100 trillonésimas de metro, así que como para plantearse recrear un planeta y ya no digamos un universo entero. La idea de los expertos de Washington es buscar y tal vez encontrar (gracias a las mejoras en los programas informáticos y contando con bastantes años por delante para trabajar y cruzar un número creciente de datos) una serie de "marcas de fábrica" consistentes en patrones universales subyacentes, así como restricciones impuestas en simulaciones con recursos limitados. Como cuando al emplear un videojuego en el que hemos de explorar una casa en busca de zombies nos encontramos con puertas que no podemos abrir, simplemente porque forman parte del decorado: no son puertas reales que podamos usar o que conduzcan a alguna parte, sino que están ahí sólo en apariencia, para adornar. De la misma manera, en este universo deberíamos encontrarnos con calles literalmente sin salida, como en la muy recomendable película Nivel 13. 

¿Seremos capaces de soportar la verdad, si algún día tenemos acceso a ella? Los antiguos, que sabían mucho más que nosotros, nos advirtieron contra la necedad del hombre corriente que pretende contemplar a Isis desnuda, arrancando por la fuerza sus siete velos en lugar de hacerse merecedor de que ella se desprenda de los mismos uno por uno. La muerte, y aún la locura, no eran los peores destinos del insensato que osaba blasfemar de esta manera contra la diosa.









 


 

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