Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Pasarse de listo

Cracked es una de las muchas páginas web norteamericanas en las que podemos encontrar listas insólitas sobre casi cualquier cosa que a uno se le pueda ocurrir, comentadas irónicamente: desde Cinco proyectos espaciales más impresionantes que el Mars Rover hasta Cinco subgéneros bizarros del género de terror pasando por Seis canciones populares sobre las que usted no tenía idea de que contenían mensajes subliminales. No es más que la traslación a Internet de una de las manías más curiosas del homo sapiens: su pasión por confeccionar listas presuntamente definitivas que le permitan encerrar el conocimiento básico en pequeñas cápsulas siempre bajo control, de acuerdo con el orden artificial del mundo que se empeña en aplicar por encima del de la Naturaleza. Hasta el eruditísimo e intocable (intelectualmente hablando) Umberto Eco cayó en la tentación en aquel texto encargado por el Museo del Louvre y publicado luego con el título de El vértigo de las listas. Allí enumeró fragmentos literarios con compilaciones de lo más surrealista: desde las cosas que había en el cajón de la cocina de Leopold Bloom en el penúltimo capítulo del Ulises de James Joyce (¿de verdad hay algo más surrealista que esto?) hasta los barcos que armaron los aqueos para tomar Troya al asalto, según la información facilitada por Homero en la Ilíada.
 
Volviendo a Cracked, tiene muchos artículos con los que uno puede o no estar de acuerdo pero que resultan francamente graciosos o al menos entretenidos y que demuestran que la gente tiene mucho tiempo libre para escribir sobre casi cualquier idea, por peregrina que sea (bueno, no sé si soy precisamente el más indicado para decir eso...). Uno de los que me han llamado la atención es Las cinco formas más estúpidas con que la gente aparenta ser inteligente, porque me he dado cuenta de que caigo en más de una y eso me preocupa. Bien, en realidad le preocupa a mi imagen, que tiene tan buena opinión sobre sí misma..., porque, lo que es a mi Yo, le trae completamente al pairo. Pero veamos ya sin más dilación cuáles son esas maneras de pasarse de rosca según los finos analistas de esta web:

1.- En primer lugar, negarse a discutir. Una frase afortunada de las muchas que recorren la red afirma que "uno nunca debe ponerse a debatir nada con un idiota, porque si se pone a su nivel siempre va a resultar perdedor" pero esto no es exactamente así. Cracked afirma que el 80 por ciento de la gente que no entra al debate por darse aires de madurez, sofisticación o incluso sabiduría, en realidad es incapaz de exponer y defender con claridad sus propias creencias y opiniones respecto a lo que se está debatiendo. Mantenerse en un silencio en apariencia fruto de la indiferencia es una forma de que "por error crean que estás sumido en una reflexión tranquila" y por supuesto muy sesuda. Recurriendo a otro pensamiento equivalente tan popular como divertido, es algo semejante a lo de "prefiero guardar silencio y parecer tonto que abrir la boca y confirmar que lo soy". Aún más allá, asegura la web: "cuando alguien dice: 'Bueno, debatiré este asunto con la gente cuyas opiniones realmente importan', nueve de cada diez veces quiere decir: 'Debatiré este asunto con mis amigos más cercanos, que estarán de acuerdo con lo que yo digo". Alguien que se niega sistemáticamente al debate, concluye, suele hacerlo en la mayoría de las ocasiones por arrogancia o, más bien, por no mostrar su incapacidad real para debatir.

2.- Citar a Franz Kafka. La verdad es que aprenderse y soltar de vez en cuando unas cuantas frases de autores literariamente famosos como Shakespeare, Cervantes, Joyce, Quevedo o tantos otros confiere un barniz rápido de ilustración e intelectualidad con el cual impresionar sobre todo a aquellas personas cuya única lectura es la del listín telefónico o la guía de programas de televisión. Además, en los últimos años Internet ha ayudado mucho a los aficionados a reunir su propio dossier de frases-famosas-para-la-ocasión: hay multitud de páginas web recogiendo todo tipo de ocurrencias, y no sólo de literatos, sino de filósofos como Lao Tsé, políticos como Winston Churchill o aventureros (¿qué fue, en el fondo, sino eso?) como Napoleón. Cracked la toma especialmente con Kafka porque el redactor de la lista debe estar un poco harto (o al menos así lo sugiere) de que sus vecinos utilicen el término kafkiano para referirse constantemente a casi cualquier problema con la burocracia y aprovecha para recordar que este escritor judeocheco es conocido por unos pocos cuentos, el más famoso de los cuales es La metamorfosis, así como su novela El proceso. Pero insiste en que fue "completamente desconocido en su época, aunque se volvió un respetable autor después de su muerte". En realidad, como la mayoría de autores literarios más populares.

3.- Corregir los errores triviales de los demás. Es un clásico y suele estar relacionado con el modo número 2 de intentar siempre quedar por encima. Una cosa es corregir algo importante y que puede resultar de ayuda para la persona advertida: por ejemplo, un error en el trabajo que puede afectar a la producción o una laguna cultural que puede llegar a perjudicar  a la persona ante una oportunidad social de cualquier tipo. Otra cosa muy distinta, a la que se refiere este punto, es estar sistemáticamente encima de los otros, tratando de demostrar lo mucho que sabe uno, al estilo de Sheldon Cooper, el irritante y divertido personaje de The Big Bang Theory con un alarmante parecido físico a cierto ex presidente del gobierno español. Algo del estilo: "-¿Qué hora es? -Las ocho y cuarto. -No, las ocho y diecisiete minutos, si no te importa".


4.- Hablar constantemente de lo mucho que a uno le gusta y/o sabe acerca de música jazz. Si uno quiere quedar como una persona reflexiva, sensible, inteligente..., más vale no reconocer que lleva a Justin Bieber en su iPod o que en las fiestas disfruta bailando la Macarena. Sin embargo, quedará siempre "por encima" si cita, por ejemplo, algún incunable de Thelonius Monk, al que la propia web que ha publicado esta lista describe como "uno de los más importantes músicos de todos los tiempos". Y es que, por algún extraño motivo, el jazz se ha identificado casi desde su nacimiento (a excepción de en la Alemania del Tercer Reich, donde estaba calificada dentro del saco de la llamada "música degenerada") con la intelectualidad. La verdad es que se trata de un nuevo triunfo de la publicidad políticamente correcta: desde hace años numerosos escritores y artistas norteamericanos como el cineasta Woody Allen han mostrado públicamente su preferencia por el jazz y, teniendo en cuenta que vivimos bajo el imperio audiovisual de Yankeelandia, muchos listillos que ni saben, ni entienden, ni siquiera les gusta especialmente este tipo de música, se apuntaron al carro de inmediato.


5.- Burlarse del concepto de Dios. Para un listillo que siempre aspira a quedar por encima del resto de los mortales, resulta a menudo irresistible la tentación de quedar también por encima de los inmortales. Además, es muy sencillo. Basta con abrazar la causa del ateísmo o, en su defecto, del materialismo más grosero. Lo cual, igual que sucede con el punto 4, da un punto de "intelectualidad" muy llamativo, ya que son muchos los personajes públicos relacionados no sólo con el espectáculo sino con la ciencia y la tecnología que se confiesan seguidores de esta bandera. No importa que el homo sapiens pertenezca a una especie infantil (desde el punto de vista biológico) y de percepción limitada, ubicada en un pedazo de roca (que ni siquiera ha explorado por completo) en las afueras de una galaxia muy normalita. No importa que los propios científicos reconozcan que el 90 por ciento o más del Universo esté formado por lo que llaman "materia oscura" (oscura, porque no saben lo que es, ni lo que significa), igual que descalifican el 90 por ciento de nuestra composición genética con el nombre de "ADN basura" (basura igual que oscura: entiéndase que, en realidad, no tienen ni idea de para qué sirve). No importa que esté más que demostrado por estos propios científicos que nuestros sentidos nos engañan y que lo que vemos, oímos, olemos, tocamos..., no existe en realidad sino como una simple convención social adaptada a partir de la cultura. Los inquisidores del racionalismo emulan a sus colegas antitéticos, los inquisidores de la fe, y siempre tienen un hueco en sus filas para aquéllos que se adhieren incondicionalmente a sus principios. En su caso, eso implica antes que nada estar dispuestos a burlarse de todo aquél que duda acerca de la posibilidad de la existencia de un ser superior al hombre ya que, en su soberbia, piensan (aunque a menudo ni siquiera lo reconozcan) que el ser humano se encuentra en lo más alto de la pirámide evolutiva.


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