Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Invasión alien

Uno de los anuncios de televisión más ridículos (seguramente por lo realista que es, puesto que demasiada gente hoy en España piensa como el tipo de la cerveza que lo protagoniza) que he visto estos días es ése en el que aparece una gigantesca nave espacial que se supone llena de monstruos alienígenas dispuestos a conquistar la Tierra aprovechando que "estamos de bajón". Para convencer a los extraterrestres de que se vuelvan por donde han venido, en lugar de amenazarles con defendernos de la invasión aunque sea a botellazo limpio, el protagonista echa mano de una sucesión de tópicos del buenrrollismo a cual más ficticio.

Desde el "nosotros no tenemos amigos, sino hermanos" (no hay más que ver las puñaladas traperas a las que somos tan aficionados por aquí, que nos hicieron acuñar hace ya siglos aquel conocido refrán: "De los amigos guárdeme Dios que de los enemigos ya me guardo yo") hasta "tenemos abuelos: ¿tú sabes lo que es hablar con ellos de lo que sea?" (como si les hiciéramos algún caso..., bueno, eso si antes no los hemos metido en un asilo para quedarnos con su piso), pasando por el inconfundible "con muy poco nos venimos arriba, como nuestro equipo de fútbol que nunca ganará la liga pero del cual me siento muy orgulloso" (en efecto, es "cualquier cosa", si bien aquí echo de menos un añadido del guión: "y con nuestra telebasura llena de gentuza que se pasa el día contando 'secretos inconfesables' de otra gentuza" o una frase semejante). Ah, y naturalmente, también está "la cerveza de los sábados" (y del resto de los días, que no vivimos en Estados Unidos y aquí el consumo, y hasta el abuso, de alcohol no sólo está bien visto sino que es casi obligatorio en cualquier acto social) que es la que paga el anuncio. Al final del spot, los aliens se van, pero me da la impresión de que lo hacen no por el susto que les ha metido en el cuerpo el del botellín,  sino porque el discursito les ha hecho recapacitar y acaban por darse cuenta de que no resulta rentable conquistar a semejante panda.

Este anuncio demuestra una vez más que la posible invasión extraterrestre de nuestro planeta ya se ha convertido en algo más que la canción del verano. Es un auténtico icono de las nuevas generaciones, tan entontecidas con el progreso tecnológico como en general ignorantes de la necesidad del verdadero (el único) progreso: el interior. El porcentaje de personas que está convencida de la próxima llegada, e incluso de la inminente llegada, de alguien desde la Última Frontera crece cada día que pasa, aunque dividida en dos grandes grupos: la de los convencidos de que los ETs serán criaturas amistosas y respetuosas, auténticos "hermanos cósmicos del espacio" deseosos de enseñarnos todos los secretos del universo e incorporarnos a alguna Federación Intergaláctica, y la de los que piensan que según pongan el pie en el suelo (o antes) empezarán a destruir ciudades, matar gente y esclavizar a los supervivientes.

Por cierto que a propósito de ese futuro desembarco alienígena existe también un clásico de la conspiranoia: el Blue Beam Project, el Proyecto Haz de luz (o Rayo) Azul. A Mac Namara le fascina especialmente esta teoría, que sugiere un vasto y complicado plan destinado a imponer el gobierno mundial a partir de la recreación de un auténtico fin del mundo completamente artificial. La idea se divide en varios pasos. El primero es organizar una serie de desastres naturales regulares con ayuda de la tecnología HAARP (si algún lector no sabe lo que es, que se documente de inmediato, porque el concepto es de Primer Curso de Conspiranoia), sobre todo terremotos, destinados a hacer aparecer "accidentalmente" una serie de novedosos restos arqueológicos que refrendarían de algún modo las creencias impuestas por las grandes religiones mundiales, que hoy se sostienen en la fe y la credulidad de la inmensa mayoría de sus fieles, si bien adaptándolas al objetivo final. Luego..., un momento, un momento..., ahora que lo pienso, en los últimos tiempos se ha incrementado sensiblemente el número de catástrofes, terremotos incluidos... Y se anuncian nuevos descubrimientos arqueológicos gracias a la telefotografía laser vía satélite. Sin ir más lejos, se habla de la inminente aparición de la mítica y precolombina Ciudad Blanca cuyos restos se supone reposan en algún lugar de la espesa jungla de Honduras...  Hummm... Serán coincidencias...

El caso es que esta primera etapa se combinaría con una avalancha de estrenos de producciones audiovisuales dedicadas al tema extraterrestre para ir acostumbrando a la población general a que lo más normal del mundo es que cualquier día se presente por aquí una embajada espacial. Y la verdad es que en los últimos decenios se han multiplicado por tayntas mil el número de producciones audiovisuales que tratan el asunto, desde las más elegantes como 2001 hasta las más bufas como Alf pasando por las belicistas como Tropas del espacio, las aventurero/filosóficas como La Guerra de las galaxias, las reptilianas como V o las terroríficas como Alien... El siguiente paso sería la aparición en el cielo de "extraños signos de los tiempos": imágenes y manifestaciones divinas que demostrarían el interés de "dios" por
revelarse ante sus "criaturas" para  convencerles de sus intenciones. En este momento se emplearían hologramas colosales en tres dimensiones, proyectados sobre los cielos y con imágenes diferentes según la sensibilidad religiosa en cada zona del mundo. Algunas de estas impresionantes "fotos celestiales" ya se han visto en puntos concretos del planeta, como Rusia. Aquí vemos la fotografía de una de ellas. La aparición masiva de estas "manifestaciones" se acompañaría de "voces en la cabeza" (ya hemos hablado anteriormente en esta misma bitácora acerca de la capacidad técnica existente en la actualidad para conseguir eso, a través por ejemplo de las conocidas como ondas de frecuencia extremadamente bajas) animando a crear un gobierno mundial con una sola religión, una sola moneda, una sola ideología..., y una sola casta religiosopolítica que "apacentaría el rebaño". Surgirían miles, decenas de miles de "iluminados" anunciando todos haber recibido "en su interior" el mensaje "divino" animándoles a apoyar la iniciativa y propiciando así la concentración definitiva del poder.

 Otra versión de este proyecto es el de utilizar hologramas de flotas alienígenas, en lugar de aspectos de la divinidad, para convencer a la población de todo el planeta de que estamos siendo atacados por extraterrestres (en los últimos tiempos se ha multiplicado también el número de guiones televisivos y cinematográficos en los que los visitantes son malos, muy malos) y forzar igualmente la consecución del Nuevo Orden Mundial. Personajes de importancia han coqueteado con la idea en los últimos años. Recuerdo cierta conferencia de prensa del que fuera actor y presidente norteamericano Ronald Reagan sugiriendo en público que una invasión alien sería la mejor forma de resolver problemas como la Guerra Fría forzando a la unión de países con regímenes muy diferentes y, recientemente, el científico británico Stephen Hawking empezó a hablar, sin que nadie le preguntara por el tema, sobre la "casi segura" existencia de los extraterrestres y la "necesidad de evitar el entrar en contacto con ellos" puesto que "si son inteligentes tendrán intención de colonizar los planetas que encuentren", incluyendo el nuestro.

Si los aliens invasores están planeando en serio desplegarse por estos pagos, desde luego no les faltará inspiración para completar su campaña: por Internet circulan numerosas listas sobre los mejores y peores planes de conquista, incluyendo citas a numerosos largometrajes donde se pueden estudiar los pros y los contras de cada uno. Así, en La tierra contra los platillos volantes, los ETs envían varios mensajes de alerta para que los humanos se rindan antes de que comience el asalto, lo que es un claro error ya que pone en alerta a las futuras víctimas; en La invasión de los ladrones de cuerpos se dedican a clonar cuerpos para sustituir a los humanos originales por esclavos sin cerebro, y esto parece funcionar bastante bien; en La guerra de los mundos se demuestra lo necesario que es un buen departamento de documentación para no ser tomado por sorpresa por las enfermedades locales; en Independence Day se advierte contra la estupidez de poseer un mando único que, si cae, hace caer a todo el ejército interestelar, por poderoso que sea; en Invasores de Marte queda muy claro que es difícil por no decir imposible conquistar todo un planeta con sólo un puñado de marcianos, por adelantados que estén técnicamente... Hay de todo un poco y el cuadro general hace pensar que conquistarnos es más difícil de lo que parece, aunque
 no podemos olvidar el mensaje de Jeff Wayne en su versión rockera de una de las obras cumbres de Wells: The chances of anything's coming from Mars/are a million to one, he said./ The chances of anything's coming from Mars/are a millon to one, but still.../They come! (Las posibilidades de que algo venga de Marte son de un millón contra una, dijeron. Las posibilidades de que algo venga de Marte son de un millón contra una pero a pesar de eso... ¡Han venido!)

Si yo fuera un extraterrestre con ganas de ampliar mi Lebensraum cósmico a costa de los terrícolas sería porque dispongo de un poder enorme: tanto, como para permitirme viajar distancias enormes a través del espacio. por ejemplo. Y si dispusiera de ese poder ya habría invadido la Tierra por la fuerza pura y dura, sin que nadie me hubiera podido detener. Luego si existen y están en ello, la única opción lógica sería que están ya aquí pero no se dejan ver o, quizás, nosotros no podemos verlos por sus especiales características físicas.

Ahora, si yo fuera un extraterrestre con Poder de verdad (con mayúscula) ni siquiera necesitaría una nave para plantarme aquí e infiltrarme o camuflarme, porque controlaría la Tierra sin necesidad de reclamar nada: el planeta ya sería mío per se y los homo sapiens nada podrían contra mis designios pues no serían otra cosa para mí que simples insectos perfectamente manejables.

Y los insectos me llamarían dios.





 

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