Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 16 de enero de 2012

La tentación de hybris

Un hombre puede llegar a ser un dios, pero no sólo es necesario estar dispuesto a pagar el alto precio que se exige sino que es condición sine qua non superar asombrosos obstáculos. Los propios dioses se encargan de tentar a los aspirantes, de probarles continuamente e inducirles por el camino de su propia destrucción, en especial a través de la estimulación de su hybris, antes de admitirles en su cofradía eterna. Y es que tampoco es buena cosa que haya demasiados dioses como no es bueno que existan más leones que antílopes en un ecosistema.

Se cuenta que un antiguo brujo adquirió grandes poderes sobre el mundo y la naturaleza hasta el punto de convertirse en la persona más temida y admirada de la Historia, incluso más que el rey o cualquiera de sus más famosos héroes. En su arrogancia, este brujo se atrevió a invocar en su propio torreón a uno de los dioses para exigirle paso franco a la Ciudad de Oro y convertirse él mismo en inmortal. La deidad reconoció el trabajo realizado por el brujo pero le avisó:

- Aún te falta el punto más importante, que no es otro sino adquirir grandes poderes..., también sobre ti mismo. Sólo una vez que poseas éstos, podrás validar los que ya tienes sobre las cosas del mundo. Sólo entonces deberás operar la ceremonia que te dictaré a continuación y culminarla con las palabras mágicas "Abracadabra, pata de cabra".

El brujo tomó atenta nota del ritual, palabra por palabra, aunque en su prepotencia obvió la principal advertencia del dios y se dispuso a desarrollar el ritual esa misma noche pues no deseaba pasar un día más como una persona común y corriente. Él aspiraba a asumir su nueva condición divina para ejercer el dominio, no ya sobre el reino sino sobre todo el planeta. Se convertiría en un superhombre, rey de reyes, emperador de todos los seres humanos, y suyo sería el poder máximo sobre cada ser vivo de la Tierra.

Aquella noche fue tormentosa y los testigos recuerdan que varios relámpagos iluminaron violentamente el torreón del brujo después de invadirlo a través de sus estrechas y largas ventanas, mientras de fondo se escuchaban gritos guturales y gemidos impíos. Una súbita explosión que hizo temblar toda la construcción silenció aquellos ruidos espantosos. Al día siguiente, los servidores del torreón encontraron el cadáver del brujo, horriblemente carbonizado y desplomado sobre un círculo mágico trazado con tiza y sangre sobre el suelo. A pesar del mal estado de sus restos se había conservado casi intacta la parte superior de su cabeza. Por ello pudieron observar la mirada desorbitada, llena de pavor, de sus ojos muertos, y el rictus desencajado de su rostro al comprender demasiado tarde lo que había querido explicarle el dios invocado.

No muy lejos, yacía el diario del brujo, chamuscado y arrinconado grotescamente contra la pared del torreón como un esqueleto engrilletado en una celda de castigo. Estaba abierto por la última página y recogía las últimas palabras del brujo antes de iniciar la ceremonia que había terminado tan brutalmente con su vida:

- ... este dios ignorante que se manifestó ante mí. Así que finalizaré el ritual con las palabras mágicas "Abracadabra, pata de chivo".




No hay comentarios:

Publicar un comentario