Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 31 de octubre de 2011

¡Feliz año nuevo!

Samhain era una de las cuatro fiestas principales de los antiguos celtas y festejaba el cambio de año: el fin de un ciclo y el comienzo de otro entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre. Como sucede en cualquier cambio de ciclo, sobre todo si nos movemos en un ámbito legendario y mitológico y por tanto propenso a los sucesos inesperados, el momento es tan delicado que los mecanismos pueden desajustarse y los velos de la realidad, rasgarse, mientras los engranajes cósmicos vuelven a instalarse en su lugar y comienza un nuevo período vital. Máxime si el Sol, gran padre espiritual del mundo, está ausente de los cielos ya que la noche es territorio propicio para las sombras, los monstruos y los demonios.

Hay que recordar, además, que el número sagrado de los celtas era el 3, expresado en el símbolo del triskel frente a la dualidad oriental simbolizada por el yin y el yang. Eso significa que, frente a la pasividad humana del hombre de Oriente ante los terribles poderes que imprimen el paso a paso de la implacable Naturaleza, el hombre de Occidente poseía una posibilidad de intervención: puntual, precisa, exigua si se quiere..., pero una oportunidad. Donde el habitante del Este ve la polaridad hombre/mujer, el habitante del Oeste distingue la trinidad hombre/mujer/hijo. Donde el primero se conforma con los parámetros noche/díaarriba/abajo, calor/frío, acción/inacción…, el segundo es capaz de distinguir noche/día/crepúsculo, arriba/abajo/en medio, calor/frío/templado, acción/inacción/meditación de si se actúa o no, etc. Ese tercer factor surge de la voluntad del hombre heroico, de su actividad e intervención en el entorno, en lugar de someterse a un simple papel de espectador. Este pensamiento mágico característico del hombre occidental es el que ha hecho de Europa la mayor
potencia cultural de la Historia, a pesar de las críticas, las malas interpretaciones o las descaradas alteraciones históricas promovidas por los malintencionados, los ignorantes y los resentidos…, porque en el Viejo Continente nacieron los exploradores, los creadores, los pioneros, los ansiosos por saber qué existe más allá del horizonte.


Así pues, la noche de Samhain era la temida noche de la inestabilidad anual: ese momento en el que el orden universal podía trastocarse por cualquier motivo y había que mantenerse más alerta que nunca. No eran buenas fechas para viajar y más les valía a los forasteros desplazarse bien pertrechados para acampar donde buenamente les encontrara el crepúsculo ya que las ciudades, grandes y pequeñas, cerraban con doble y triple cerrojo sus puertas. La misma noche del 31 de octubre jamás se abrían para nadie, por más que quien estuviera fuera las aporreara sin parar, perseguido por lobos, maleantes o incidentes meteorológicos de cualquier tipo. Aunque se tratara de la madre, el hermano, la pareja o el mismísimo jefe del castro, si cualquiera de ellos había sido tan imprudente como para quedarse extra muros una vez el Sol se hubiera ocultado, debería conformarse con aguantar allí toda la noche pues nadie se atrevería a dejarle entrar. El temor era que la persona auténtica hubiera sido poseída o incluso asesinada y sustituida por uno de los habitantes del Otro Lado que, aprovechando el desajuste del final del ciclo y comienzo del siguiente, podían durante un breve lapso de tiempo abandonar su plano de existencia y penetrar en el nuestro. No se trataba necesariamente de sanguinarios demonios dispuestos a propiciar una matanza si lograban traspasar las místicas puertas, sino tal vez de alguna lánguida criatura etérica ansiosa de sobrevivir a costa de parasitar seres vivos.

Un ignorante ciudadano del siglo XXI, cegado por el irrisorio “poder” de la actual tecnología meramente materialista, no entenderá jamás cómo unas simples puertas de madera o incluso una muralla de piedra podrían frenar a un espíritu demoníaco. No lo hará, porque no entiende que no son las puertas ni las murallas físicas las que frenan al monstruo, sino las protecciones mágicas instaladas sobre ellas por los Hombres de Poder del asentamiento, de la misma manera que los vikingos llevaban aterradores máscaras de dragones en las proas de sus naves no para asustar a los habitantes de los territorios que atacaban, sino para que el poder mágico acumulado por sus dragones derrotara al poder mágico de los defensores de aquellos territorios: conseguida la victoria en el plano místico, la victoria en el físico era inevitable. La idea de que un vampiro no puede penetrar en el interior de una vivienda sin pedir permiso previamente a su morador nace en este mismo principio, aunque hay que decir que cualquier bebedor de almas lo tiene muy fácil para entrar hoy día en la inmensa mayoría de hogares contemporáneos precisamente porque carecen de cualquier protección real, más allá de las puertas blindadas o las ventanas con barrotes, obstáculos de papel para semejantes poderes.

 Durante la larga y peligrosa noche del Samhain, en este auténtico año nuevo, puesto que de verdad comenzaba un nuevo ciclo, la comunidad a salvo tras sus protecciones se reunía para festejar en unas cenas características, de las que encontramos algún eco infantil en el epílogo de los álbumes de Astérix, cuando todos los miembros del pueblo comparten su comida y su bebida en torno a una mesa redonda (aun formada por humildes caballetes recubiertos por bastos manteles) como la de Arturo y los caballeros de su Orden. Redonda como el Sol, al cual se invoca y se sostiene con la gran fogata que se enciende en medio y que, si es posible, debiera mantenerse hasta el amanecer del 1 de noviembre. Redonda como el bollo en el que se escondía una moneda de oro o cualquier otro objeto de valor previamente convenido, de manera que aquél que, al trocear el bollo, lo encontrara, ganaba por el designio de los mismos dioses el derecho a tomar la primera tajada de la pieza o las piezas que se asaran en ese fuego. Sí, resulta que el roscón “de reyes”, como tantas otras tradiciones falsificadas, no es ni originalmente cristiano, ni originalmente oriental, ni originalmente navideño.

Llama la atención toda la tontería reinante en el mundo occidental (especialmente en una Europa cada día más saturada de crédulos e ingenuos) respecto al asunto del calendario maya y su presunto anuncio del fin del mundo cuando se trata exactamente de lo mismo que el Samhain: un simple cambio de ciclos, el final de uno y el comienzo de otro. Siendo así además que esta tradición paneuropea (no exclusivamente anglosajona como se nos intenta hacer creer un año tras otro, igual que sucede con la deteriorada figura que conocemos hoy como "Papa Nöel") se ha transformado en asunto de pura chanza a través de la estúpida banalización de la llamada fiesta de Halloween o, como mucho, en una amarga y complaciente forma de entretener a las personas mayores propiciando sus visitas a los camposantos a través del judeocristianismo. En ambos casos, supone la perversión, aunque por caminos diferentes, de la verdadera tradición y de los profundos significados que ésta albergaba, prolijos de explicar en este breve espacio. 



En cuanto a Halloween, no es un entretenimiento inocente sino una fiesta deplorable y absolutamente protosatanista desde el punto de vista del simbolismo. No es una definición gratuita ni exagerada. Cualquiera que sepa lo bastante sobre el poder que ejercen los símbolos, omnipresentes y a menudo subliminales en nuestra vida diaria, sobre el inconsciente del ser humano, acabará por llegar a la misma conclusión. No sólo sirve para iniciar a los más pequeños en la asunción voluntaria del rol de las fuerzas de la Oscuridad bajo “divertidos” disfraces de demonios y monstruos (que preparan su subconsciente para “juegos” bastante más peligrosos en el futuro) sino que además se les enseña a chantajear a los demás con la “simpática” fórmula del “¿Truco o trato?” para recibir, en principio, dulces y caramelos (y que les demuestra lo interesante que resulta amenazar a otro para, en el futuro, conseguir inmoralmente los propósitos personales).

En cuanto a la fiesta de Todos los Santos, impuesta por el Vaticano para ahogar el sentido original de esta conmemoración, no es mucho mejor. Como la inmensa mayoría de los rituales judeocristianos, se trata de esconder el conocimiento mostrado en las ceremonias tradicionales, vinculado con el fortalecimiento espiritual del individuo y el impulso a su propio camino interno, para sustituirlo por esa permanente ansia de hundir a la persona en bajos estados de ánimo presididos por el miedo, la depresión, la culpa y la humillación, a fin de que se sienta tan solo e indefenso que se vea obligado a rendir vasallaje y pleitesía a "la autoridad espiritual" dejándose conducir como el resto de borregos. Es cómodo ser un borrego: uno no tiene que preguntarse nada, sólo dejarse conducir. Pero el lobo sabe, igual que los dioses (igual que 
los sabios antiguos, que entregaban el cuerpo al fuego para que el espíritu se elevara más rápidamente hacia el Walhalla), que un cementerio es un lugar estéril desde el punto de vista espiritual: un simple almacén donde apilar ordenadamente los cadáveres para que se agusanen y corrompan sin molestar a nadie. No hay nada de valor en los camposantos, nada salvo cáscaras desechables y ya inútiles, aunque esto suene a herejía o insulto en los oídos de las almas tiernas y/o materialistas. Es más, la mayoría de las veces, las necrópolis ni siquiera sirven para un recordatorio sentido de familiares y amigos, que se autoengañan pensando que van allí a honrar la memoria de sus antepasados cuando en realidad lo hacen para entregarse a un estado de dulce, melancólica y hasta morbosa autocompasión.

El lobo sabe, como los dioses, que los antepasados de verdad están en la Sangre, no en el barro.

viernes, 28 de octubre de 2011

El problema de andar dormido II

Mac Namara y yo estuvimos hablando durante un largo rato la noche pasada, a propósito del sopor general del personal y la falta de reacción ante hechos que deberían movilizarnos según comentaba en la entrada anterior de esta bitácora. Intentaré resumir a continuación nuestro brainstorming, aunque es difícil porque duró horas… Lo cierto es que concluimos que hay muchas pruebas del sueño que nos invade, como la de aceptar alegremente el atraco a mano armada que supone el llamado copago de los ciudadanos para diversos servicios públicos que hasta ahora se supone que les salen “gratis”. Por ejemplo la sanidad. En los últimos tiempos y como paso previo a esa imposición, algunos gobiernos autonómicos están entregando, o han anunciado que van a hacerlo en breve plazo, una factura “informativa” del coste real que ha supuesto la visita al médico de la Seguridad Social, o la intervención quirúrgica sufrida, o cualquiera otra atención que ofrezca la sanidad pública. Eso es, dicen, para que la gente “tome conciencia” de lo que cuesta atenderla cuando se pone enferma. ¿Pretenderán que las personas no se pongan enfermas por el mero hecho de saber cuánto cuesta atenderlas?



Estos políticos caraduras obvian dos hechos muy importantes. En primer lugar, esa sanidad pública no es gratis: se paga con los muy elevados impuestos (aunque dicen que hay que subirlos más para "equipararse a Europa") que vorazmente recaudan las administraciones, así que cada vez que un ciudadano es atendido tiene perfecto derecho a ello sin que se le exija más dinero porque todos los meses paga por recibir el servicio, sea o no atendido. En segundo lugar, la sanidad pública tiene muchos agujeros…, pero propiciados por esas mismas administraciones que (sólo para “quedar bien” y potenciar su imagen políticamente correcta) han convertido el sector en la risa del mundo entero, ya que en la sanidad española, un auténtico coladero, se hace lo que no se hace en ninguna sanidad del mundo civilizado: atender indiscriminadamente a quien sea, en casos no urgentes. Ahí están todos esos expedientes concretos con nombres y apellidos de europeos que jamás han pagado un duro en España y al llegar a su vejez deciden venirse a vivir aquí, no sólo por el clima o la comida, sino porque los carísimos tratamientos que necesitan con la edad no se los va a regalar la sanidad pública de su país pero sí, por alguna extraña razón, la de aquí (¿no se supone que España debe equipararse a Europa en todos los sentidos?). Ahí está también el creciente número de extranjeros que viajan también a España temporalmente con objeto de “terminar de ponerse malos” y ser intervenidos, también gratuitamente, de lo que en sus países de origen les costaría dinero. El que quiera ver xenofobia en este argumento, que se lo haga mirar porque o es un desinformado o una mala persona (por decirlo finamente).



Y esto, por no hablar del coste que supone la atención de determinados tratamientos que resulta a todas luces absurdo que los pague la sanidad pública cuando no se trata de situaciones de riesgo ni tampoco generalizadas entre la población: desde el reparto de viagra hasta las operaciones para cambiar de sexo (y sin embargo otros más importantes y para todo el mundo, como la odontología, no se encuadran en la sanidad pública). Entonces, ¿a dónde van con la “factura informativa”? ¿Por qué no se la arrojamos a la cara a los responsables políticos?



Otro ejemplo de copago, en este caso hecho realidad ya, es el que ha aplicado el ambicioso y saliente alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón (saliente, si las próximas elecciones generales confirman las encuestas) que tuvo la desvergüenza de sacar adelante hace un par de años un nuevo impuesto sobre la recogida de basuras cuando en los ya onerosos costes municipales que pagan los madrileños para mantener su cara administración se abonaba ese servicio. Es decir, los madrileños están pagando dos veces por lo mismo. Pero no ha habido grandes (ni pequeñas) protestas por parte de la dormida población. Es más, a través de la “concienciación social” y el ecologismo de pandereta que en forma de nueva religión sectaria se extiende progresivamente en nuestra sociedad se ha impuesto a los ciudadanos una recogida selectiva de la basura (para que los propios ciudadanos actúen, por supuesto gratis, como primera línea selectiva de un reaprovechamiento de esa basura que es un verdadero negocio…, para las empresas encargadas del reciclaje).



Ahora bien, si resulta que hay que pagar dos veces por un servicio, sería mucho más justo y legal que nadie pagara impuestos. Que el sueldo que se nos abona por nuestro trabajo se nos diera íntegro y nosotros decidiéramos luego en qué gastarlo y cómo pero…, ahh, esto es imposible, amigos. Y aquí retomamos los comentarios del último día: los gobiernos están obligados a cobrarnos una, dos y mil veces por el mismo único servicio, además de inventarse nuevos y extravagantes impuestos para recaudar, porque necesitan sacar efectivo de donde sea para pagar la espantosa deuda externa con los bancos. Sí, con esos dueños de todo, que se esconden al final de la cadena..., y quien no entienda todavía cómo funcionan estas instituciones que busquen en Internet el famoso y clarificador texto de “Quiero toda la tierra, y un 5 por ciento”. ¿Otro caso real? Hay muchos. El presidente autonómico de Baleares, José Ramón Bauzá, reconocía esta misma semana que durante este año la institución que preside debe pagar dos millones de euros ¡diarios! a los bancos en concepto de amortizaciones de préstamos, lo que lógicamente “condicionará decisivamente los presupuestos de 2012”. Quien va a salir perdiendo será, lógicamente, la ciudadanía de Baleares.



Resultaba patético escuchar estos días pasados a los principales banqueros de este país (hermanos de sangre de los banqueros del resto del mundo civilizado) clamar contra sus pobres y castigados negocios porque algunos poderes políticos se han atrevido a plantear un mayor control de sus manejos o incluso han sugerido aplicar la tasa Tobin. “No se puede echar la culpa de todo a la banca”, se defiende la consejera delegada de Bankinter María Dolores Dancausa, para quien el problema es que “las autoridades españolas no actúan con la valentía suficiente” porque para “salvar a la UE hay que aceptar la realidad como es”, es decir, como se nos está intentando imponer por la vía de los hechos consumados. “No hay que recapitalizar la banca sino luchar para que la deuda soberana deje de ser un activo tóxico”, decía el exconsejero delegado del BBVA José Ignacio Goirigolzarri, quien añadía que “es inviable gravar las transacciones financieras internacionales de acuerdo a la propuesta del G-20”. Y el poderosísimo Emilio Botín (¡qué apellido!), presidente del grupo Santander: “es el momento de frenar el tren regulatorio (de la banca) y valorar y calibrar el impacto de las medidas ya en marcha”, no vaya a ser que se materialice el riesgo de “fragmentar el sistema financiero”.



Son todas declaraciones de las últimas dos semanas. Pero en los últimos días también hemos conocido dos estudios muy interesantes en los que aparece implicada la banca y no sale precisamente muy bien parada. El primero, de la consultora Otto Walter, revela entre otros datos que el 67% de los usuarios bancarios se ha sentido engañado "a veces" por su entidad financiera y que el 72% de los usuarios no considera "satisfactoria" su experiencia con bancos y cajas, aunque sólo un 21 % de los clientes baraja la posibilidad de abandonar su banco habitual. El segundo, de la consultora IPSOS, sobre la calidad de los servicios ofrecidos por diversas compañías en España arroja conclusiones muy claras. Los bancos, junto con las empresas de telefonía móvil y las aerolíneas, son los peor valorados. En el caso concreto de la banca, casi el 50% de los encuestados opina que su servicio es deficiente por su actitud "antipática, burocrática e interesada". ¿No debería hacer esto pensar a los señores banqueros?



- Naturalmente que no, porque no les importa: el plan está claro desde hace mucho tiempo para quien no está dormido –concluía Mac Namara nuestro intercambio de ideas, antes de profetizar:- La actual crisis financiera puede durar años pero lo que está claro es que se extenderá en el tiempo hasta que se den las circunstancias que desean aquéllos que la provocaron. Hasta que se produzca un paso adelante en el siguiente punto de la estrategia: la imposición de una autoridad monetaria prácticamente mundial.



Nos íbamos a dormir cuando un colega de la Universidad de Dios me pasó la siguiente noticia que me dejó con la boca abierta, mientras Mac Namara me miraba con un gesto que significaba: "te lo dije". La noticia, absoluta y completamente real, aunque no la he visto reproducida en la mayoría de grandes medios de comunicación, es la siguiente: “El Vaticano pidió hoy la reforma urgente del sistema financiero y la creación de una autoridad pública mundial que tenga poder y competencia universal (…) esa autoridad supranacional debe ponerse en marcha de manera gradual con el objetivo de favorecer mercados libres y estables, disciplinados mediante un adecuado cuadro jurídico (…) necesidad de reformar el sistema monetario internacional y crear un organismo que actúe como un banco central mundial (…) ya que el Fondo Monetario Internacional ha perdido su capacidad de garantizar la estabilidad de las finanzas mundiales…”



O, como decía aquel enemigo declarado de la Humanidad: “Dadme el control del dinero y no me importará quién haga las leyes”. Ni las del César, ni las de Dios, naturalmente.






 

miércoles, 26 de octubre de 2011

El problema de andar dormido

Un estudio de Attitudes publicado esta semana certifica que al menos uno de cada cuatro conductores españoles dirige su vehículo en estado "de piloto automático”. Es decir, que, en cuanto se sienta al volante, cae en un estado de sopor vigílico en el que su mirada “se dispersa” y su atención “se minimiza”… Es la llamada “conducción subconsciente” que según este estudio afecta sobre todo a los conductores experimentados y que “tampoco supone un peligro inminente ni multiplica el riesgo de accidente grave, pero sí está relacionado con ‘pequeños incidentes’ durante el viaje” como saltarse semáforos en rojo o stops, exceder la velocidad, frenar bruscamente o no ceder el paso a los peatones. Resulta sarcástico que el documento califique estas conductas de alto riesgo de siniestralidad como “pequeños incidentes”, aunque lo más interesante de esto es la constatación del estado de sueño hacia el que se desliza el homo sapiens en cuanto realiza una actividad rutinaria, por más que en ello se juegue la vida. Y si esto acontece conduciendo, que es una actividad siempre de riesgo, imaginémonos en el resto de situaciones de la vida: sentados frente a la pantalla, caminando, hablando… ¿Cuál es el nivel de conciencia real en cada uno de esos momentos? Muy bajo.

Es más, estoy ya plenamente convencido (la verdad es que la idea no es mía sino de nuestro tutor en la Universidad de Dios, que nos lo viene repitiendo desde el primer día que llegamos a clase) de que el gran y principal problema de la actual humanidad es básicamente ése: la inmensa facilidad para quedarse dormida incluso aunque ese desplome de conciencia signifique el final de su existencia. Sólo si se acepta el hecho de que el hombre corriente está profundamente dormido a pesar de mantener los ojos abiertos y moverse en apariencia de manera normal es posible entender que pasen las cosas que pasan en el mundo. Sabemos que los sonámbulos y los hipnotizados viven sus respectivas experiencias oníricas como si fueran reales. De hecho, son reales para ellos en el mismo instante en el que las perciben o creen percibir…, aunque se esfuman en su memoria y en su existencia misma cuando pasan al estado “normal”. Por tanto no debería ser tan complicado para nosotros plantearnos en serio la posibilidad de que, como tantas veces nos dijeran sabios y místicos de todas las épocas y todos los lugares del mundo, el homo sapiens no tiene capacidad de contemplar y entender la Realidad real, con mayúsculas y redundancia, sino una versión adaptada a las condiciones y los deseos de cada cual.

Una de las muchas pruebas de este sueño catatónico general es lo que está ocurriendo en los últimos años con la crisis financiera, que no económica como falsamente suele llamársele, que se ha presentado como si fuera mero fruto de la codicia de unos cuantos banqueros imprudentes cuando, como bien me recuerda Mac Namara, un examen detenido de todo lo que ha pasado en los últimos años nos sugiere que no se ha dejado nada al azar. Si se recurre a la lógica, uno puede percatarse de las incongruencias de la explicación oficial. Quien más, quien menos, ha tenido que pedir un préstamo en algún momento de su vida y en consecuencia ha experimentado esa sensación de haber sido escaneado con rayos X, de haber sido examinado hasta lo más íntimo por los responsables de la oficina bancaria antes de que tuvieran a bien considerarle solvente y colocar la firma correspondiente para la concesión del crédito. Hablamos de dinero, el arma del poderoso dios Mammón que domina el mundo a través del interés y la usura más o menos encubierta, y sus sacerdotes no lo regalan ni lo dejan a bajo precio a no ser que tengan un interés particular en un proyecto concreto. Es cierto que algún banquero se puede equivocar en algún momento dado con un negocio o un préstamo, o que puede estar dispuesto a arriesgar más de lo habitual víctima de la codicia en el manejo de unas cantidades dinerarias que en realidad no posee físicamente ya que no son más que meros apuntes en sus ordenadores pero… ¿Los más importantes banqueros del mundo se van a equivocar o van a ser víctimas de la codicia todos al mismo tiempo? Nadie lo bastante despierto puede creerse semejante memez.

- Es todo tan increíble –apunta Mac Namara, que se apunta con rapidez a cualquier crítica contra los banqueros- como el hecho de que las agencias de rating como Moody’s, Standard and Poors (¡Poors significa "pobres" en inglés!) o Fitch sigan machacando sistemáticamente y siempre en el momento más inoportuno a los países que hacen lo posible para salir de la crisis financiera, a fin de hundirles todavía más en el pozo y agravar la situación general en lugar de contener sus datos y ayudarles a salir adelante…

- A no ser que de lo que se trate sea de no resolver esta crisis sino que dure lo más posible -argumento.

- Es exactamente eso –dice él-. Hay muchos datos al alcance de cualquiera que nadie parece ver. Por ejemplo, el hecho de que los europeos sigan haciendo caso a este tipo de organismos en lugar de descalificarlos por completo recordando que ninguno de ellos previó públicamente la quiebra de las grandes instituciones financieras norteamericanas que originó la crisis. O que no hayan creado ya sus propias agencias de “rating” para defenderse de las americanas. ¿Por qué no lo han hecho? A la vista del bombardeo mediático contra Grecia, Portugal, Irlanda, España y ahora Italia, con desestabilización de todo el Viejo Continente a la vez, creo que no se insistirá lo bastante en tirar de hemeroteca para dejar claro que la crisis no se desató en Europa sino en Estados Unidos.
Y que las finanzas de este país están hoy por hoy más quebradas que las griegas. Pero nadie dice nada porque el dólar aún sigue siendo la moneda mundial de referencia y porque posee el ejército más poderoso del mundo… Y porque ciertos titiriteros tienen allí instalada su base oficial todavía. Resulta sangrante que Barack Obama exija a los países europeos que “pongan orden en su casa” y aclaren sus cuentas cuando las de Washington apestan, pero es que la administración de este tipo es de tebeo y aquéllos que le votaron siguen dormidos. Fíjate: Obama no ha hecho prácticamente nada de lo que prometió para llegar al poder, empezando por arreglar el estado financiero de su país.

- Hombre, al menos le han dado el premio Nobel de la Paz –adelanto, irónico.

- Sí, por mantener las mismas o más guerras que su predecesor y primo George W. Bush…

- ¿Primo? ¿A qué te refieres?

- Obama es un bluff completo, pero hay que despertar y despejarse un poco el cerebro para comprenderlo. Para empezar, no es "el primer presidente negro" ni "afroamericano" (la forma políticamente correcta de decir negro en EE.UU.) de su país como se insiste una y otra vez engañando a todo aquél que quiera ser engañado, sino el primer presidente mulato. Este pequeño matiz es más importante de lo que parece, porque se nos vende la imagen de un tipo anónimo pero muy válido que ha llegado a la Casa Blanca por su propio esfuerzo, partiendo del pueblo llano y encima de una minoría que hasta los años 60’ careció de los mismos derechos oficiales que los blancos en esa “democracia” llamada EE.UU., cuando la realidad es muy diferente… Obama pertenece al mismo "stablishment" que sus primos lejanos George W. Bush, Richard Cheney y Sarah Palin, además de varios exvicepresidentes como Lyndon Jonson, Harry Truman o Gerald Ford.

- ¿Tiene conexiones físicas con ellos? –pregunto asombrado.

- ¡Y químicas y genéticas! Sí, el padre de Obama era negro y, según varias investigaciones periodísticas independientes, agente de la CIA en África igual que su madre lo fue en Indonesia, pero su progenitora era una señora blanca blanquísima llamada Ann Dunham, a través de la cual el actual presidente estadounidense está emparentado con algunas de las familias que han regido su país desde su independencia a finales del siglo XVIII (no hay más que echar un vistazo a los apellidos empleados por los altos cargos de sucesivos gobiernos a lo largo del tiempo) . Fue esta rama de su familia la que le introdujo en la política y le entrenó desde hace muchos años en foros como la universidad de Columbia o la prestigiosa y muy selecta escuela de Derecho Harvard Law School para el puesto que hoy ocupa como por “casualidad”. Hace falta estar muy dormido para llegar a creer de verdad que esas poderosas familias iban a dejar el control de la superpotencia en manos de un hombre del pueblo llano…, y mulato.
 
- Nos hemos desviado del tema…

- No mucho. Piensa que lo que ocurre en EE.UU. es una copia de lo que sucede en Europa, donde también un grupo de familias mantiene el control. Sin salir de España, te llevarás una divertida sorpresa cuando revises los apellidos de los miembros más decisivos de los gobiernos sucesivos de “derechas” y de “izquierdas” que se han sucedido en el tiempo desde el franquismo hasta el día de hoy. Y tanto en el caso de los "yankees" como en el de los europeos, estas familias se comportan de la misma forma en algunos asuntos. Por ejemplo, en su servidumbre a la banca, a la que están dispuestos a dejar manos libres a pesar de que es la responsable principal de la actual situación ¿Y por qué? Porque todos los partidos políticos, todos en todo el mundo, han necesitado financiación para salir adelante. Y la mayor parte del dinero preciso se lo han facilitado las entidades financieras con las que mantienen deudas colosales que esos mismos bancos que luego desahucian alegremente a parados sin ingresos no tienen prisa en cobrar, puesto que les permite tener embridados a los partidos y, con ellos, a los gobiernos.

- Todo esto me inspira un poco de temor –confesé, sintiendo cierto cosquilleo en mi columna vertebral.

- Eso es buena señal –dijo Mac Namara-: significa que estás despierto.
  

lunes, 24 de octubre de 2011

Economía de andar por casa

La amarga reflexión que se describe en los próximos párrafos no la firmo yo, sino que me la ha remitido un colega de la Universidad de Dios, pero me ha hecho tanta gracia que he decidido publicarlo en la categoría humorística de este blog, para descongestionarlo un poco de tantas cosas tremendas como suceden a diario y, sobre todo, para afrontar con algo de buen humor el lunes, que suele ser un día mal visto por nuestros contemporáneos (a pesar de que es uno de mis días favoritos, por estar dedicado a la Luna).

En junio de 2008, el gobierno del entonces presidente norteamericano George Bush junior debatía diversos planes para relanzar la economía de Estados Unidos. Un economista llamado Marc Faber (aquí a la derecha) publicó entonces en su boletín mensual el siguiente comentario:

"El Gobierno Federal está estudiando conceder a cada uno de nosotros una suma de 600 dólares para ayudar a los ciudadanos estadounidenses.

Pero...

Si gastamos ese dinero en Walt-Mart (una conocida cadena de grandes almacenes yankee), ese dinero acabará en China.

Si lo gastamos en gasolina, acabará en los países árabes.

Si compramos un ordenador, el dinero acabará en la India.

Si compramos frutas, acabará en México, Honduras o Guatemala.

Si compramos un buen coche, el dinero acabara en Alemania o en Japón.

Si compramos tonterías, acabará en Taiwán…

Así que ni un solo centavo ayudaría en realidad a nuestra economía.

El único medio de mantener todo ese dinero en Estados Unidos sería gastándolo en putas o en cervezas, considerando que son los únicos bienes que todavía producimos aquí. Personalmente, yo ya estoy invirtiendo mi parte.”

Según mi colega, poco tiempo después (gracias a la maravillosa capacidad de interconexión contemporánea), aparecía publicada y unida a este comentario la respuesta de un economista español, aunque la ausencia de firma nos hace sospechar que lo de “economista” era un título puramente informal, alusivo a su condición de administrador de una economía hogareña y poco más. Y seguramente relacionado con el creciente malestar social que en nuestros días ha terminado cristalizando en el movimiento 15-M, aunque en aquella época no existía formalmente.

La respuesta decía:

"Estimado Marc:

Realmente la situación de los norteamericanos es cada vez peor. De hecho, lamento informarle de que la Budweiser fue recientemente adquirida por la empresa brasileña AmBev.

Por lo tanto, les quedan solamente las putas.


Pero también le advierto de que si ellas decidieran mandar su dinero a sus hijos, el mismo vendría directamente hacia España y en concreto al Congreso de los Diputados de Madrid, donde existe la mayor concentración de hijos de puta del mundo".



Y ahora, todos juntos: ¡Viva la globalización!



viernes, 21 de octubre de 2011

Enigmas egipcios

Periódicamente visito al Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis porque entre los muros de su congregación y especialmente en la abarrotada sala-almacén donde acumula documentos de las más diversas épocas se guardan algunos de los tesoros literarios más valiosos de nuestro tiempo. A veces he encontrado algunos legajos de interés acerca de uno de mis objetos preferentes de estudio: la Antigüedad y la verdadera Historia del homo sapiens que, como sabemos, ha sido cuidadosamente falsificada desde hace mucho tiempo. Pues bien, el otro día encontré al Archivero, fiel a su estilo, despotricando contra una serie de informaciones que se han publicado hace poco sobre la presunta tecnología empleada en el Viejo Egipto para levantar los imponentes edificios que caracterizaron aquella maravillosa civilización, de los cuales hoy apenas podemos admirar la sombra de lo que debieron ser en su momento.

Se da la circunstancia de que nuestro hombre posee grandes conocimientos acerca de aquel lugar y de aquella época, no sólo por lo que ha aprendido a lo largo de su extensa vida entre libros sino por pura intuición que no es otra cosa en realidad que recuerdo de la sangre, ya que él mismo vivió al menos una reencarnación al servicio de los antiguos faraones, en su caso como arquitecto real. Lo sé a ciencia cierta porque yo en aquel momento estaba reencarnado como el faraón. Lo que ocurre es que él no se acuerda conscientemente (han pasado tantas vidas...) y, como además no estudia en la Universidad de Dios como un servidor, su religión le impide plantearse la posibilidad de vidas sucesivas en el tiempo. Pero, a lo que íbamos...

Lo cierto es que el Archivero estaba visiblemente irritado por un artículo en concreto escrito por un señor llamado Christopher Dunn, que acaba de publicar en España su libro sobre las presuntas tecnologías empleadas por los antiguos egipcios con planteamientos bastante erráticos, puesto que las explicaciones con las que pretende aclarar los muchos misterios que rodean las formas de proceder en arquitectura, escultura y otras actividades no sirven para gran cosa ya que a la hora de la verdad sólo sirven para generar nuevas preguntas sin contestación.

- Es la tonta manía de intentar explicar la obra de nuestros antepasados con el punto de vista y los conocimientos contemporáneos -señala el señor del Cotolengo-, igual que en la Edad Media reproducían en pinturas y tapices a los héroes de la guerra de Troya vestidos con armaduras medievales en lugar de con su indumentaria real, entonces desconocida. Seguimos empeñados en ver a los antiguos e interpretar sus hechos y sus obras con los ojos de hoy, que nada tienen que ver con los de ayer.

Leo el artículo concreto que ha molestado a nuestro amigo y veo que empieza bien, aunque el tal Dunn no pierde la ocasión de presentarse como una especie de Indiana Jones más de los muchos que en los últimos años han viajado a Egipto para, de acuerdo con el siniestro Zahi Hawass Mr-Dedo-en-ristre (ahora estoy de jefe, ahora no lo estoy, ahora estoy otra vez...), hablar sólo de lo que al sumo sacerdote de la arqueología egipcia le interesa que se hable en lugar de las muchas cosas verdaderamente interesantes que se han encontrado y están perfectamente localizadas pero cerradas al público y sobre todo a los investigadores porque no coinciden en absoluto con la versión oficial (y rematadamente falsa) que se nos cuenta una y otra vez sobre la civilización egipcia.

Digo que el artículo empieza bien porque Dunn (a la izquierda, en plan recolector de datos) reconoce que en el Viejo Egipto se diseñaron y construyeron "edificios irrepetibles, tan descomunales en sus proporciones como delicados en sus detalles" y que las propias herramientas que se emplearon para erigirlos eran "igualmente extraordinarias, reflejo de las maravillas arquitectónicas que propiciaron" aunque no se ha hallado maquinaria alguna que "explique los elaborados y precisos diseños de la meseta de Giza o los templos del Alto Egipto" ni "cómo se tallaron superficies extremadamente planas a lo largo de cientos de metros cuadrados, acabadas con una exactitud óptica". Dunn también señala con acierto que en los museos se nos muestra habitualmente unas "escuadras de madera sumamente toscas y de dudosa eficacia a la espera de que creamos lo que nos cuenta la investigación académica (...) la teoría convencional aceptada según la cual todos los trabajos en piedra por más precisos que sean se tallaron y realizaron a mano con la ayuda de herramientas de cobre, trituradores de piedra, martillos y escuadras de madera y trozos de cuerda resulta poco menos que absurda. De hecho, los intentos de moldear hoy la piedra con mazos de dolerita o perforarla con brocas de cobre y la ayuda de arena de cuarzo han tenido muy escaso éxito."

Pero luego lo estropea todo al empezar a elucubrar qué se hizo y cómo demonios se hizo. En el artículo, Dunn se equipara a sí mismo nada menos que con el legendario egiptólogo sir William Flinders Petrie que ya en el siglo XIX se preguntaba por los métodos con los que los constructores de templos y pirámides cortaban las rocas más duras..., y dice haber hallado "respuestas a las preguntas de Petrie y a las mías propias" durante su visita en Abu Roash, cerca de El Cairo. Allí encontró una gran losa cóncava cuya mera existencia supone un enigma curioso, porque resulta muy difícil explicar cómo fue construida. Para no aburrir a los profanos, diremos que después de mucho cavilar Dunn llega a la conclusión de que los egipcios tenían unos discos dentados gigantes para cortar, serrándolo, granito, piedra caliza y basalto con hojas que medían unos 11 metros de diámetro y que podían cortar (como en el caso de la losa de Abu Roash) con un ángulo de inclinación de 46 grados y medio. E ilustra el asunto con un dibujo de la presunta sierra en acción.

- ¡Esto es de dementes! -insiste el Archivero Mayor- Este fulano lanza una hipótesis descabellada y se queda tan ancho..., y lo peor es que los ignorantes responsables de la publicación del artículo lo consideran una innovación y una interpretación científica digna de ser divulgada...

- Pero -interrumpí- ¿por qué es tan increíble? Parece una deducción lógica.
- ¿Lógica? Como se nota, hijo mío, que eres de Letras puras, ya que las Ciencias han pasado también a través de ti como a través de un cristal: ¡sin dejar huella!

Y a continuación el Archivero Mayor me plantea cinco preguntas que, "si Dunn hubiera pensado un poco y se las hubiera hecho a sí mismo", dice, "le habrían ayudado a ahorrarse una teoría que plantea más enigmas de los que resuelve". Son éstas:

1º) ¿En qué aleación se fabricó un material tan duro como para cortar tan fácilmente esos tipos de piedra? (y aquí añado yo algo para congraciarme con el Archivero Mayor: si hubiera existido esa aleación, ¿por qué no hemos hallado restos de la misma? Tendría que haber resistido el paso del tiempo mejor que los objetos de cerámica o las escuadras de madera...) 

2º) ¿En qué siderurgia del mundo antiguo se pudo laminar la pieza que serviría para sierra, que debería ser al menos de acero para soportar semejantes trabajos?

3º) ¿En qué taller mecánico y con qué máquinas se preparó la sierra y se tallaron sus dientes?

4º) ¿En qué laboratorio se realizó el tratamiento térmico de la sierra, antes de dejarla lista para su uso?

5º) Y, last but not least, ¿con qué fuerza motriz se ponía en marcha semejante invento, que necesitaría una velocidad elevada para poder tallar la piedra?

- Proponer la existencia de semejantes discos dentados -concluye el experto del Cotolengo- es presuponer la existencia de una industria que se supone no sólo no existía en aquella época sino que es, casi, casi contemporánea a nuestros días. ¿Está Dunn dispuesto a admitir algo semejante?

La realidad, reconocí, es que seguimos sin tener ni idea de cómo levantaron tantas maravillas, aunque una inmensa mayoría de ignorantes siga creyéndose, a día de hoy, esa tan hollywoodense como demostradamente falsa imagen de masas de gente arrastrando piedras sobre troncos de madera a latigazo limpio. Una patraña tan buena como la de Astérix y Obélix transportando bloques de piedra a golpe de poción mágica.
   







miércoles, 19 de octubre de 2011

La isla

A propósito de la entrada anterior titulada Híbridos, algunos espectadores sensibles que podrían aceptar la posibilidad técnica (y la intención malévola para poder poner en práctica semejante posibilidad) de crear una raza esclava medio hombre medio chimpancé para dedicarla a trabajos duros o desagradables se han quejado de la sugerencia de que también se la pudiera utilizar como un banco vivo de órganos para los seres humanos. Suena demasiado "desagradable". Sin embargo, y como bien me apuntó Mac Namara, esta vía tendría incluso menos impedimentos éticos (una vez reventado el primer tabú, que es actuar como dioses para crear una raza de subhumanos al servicio del homo sapiens) que el de la pura y dura explotación laboral, militar o de cualquier otro tipo. Y añadía, con aire siniestro, mi gato conspiranoico:

- De hecho, y teniendo en cuenta que la tecnología necesaria está ya en sus manos, estoy convencido de que si no la han creado ya con estos fines es por una de estas dos razones: o bien no es lo bastante rentable económicamente o bien han decidido apostar por una raza humana "alternativa".

- ¿A qué te refieres?  -le pregunté, inquieto.
- Piensa un poco, hombre: ¿para qué imaginar una raza imperfecta de semihumanos pudiendo crear una humanidad alternativa? Me refiero, por supuesto, a los avances genéticos que han permitido trazar el plano íntegro del ADN humano, aunque aún queda mucho por investigar pues los científicos ignoran el verdadero significado y la utilidad de muchos de los genes hoy clasificados y alegremente adornados con el adjetivo de "basura". Si tuvieras la posibilidad de crear un cuerpo idéntico al tuyo, un verdadero clon de tu edad, sería mucho más fácil sustituir cualquiera de las "piezas" averiadas de la máquina corporal sabiendo que no habría rechazo ni complicación de ningún tipo. Sustituyendo progresivamente cada pieza "original" por un "repuesto" o, incluso, extrayendo el cerebro y colocándolo en sucesivos cuerpos clonados copias del mismo original, estaríamos muy cerca del insensato sueño de la inmortalidad física. Imagina un corral, una granja, en la que pudieras mantener a esos clones copias y utilizarlos según las necesidades de sus originales...

- Un momento -interrumpí a Mac Namara-, yo eso ya lo he visto en una película...

Sí, en una película reciente, de 2005, titulada La isla y protagonizada por el joven padawan Ewan McGregor y la guapa pero absolutamente insulsa y sobrevalorada Scarlett Johansson. Uno de esos largometrajes sobre los que siempre te queda la duda de si realmente sus autores intentaban transmitirnos algo trascendente o simplemente ridiculizar una idea por el hecho de transformarla en un argumento tonto, de manera que si a alguien se le ocurre algún día hablar de este asunto lo descarte de inmediato al pensar precisamente que esa idea "no es más que parte de una película".  Sobre todo, si el director encargado del rodaje es Michael Bay, denostado de manera sistemática por los críticos mientras las masas le alaban pasando por taquilla con cada una de sus producciones (un completo inútil, teniendo en cuenta su lamentable Pearl Harbour)... En realidad, son dos películas en una. La primera parte, que bebe en diversos clásicos de la Ciencia Ficción comenzando por la inolvidable La fuga de Logan, es la que nos interesa aquí, mientras que la segunda es Bay en estado puro con escenas mil veces vistas en el cine "de acción" que acaban siendo aburridas por lo reiterativas, ruidosas y visualmente mareantes que resultan.


La isla se ubica temporalmente en un futuro cercano, unos veinte años por delante respecto a la actualidad. Un incidente mítico genéricamente conocido como La Contaminación, que nadie tiene muy claro cómo, cuándo ni por qué ha afectado al planeta, ha destruido a casi toda la humanidad y los escasos supervivientes se agrupan en una ciudad subterránea sin nombre donde son constantemente monitorizados para preservar la salud. Una de las secuencias iniciales sintetiza a la perfección el agobiante control perpetuo al que se someten, cuando el protagonista Lincoln Eco Seis (McGregor), recién levantado de la cama, va al cuarto de baño a orinar y en el mismo momento de la micción una pantalla ubicada ante él le advierte de que tiene exceso de sodio en el cuerpo, ya que el ordenador analiza sobre la marcha el contenido de sus desechos. La vida de Lincoln, como la de su amiga Jordan Delta Dos (Johansson) y el resto de habitantes del lugar es tan impoluta como rutinaria, siempre vistiendo igual (con monos blancos) y haciendo las mismas cosas dentro de un orden predecible y vigilado por agentes de seguridad (de negro) al frente de los cuales está el jefe médico doctor Merrick (Sean Bean).

El único horizonte de esperanza de esta gente es que les toque una lotería que regularmente premia al ganador con un billete sólo de ida hacia una isla misteriosa que según explican las grandes pantallas de la ciudad es el único lugar no contaminado de todo el planeta. Se supone que los que ganan la lotería construyen allí una sociedad armónica y feliz que garantice la supervivencia de la humanidad. Sin embargo, no sólo se marchan algunos. Regularmente llegan a la ciudad nuevos habitantes que, según explica Merrick, son supervivientes de la catástrofe en la superficie, a los que se puede salvar in extremis y que mantienen la población en niveles más o menos similares.


Un día Lincoln empieza a tener extrañas pesadillas y a preguntarse por las absurdas condiciones de su vida cotidiana. Se hace amigo de McCord (Steve Buscemi) un técnico de mantenimiento que trabaja en el "cuarto de calderas" de la ciudad y con el que filosofa de vez en cuando, hasta que, en una de sus visitas, encuentra y atrapa una polilla. Intrigado, se pregunta de dónde sale este insecto si el mundo externo sufre un auténtico desastre ecológico. Pero, como la polilla vive y por fuerza ha tenido que venir del exterior de la ciudad, empieza a hacerse incómodas preguntas. Finalmente, decide soltarla en el lugar donde la capturó con intención de observar si vuelve por donde vino. Así lo hace y, siguiéndola escaleras arriba por diversos conductos internos, acaba encontrando una salida de su mundo o, mejor, una entrada a otro muy diferente: al mundo real.

 Es entonces cuando Lincoln descubre lo que sucede de verdad, aunque no lo termina de entender hasta que regresa a la ciudad, convence a su amiga Jordan para escapar junto a él, salen a una zona desértica en la superficie y acaban llegando a casa de su amigo McCord que es quien les explica todo. Ellos son, en realidad, "pólizas vivientes" o clones de personas reales, cada una de las cuales ha pagado 5 millones por crear una copia idéntica a sí misma de la que poder extraer los órganos necesarios para salvar su vida. En el caso de Lincoln, acaban descubriendo que es una copia de un famoso diseñador técnico del mismo nombre al que los médicos le han pronosticado que sufrirá una crisis hepática por lo que habrá que extraerle el hígado a su clon para transplantárselo a él en su momento. En el caso de Jordan, se necesitarán los pulmones, el corazón y algún órgano más para colocárselo a la mujer original de la que ella es copia. Las historias de La Contaminación, la isla y demás son, en consecuencia, una gran farsa para hacer creer a los clones que ellos son humanos y, cuando les "toca la lotería", significa no que van a ser trasladados a una isla paradisíaca sino que se les va a conducir al quirófano ubicado en un nivel superior del enorme búnker subterráneo en el que están alojados para acabar con su vida y reaprovechar sus órganos transplantándolos a los humanos originales, que han pagado por ello.

Hasta aquí, los primeros cincuenta minutos de la película, que resulta fascinante y plantea cuestiones morales interesantes. Por ejemplo: ¿puede un clon no ya tener vida o sentimientos sino conciencia o espíritu? O bien: ¿sería lícito criar maniquíes de aspecto cien por cien humano, sólo desde el punto de vista material, para usarlos como reservorio orgánico de los verdaderamente humanos? Sin embargo, no tenemos tiempo de regodearnos en el debate interno porque ahí comienza la segunda parte de la película, la más larga, y la más tediosa, que estropea el conjunto final y que puede resumirse en una sola palabra: persecuciones. 


La persecución es un recurso habitual en las películas de acción para disparar la adrenalina de la audiencia y, si se emplea con inteligencia, consigue los efectos buscados, pero resulta excesivamente cargante cuando esa acción se reduce a un eterno huir unos de otros, como es el caso. Cuando el doctor Merrick descubre la fuga contrata a un mercenario llamado Laurent (Djimon Hounsou) que comienza la caza de los fugitivos, primero por el desierto que circunda las instalaciones y luego en un Los Ángeles (poco) futurista con trenes de cercanías aéreos al que escapa la pareja una vez asesinado McCord. Y ahí tenemos la clásica sucesión de efectos típicos en estos casos: carreras, tiroteos, choques, explosiones y corre-corre-que-te-pillo, combinados con diversas tomaduras de pelo al espectador como la habilidad de los fugados para sobrevivir en un mundo real que apenas conocen y de paso derrotar a un equipo de bien entrenados mercenarios... 
O como la sobreabundancia de publicidad subliminal (hay tantas marcas y se emplean de manera tan descarada que, la verdad, tiene poco de subliminal) que, por ejemplo, conduce a Jordan a verse a sí misma, al original del cual es copia, protagonizando en televisión un anuncio de una conocida marca de ropa. Se da la circunstancia de que el anuncio que vemos en la película es el mismo que la Johansson grabó antes del rodaje de La isla y que se proyectó en los televisores reales de los espectadores.


El final de la película es el desastre absoluto cuando sin ton ni son Laurent, el jefe de los mercenarios, se pone del lado de la pareja protagonista y, tras el obligado y épico combate final entre Lincoln y Merrick (y la muerte de éste, al que se retrata por supuesto como el clásico científico loco que se cree Dios), proceden a liberar a todos los clones de la ciudad subterránea. Aunque en estos últimos minutos regresan las preguntas estimulantes de la primera parte ya que al ver a tantas copias humanas con mono blanco correteando por el desértico paraje alrededor del búnker uno no puede dejar de acordarse de los visones "liberados" en las granjas de animales por activistas radicales. Después de todo y sin ir más lejos, ¿no serán un problema mayor una vez libres que cuando estaban encerrados? 


- Sí, todo eso se cuenta en esa película -reconoce Mac Namara- pero lo más interesante es la pregunta que surge al final, ¿no te parece?

No le interrumpo, porque me imagino cuál es la que va a decir. Y, en efecto, mi gato imposta la voz como siempre que quiere imprimir un efecto dramático a sus palabras, y plantea:

- Dime: ¿y si vuestra humanidad no fuera, en el fondo, más que una versión de los clones de "La isla"? ¿Y si no sois más que una propiedad privada de alguien, esperando a ser utilizados para fines ajenos, pero no lo sabéis?