Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 31 de mayo de 2011

El pato y el águila

Vivimos tiempos harto complicados desde el punto de vista laboral. Cada vez es más complicado encontrar (y mantener) un trabajo decente y probablemente mañana será todavía más complicado que hoy, hasta que el modelo actual termine de reventar: lo que acabará ocurriendo en cualquier momento porque la tensión no se puede mantener indefinidamente. Pero como "en cualquier momento" puede ser mañana o dentro de cincuenta años, conviene aguzar el ingenio para tratar de manejarse en la marejada constante en la que navegamos hoy por hoy. 

Y puede hacerse: uno puede sobrevivir e incluso hacerse muy rico, a pesar de todo, en los tiempos que corren, siempre que siga una serie de reglas básicas (básicas de conocer, no tanto de practicar) a la hora de trabajar. Según mi experiencia, la primera de todas es la más importante y consiste en buscar una actividad en la que uno pueda ser útil a los demás y en la que no haya mucha gente ya trabajando. Hoy es muy común comprar la comida a domicilio: pizzas, china, tex mex, etc.; pero el primero al que se le ocurrió la idea de servir comida caliente a domicilio se llenó literalmente los bolsillos porque hasta entonces si uno no quería hacerse la cena en casa no le quedaba otra que irse fuera o ayunar. ¿Cuántas actividades podríamos realizar para sacar dinero? Basta mirar alrededor y escuchar las quejas de la gente: qué es lo que necesitan, y pensar cómo satisfacerlas. Una que yo oigo muy a menudo es la falta de asistentas de confianza: tal vez las personas que sean capaces de organizar una agencia local para este tipo de empleadas (y que sometan a una rigurosa selección a la gente que van a contratar para que sean impecables y de total confianza) puedan ganar mucho dinero desarrollando esta idea.

Otra regla básica consiste en ofrecer un servicio inmejorable, que dé siempre más de lo que cobra (aparentemente) por ello. No basta con que sea bueno y regular: tiene que ser lo mejor de lo mejor. Ésa es la forma de fidelizar clientes. Recuerdo el caso de un restaurante sobre el que me habló una vez mi tutor en la Universidad de Dios que se llamaba "Y medio más" porque cuando uno pedía algo siempre le servían ese algo..., y media porción más de lo mismo, sin cobrar por ésta última. Es decir: si uno pedía un café con leche le ponían el tazón correspondiente y una tacita con un poco más. Si pedía un sandwich de jamón y queso, le servían sandwich y medio, etc. De esta manera, lo que podría pensarse que el establecimiento perdía al regalar a cada cliente una pequeña porción de más en su pedido lo ganaba desde el momento en el que ese restaurante siempre estaba lleno de clientes y nunca conoció la crisis porque todo el mundo sabía que, por el mismo precio que los restaurantes de al lado, allí podían tomar un poco más.

 Una tercera regla básica es querer trabajar de verdad y no dejar nunca de formarse para ello. Muchas de las personas que están en paro poseen un curriculum impresionante de estudios..., que no sirve para nada en el mundo real. Como licenciado universitario en esta reencarnación, puedo certificar que, de las asignaturas que cursé durante 5 años en la Universidad de Periodismo, a la hora de la verdad en el mundo laboral me han servido tres o a lo mejor cuatro asignaturas, y no al completo. Todo lo demás que estudié sólo sirvió para hacerme perder el tiempo o, como mucho, para enseñarme un montón de datos inútiles con los que poder lucirme en una conversación y poco más. Y la cosa ha ido a peor a medida que han pasado los años. Como responsable de tantos becarios que han pasado por mi trabajo y de los que me he tenido que ocupar, puedo decir en voz bien alta que es absolutamente mentira que la actual generación sea la más preparada para el mundo laboral en la historia de España. No es cierto. 

El nivel ha ido descendiendo de manera galopante al tiempo que la autoestima y la arrogancia de los estudiantes ha crecido en forma inversamente proporcional: cada vez creen saber más cuando en realidad saben menos, y lo peor es que exigen de acuerdo a su creencia. Todos pretenden cobrar el maximegasueldo, disfrutar del superarchihorario y por supuesto ocuparse de los asuntos más importantes y lucidos, cuando tienen por delante un laaaaaaargo camino de aprendizaje todavía. El enfrentamiento con la realidad despierta a muchos y les hace conscientes de dónde están de verdad y de cómo van a tener que esforzarse para seguir adelante... Aquí las palabras clave son humildad y actitud. Otros se quedan frustrados y amargados con la vida ya que no comprenden cómo han podido ser engañados durante tiempo para creer que eran lo que no son (y que en el fondo creen seguir siendo).

Estas cosas se me han ocurrido después de recibir un correo de un colega de la Universidad de Dios que se refiere precisamente al trabajo, aunque se puede aplicar a cualquier otro ámbito de la vida. Lo copio a continuación, porque es un buen resumen de esas reglas que antes apuntaba y alguna más que hay que tener en cuenta pero que no voy a desvelar porque no todo va a ser contar las cosas alegremente: el conocimiento lo tiene que descubrir uno mismo y debe sufrir para apoderarse de él. Sólo así le dará el valor que tiene.

El correo se titula PATO O ÁGUILA, TÚ DECIDES y, resumido, dice lo siguiente:

Rodrigo fue a tomar un taxi para ir al aeropuerto. Cuando vió el vehículo en la parada lo primero que notó fue que estaba limpio y brillante. El chófer, bien vestido con una camisa blanca, corbata negra y pantalones negros muy bien  planchados. El taxista salió del auto, dio la vuelta y le abrió la puerta trasera  con amabilidad. Le facilitó una tarjeta plastificada y se presentó: 

- Soy Willy, su chófer. Mientras  pongo su maleta en el portaequipaje me gustaría que lea mi Misión. 

Así que Rodrigo se sentó y leyó la tarjeta con la Misión de Willy: "Hacer llegar a  mis clientes a su destino final de la manera mas rápida, segura y económica  posible, brindándole un ambiente amigable".
Rodrigo quedó impactado, especialmente cuando se dio cuenta de que el interior del  taxi estaba igual que el exterior, limpio y oliendo a perfume. Mientras se acomodaba detrás del volante Willy le dijo:


- ¿Le gustaría un café? Tengo un termo con café con leche y otro con descafeinado. 

Rodrigo creyó que bromeaba y contestó:  

- No, preferiría un refresco. 

Willy sonrió y le dijo:

- Tengo una nevera con Coca Cola normal y light, agua y zumo de naranja, ¿qué prefiere? 

Casi  tartamudeando Rodrigo pidió: 

- Tomaré la Coca Cola light...

 Tras pasarle la bebida, Willy sugirió: 

- Si desea usted algo para leer, tengo varias revistas.

Y, nada más arrancar, le facilitó otra tarjeta plastificada con una lista de radios y el siguiente texto: "Éstas son las emisoras que tengo sintonizadas y el tipo de música que emiten, si quiere que ponga la radio. Si prefiere que le dé conversación, puedo hacerlo. Si quiere que le deje solo con sus pensamientos, coméntemelo".  Por último, le preguntó si la temperatura del aire acondicionado estaba bien.
Rodrigo ya no pudo más y, asombrado, le preguntó: 

- Dime Willy, ¿siempre atiendes así a tus clientes?

 El chófer sonrió y reconoció: 

- No siempre lo he hecho así. Empecé hace dos años. Los cinco anteriores los gasté igual que el resto de los taxistas: quejándome por el poco negocio y tratando de ahorrar todo lo posible en mantenimiento del vehículo y demás para aumentar mi margen comercial. Pero un día alguien comentó en un programa de radio que si te levantas por la mañana esperando tener un mal día será eso lo que tendrás. Dijo que había que dejar de quejarse y que si uno quería progresar en el trabajo debía saber diferenciarse de su competencia. Dejar de ser un pato y transformarse en un águila. Los patos sólo hacen ruido y se quejan, todos juntos, mientras que las águilas vuelan, solas, por encima del grupo y hacia el Sol. Eso me llegó muy adentro..., y decidí dejar de ser un pato para convertirme en águila. Miré alrededor. Los taxis de mis compañeros, como el mío, estaban sucios y eran ruidosos, los chóferes iban vestidos de cualquier manera y trataban a los clientes a patadas. Así que empecé a hacer cambios. Uno cada vez. Si los clientes respondían bien al cambio, lo consolidaba y probaba otro. Y..., mi primer año como águila dupliqué mis ingresos respecto a los anteriores. Este año seguramente los cuadruplicaré. De hecho, usted tuvo suerte de poder tomar mi taxi hoy porque generalmente ya no estoy en la parada. Mis clientes se quedan con mi número de teléfono móvil y reservan mi servicio cuando necesitan transporte. Por último, si yo no puedo atenderles porque estoy ocupado, les recomiendo a otro taxista amigo, otro águila, para que me supla.

- ¿Y sois muchos águilas?

Willy sonrió:


- No. He contado mi historia a más de medio centenar de compañeros del taxi y sólo otros dos me hicieron caso y desarrollaron esta idea. Y han prosperado igual que yo. El resto de los taxistas se limitan a graznar como los patos, justificándome con mil razones y excusas el porqué de que mi servicio es inviable y no puede funcionar en realidad... No entienden lo que implica convertirse en un águila. No entienden que ellos también podrían hacerlo si quisieran.



Llegaron al aeropuerto y Rodrigo pagó con gusto, y con propina, a Willy. Y luego le pidió el número de su teléfono móvil para cuando necesitara un taxi la próxima vez. Después fue a tomar su avión pensando que él no era taxista pero acababa de descubrir que también quería dejar de ser un pato en su profesión para transformarse en un águila y remontar el vuelo. Sólo era cuestión de mirar alrededor con atención...

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