Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 2 de mayo de 2011

Thor

Comentario escuchado durante la proyección de la película Thor esta misma tarde a una personita menor de edad que se sentaba cerca de mí: "Pero ¿por qué les llaman extraterrestres si son dioses?" Tampoco era plan de levantarme y ponerme a pontificarle a ella y al resto de la familia que le acompañaba, pero enseguida se me disparó el lorito real que se esconde entre los pliegues de mi cerebro y no pierde ocasión de molestar para darme la charla a mí mismo: Por razones evidentes -me decía, sabiendo yo ya la respuesta-, está prohibido hablar de dioses puesto que vivimos en el mundo del materialismo más estricto y por tanto no hay que dar ni una sola pista al común de los mortales ante la posibilidad de que lo que se le dice que es y como funciona el mundo pueda ser falso y la realidad, muy otra. Por fortuna para mí, conozco al lorito real desde hace mucho tiempo, desde que encarné en esta vida para ser exactos, y me lo quité de encima de un zarpazo para poder seguir viendo la última -por el momento- adaptación cinematográfica de un comic Marvel, dedicada a la interpretación que a su vez elaboraron Jack Kirby y Stan Lee de la leyenda nórdica.

Los dos maestros del comic de superhéroes del siglo XX (por cierto, fiel a su costumbre, el viejo de Stanley hace un cameo en la película: es el conductor de la furgoneta con la que un grupo de palurdos intentar mover de su sitio al Mjöllnir empotrado en la Tierra cual si fuera un meteorito) crearon "su" Thor un año antes de que yo comenzara ésta hasta ahora mi última reencarnación así que está a punto de cumplir el medio siglo como personaje de historieta. Seguramente no tenían ni idea de lo que estaban haciendo cuando decidieron robar..., quiero decir, inspirarse en la maravillosa mitología nordeuropea para sorprender al siempre inculto público yankee (y del resto del mundo occidental, a estas alturas) con unos personajes que funcionaran desde el punto de vista comercial, al ser muy atractivos, poderosos y de nueva factura (aunque al mismo tiempo apelando al inconsciente colectivo ya que, después de todo, el porcentaje de norteamericanos descendientes de inmigrantes germanos o escandinavos no es en absoluto despreciable, sobre todo en la costa Este). Sin embargo, gracias a ellos, Thor, Odín y el resto de ecos y valores de Asgard la Brillante han seguido vivos, de alguna manera, en la mente de los hombres comunes, por más que los Señores del Mal que gobiernan nuestro mundo y que muy fácilmente podrían ser simbolizados por el traidor Loki intentaran enterrarlos y hacerlos desaparecer de la memoria, ya que fueron incapaces de destruirlos.

A pesar de que casi ninguno de los participantes en la película se la toma en serio (empezando por su director Kenneth Branagh, ¡quién te ha visto y quién te ve!, y siguiendo por todos y cada uno de sus actores que recurren constantemente al guiño humorístico para recordarnos que no hay que tomarse a pecho nada de lo que ocurre, ni siquiera sus secuencias más dramáticas) Thor no sólo constituye una de las mejores adaptaciones cinematográficas de un personaje Marvel (aun estando lejísimos de las mejores, como Conan) sino que contiene algunos fragmentos, breves pero significativos, que resonarán en el alma de los verdaderos Peregrinos. Sólo ellos se darán cuenta, cuando la vean, de cómo todavía se puede representar, en el cine contemporáneo, la Nostalgia del Hogar.



Por lo demás, también podríamos sacarle numerosos defectos a la cinta como el de presentarnos a un Odín tuerto por su batalla contra los gigantes de Jöttunheim cuando en realidad lo entregó en pago a Mimir (esto no sale en la película, claro) a cambio de poder beber de su pozo y adquirir así la sabiduría de los tiempos... Por cierto, quedó tuerto del ojo izquierdo, no el derecho como aparece en esta adaptación. Más grave es convertir a Sif la Encantadora, la de las Trenzas de Oro, la esposa de Thor y Guardiana de las Manzanas..., en una vulgar guerrera: guapa pero de pelo más negro que el ala de un cuervo y que no tiene más mérito que acompañar a los tres colegas (Fandral el espadachín, Vollstag el gordinflón y Hogun el mogol) creados para el tebeo por Kirby y Lee. O, todavía peor, el de mostrar a Heimdall, el Más Blanco de los Ases, Dios de la Luz y Mudo Guardián del Bifrost..., con el aspecto físico del británico y..., negro, actor Idris Elba y encima hablando con el mismo efecto sonoro de La Bella y la Bestia de Disney. 

Lo de "globalizar" los personajes de esta manera es la típica boutade de un Brannagh erudito a la violeta que vuelve a contribuir de esta manera a la destrucción de las tradiciones en aras de un mestizaje que, desde el punto de vista cultural, no ofrece ninguna ventaja sino más bien todo lo contrario ya que confunde y diluye en el mismo caldero amorfo los bien definidos y simbólicos cuentos, historias y leyendas de países muy diferentes que sirven para explicar nuestra propia trayectoria como seres humanos. Recuerdo que Brannagh ya nos obsequió en su día con un Pedro de Aragón también ligeramente oscuro de piel, ya que fue interpretado por Denzel Washington, en su por lo demás muy recomendable y amorosa adaptación de Mucho ruido y pocas nueces. No es una cuestión de racismo. Colocar a un Heimdall negro en esta historia está tan fuera de lugar como rodar la historia de las divinidades japonesas y que la diosa del Sol Amaterasu sea interpretada por ejemplo por la cantante Lolita... O como producir una película sobre mitología africana y tomar el personaje de Eshu el Marrullero, una de las principales figuras de la cultura yoruba, para que sea interpretado por el blanco, rubio y de ojos azules Chris Hemsworth (el actor que hace de Thor en esta película).

Por no respetar, esta versión ni siquiera respeta la aventura original creada por Marvel según la cual el doctor norteamericano Donald Blake, cojo de una pierna y por tanto necesitado de un bastón para caminar, se halla en Noruega cuando aparecen unos extraterrestres dispuestos a hacer lo de siempre: o sea, invadir el planeta. Huyendo de los monstruosos aliens se refugia en una cueva donde queda atrapado. Encuentra entonces un cayado con el que golpea la piedra y eso le transforma, por arte de magia, en Thor. En ese momento se da cuenta de que el bastón es su martillo mágico Mjöllnir y redescubre su identidad como dios nórdico. En un abrir y cerrar de ojos cancela la invasión de extraterrestres a base de bofetadas y a partir de entonces se suma al Universo Marvel, del cual se convertirá en miembro destacado, entre otras cosas como miembro fundador de Los Vengadores, además de ser quizás el más poderoso de los superhéroes, más incluso que Hulk (La Masa).

 El Thor de Brannagh ofrece unos magníficos efectos especiales (lo que a estas alturas se da ya por descontado) para presentarnos un Asgard excepcional desde el punto de vista de su localización estelar pero un tanto kitsch en cuanto a diseño ciudadano, que resulta amenazado por los gigantes del hielo contra los que ya luchó en su día (y a los que ya derrotó) Odín pero que vuelven por sus fueros. Un arrogante y prepotente Thor se precipita en las represalias por la incursión de un puñado de gigantes y Odín le exilia a Midgard..., quiero decir, a la Tierra, con Mjöllnir incluido. Luego le da una bajada de tensión cósmica y queda en coma: este momento es aprovechado por el ambicioso y envidioso Loki para proclamarse rey de Asgard en sustitución de Thor, que es el heredero natural. Los amigos de nuestro héroe deciden ir a buscarle a la Tierra, donde mientras tanto éste se ha hecho medio noviete de una científica llamada Jane Foster (en el comic original, era una enfermera que ayudaba al doctor Blake, pero entre un momento y otro ha llegado la paridad de sexos y los guionistas han subido de categoría profesional a la chica; además, el papel lo interpreta Natalie Portman que ya en su día fue reina Amidala de Star Wars y no se va a rebajar a menos ahora), ayudada por el típico señor mayor que era amigo de su padre ya muerto y por una becaria muy de hoy día (que no quiere problemas y sólo se preocupa por su iPod). El escaso tiempo que ha pasado en el planeta y la constatación de que ha perdido todos sus poderes (menos la capacidad para lucir musculitos depilados) hace reflexionar al antaño poderoso dios, que ahora se ve limitado y "humanizado".

Su proceso de humanización le permite cambiar las tornas en uno de los momentos que deberían ser cumbre en la película pero que pierde toda su fuerza por el chusco tono general que tiene todo de "vamos-a-divertirnos-un-rato-rodando-unas-cuantas-escenas-de-acción". Es cuando Loki manda al poderosísimo robot conocido como Destructor a la Tierra y éste empieza a arrasar todo lo que pilla por delante sin que ni siquiera los amigos recién llegados de Asgard puedan detenerle. En ese momento, nuestro héroe decide ofrecerse en sacrificio a sí mismo para que se salven todos los demás (y, entre paréntesis, esto más que humanización es deificación: es el hombre el que se convierte en dios, y no viceversa, al ser capaz de semejante sacrificio que supone dar la propia vida por amor a la de los demás). El caso es que el Destructor le machaca y, muerto el Thor hombre, todo parece indicar que Loki ha vencido, pero entonces resucita el Thor dios. Su acto de entrega le ha permitido recobrar el favor de Odín y, con él, su martillo y sus poderes, con los cuales deja al Destructor convertido en un montón de chatarra y se vuelve a Asgard a ajustar cuentas.

Aquí llega la parte más confusa de la película, con un Thor enamorado de Foster la científica (?) sin mostrar el menor interés por Sif y que acaba destrozando el Bifrost (lo más absurdo de todo el largometraje, desde el punto de vista mitológico, ya que el arco iris es indestructible), un Odín que se despierta cuando le apetece y sin que se sepa por qué (por cierto encarnado por un Anthony Hopkins que nunca queda muy claro si está interpretando al padre de los dioses o repitiendo su rol de Ptolomeo en la deplorable Alejandro Magno de 2004) y, sobre todo, un Loki que traiciona a todo el mundo, incluso a sí mismo, sin ningún sentido y sin que nunca se aclare exactamente qué es lo que pretende, dentro de esa corriente de relativismo tan contemporánea que defiende que el malo en realidad no es tan malo sino simplemente un incomprendido.

En fin, este tarugo de barbita recortada y pelo oxigenado no es mi Asabragr, mi salvaje y ruidoso conductor del carro tirado por Tanngrisnir y Tanngnjostr, mi dios del jueves (Thursday en ingles, Donnerstag en alemán), no he ido con él a cazar gigantes ni desatar tormentas..., pero al menos durante un rato entretenido me lo ha recordado.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario