Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 10 de mayo de 2011

Pagar

Todo tiene un precio en esta vida y todo precio se paga tarde o temprano. Los ladrones, timadores, aprovechados..., que creen que pueden estafar impunemente a los demás son los primeros engañados. En el mejor de los casos, puede que escapen a la justicia con minúscula, la que imparten los humanos, pero hay otra Justicia con mayúscula en manos de los dioses que resulta implacable en su equilibrio de la balanza. Y no sólo pone las cosas en su sitio sino que además lo hace cobrando intereses. 

Mi profesor de Filosofía Epícteto nos ha consolado en más de una ocasión ante los presuntos golpes bajos de la vida, rogando que tratáramos de recordar las facturas que teníamos pendientes de abonar por nuestros errores en tiempos anteriores, hoy sepultados por los años bajo el lodo de la memoria. Pues una cosa sí es cierta: los dioses se toman su tiempo para hacer esa Justicia (pero siempre la hacen) y además se cobran la deuda en diversas monedas, no sólo en dinero como suele pensar el limitado homo sapiens. Ojo, también pagan, y generosamente, a aquéllos que por sus méritos se han hecho acreedores de lo que los necios llaman "buena suerte".
Yo he comprobado recientemente (y tantas veces antes), observando las cuitas de algunas personas próximas en el espacio y en el tiempo, que no en el corazón, cómo el "cobrador del frac cósmico" ejerce inexorable e impasible su trabajo. Y cómo el deudor, la mayoría de las veces, no se percata de que está pagando por lo que hizo en su momento. Ni siquiera se da cuenta de que está pagando, por lo general, por tomar más de lo que le correspondía.
Dice Epícteto:

La medida de las riquezas para cada uno radica en su propio cuerpo, como el pie es la medida del zapato. Aténte a esta medida y guarda siempre la justa medida. Si no la tienes en cuenta, perderás y acabarás rodando como en un precipio donde nada te detiene. Es como el calzado: si rebasas la medida lógica de lo que tu pie necesita, pronto querrás zapatos de oro y después desearás que sean de diamantes. Y tras rebasar la primera medida, ya no hay límites..., hasta el desastre (...)  Un signo cierto de un espíritu incapaz es el de ocuparse demasiado en el cuidado de lo material. La bebida, la comida, las nedcesidades físicas... Todo esto no debe ser lo principal, sino lo accesorio en nuestra vida. Y debemos hacer estas cosas como de pasada, pues nuestra aplicación y atención han de estar puestas en las cosas de nuestro interior.


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