Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 29 de marzo de 2011

El primer crononauta de la Historia

- Serás un tipo famoso, el más famoso de la Historia, la gente te querrá, te aclamará, te dedicará un homenaje tras otro -me decía una y otra vez el doctor Cassidy, ese maldito chiflado, y yo me lo creí- ¡No en vano te vas a convertir en el primer crononauta de la Historia, el primer viajero en el tiempo...! Pero, ¿te das cuenta del futuro maravilloso que te espera? Escribirán libros sobre ti, rodarán películas de tu vida, te entrevistarán en todas partes... ¡Serás el más grande!

 La verdad es que dicho así impresiona bastante y uno, si es un poco ingenuo como le sucede al hijo de mi madre, tiende a creérselo todo. 

- Piénsalo bien: te convertirás en testigo único de los acontecimientos históricos. Gracias a ti podremos saber qué sucedió con exactitud en tal sitio en tal época: qué sucedió ¡de verdad! Por fin conoceremos cómo murió realmente Rasputín, cuántos europeos había en América antes de que llegara Colón, cuál fue el aspecto físico que tenía Jesucristo, si Napoleón perdió la batalla de Waterloo por culpa de sus hemorroides..., en fin, cuán hermosa era Cleopatra, si es que lo era y no debía su fama a ciertas habilidades..., ejem, femeninas. ¡Tú serás el primero en saberlo, en documentarlo todo y en contárselo luego al mundo! Te harás rico y popular, el tipo más importante de nuestra época..., y quizá de todas las demás.

Para un físico de cuarta fila como un servidor, que lo único en lo que ha destacado en su vida es en los combates de boxeo de la liga universitaria y cuyo panorama laboral se reducía a un mísero contrato de ayudante renovable cada seis meses, las palabras del doctor Cassidy resultaban harto prometedoras.

- Eres el candidato perfecto. Sabes lo suficiente de Física Cuántica para entender los rudimentos de mi máquina del tiempo y manejarte adelante y atrás en los siglos y en los milenios sin inmutarte. Tu fortaleza personal y tus músculos garantizan que podrás soportar los vaivenes del viaje y las tensiones a que se verá sometido tu cuerpo, además de la posibilidad de defenderte si tienes algún problema puntual. Cada viaje lo mediremos al milímetro de manera que partirás sabiendo absolutamente todo lo que hoy sabemos sobre ese exacto momento temporal, vestido a la moda de aquellos días y provisto de diminutas cámaras para grabarlo todo. Irás, verás y volverás. ¡Oh, estoy tan emocionado que casi desearía despedirte y pilotar yo mismo la máquina, a pesar de que mi edad y mi ruinosa constitución física lo desaconsejan por completo!

Sí, yo me lo creí todo, porque es verdad que los datos teóricos eran perfectos, estaban calculados al detalle: el viaje en el tiempo era posible gracias a un distorsionador de átomos que el doctor Cassidy había inventado y que gracias a su sistema de vibración permitía disgregar temporalmente los cuerpos físicos para hacerlos aparecer en el lugar de destino elegido casi al mismo tiempo que habían terminado de desaparecer de su sitio original. Probamos con varios modelos, pequeñas maquetas a escala, y todos se desvanecieron ante nuestros ojos para ir a aparecer -suponíamos, porque nunca volvimos a verlos- en algún momento del pasado. 

Luego, cuando me subí al fin en la máquina dispuesto a realizar mi primer cronoviaje a los idus de marzo..., bueno, al 15 de marzo del año 44 antes de Cristo, para ser testigo en directo del asesinato de Julio César -el primer viaje que habíamos escogido- en pleno Senado de Roma, el doctor Cassidy me dio un abrazo emocionado.

- Hijo mío, no sabes cómo te envidio. Ve, observa lo que hay y vuelve. Sabes manejar perfectamente la máquina. Mucha suerte. Te espero impaciente.

Y partí. La verdad es que el distorsionador de átomos funcionó a la perfección. Y sí, viajé en el tiempo, sintiendo apenas un ligero mareo -aunque creo que el efecto fue más psicológico que físico- al percibir cómo primero los meses, luego los años y finalmente los siglos se desprendían de la existencia esfumándose a mi alrededor, arrastrados como el humo por una corriente de aire. La emocionante sensación sólo se detuvo cuando según los indicadores de la máquina, llegué a mi destino temporal. El cronoviaje había sido un completo éxito.


Excepto por un pequeño detalle.


El doctor Cassidy me había enviado más de dos mil años atrás en el tiempo. Pero, dos mil años atrás en el tiempo, el planeta Tierra no se encontraba en el mismo lugar del Universo en el que se hallaba cuando partí de él, sino mucho más lejos, a millones de kilómetros: ni siquiera se había acercado todavía a las regiones del espacio donde estaría dos milenios más tarde. Yo había viajado en el tiempo..., pero no en el espacio y ahora flotaba impotente en medio de la nada, envuelto por el frío, sin oxígeno que respirar y rodeado por la más negra oscuridad. Oh, Dios mío, ni siquiera estaba lleno de estrellas. Apenas algún destello de una galaxia que no supe reconocer...

 Me congelé en cuestión de segundos, antes de que -sarcásticamente- tuviera tiempo de darme cuenta de lo que había ocurrido, así que no fui capaz de reprogramar la máquina para regresar a mi época.


Y aquí estoy desde entonces, cayendo eternamente hacia el fondo del espacio. 

Con todo el tiempo por delante para maldecir al doctor Cassidy.
 



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