Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 18 de octubre de 2010

Los faraones españoles y la censura del inquisidor Zahi Hawass

Desde que británicos, franceses y alemanes pusieran de moda en Europa las excavaciones y los descubrimientos relacionados con el Antiguo Egipto allá por el siglo XIX, el fenómeno no sólo no ha decaído sino que ha ido in crescendo y hoy el mundo de los faraones es una de las principales obsesiones culturales, científicas y por supuesto turísticas del hombre corriente. Paradojas de la vida, ese mismo hombre (y mujer) no tiene demasiada idea acerca de lo que fue exactamente la civilización egipcia y sus nociones al respecto son, además de básicas, en general erróneas y construidas sobre la base de clichés heredados de Hollywood en un primer momento y de los novelistas contemporáneos más recientemente.
Las pirámides son uno de esos conceptos admitidos pero mal asentados y aún peor comprendidos por los profanos, alimentados como lo han sido por multitud de interpretaciones absurdas. Desde el cuento para niños de que se trataba de tumbas de faraones (cuando cualquiera que haya leído un poco sabe que jamás se encontró una sola momia en su interior y que los monarcas egipcios eran enterrados en tumbas mucho más discretas como las del hoy conocido como Valle de los Reyes) hasta la estupidez de que fueron levantadas por un enjambre de obreros, esclavos o no, a base de tirar de los gigantescos bloques de piedra con cuerdas sobre rodillos de madera (cuando existen multitud de trabajos -recuerdo ahora el meritorio estudio del perito industrial español Pedro G. Micieces publicado a mediados de los años setenta en la legendaria revista Mundo Desconocido-  que demuestran que esa fórmula era imposible..., a no ser que los susodichos rodillos fueran de acero normalizado y las piedras hubieran sido arrastradas sobre una carretera asfaltada, entre otras exigencias para aceptar semejante ocurrencia).

Sin embargo, el interés es el interés (y mueve mucho dinero) y en las últimas horas todo el mundo comentaba el último hallazgo de un equipo de arqueólogos egipcios que ha descubierto la tumba de un sacerdote en lo que se cree oficialmente fue en su día el cementerio de los trabajadores que presuntamente participaron en la construcción de las llamadas pirámides de Keops y Kefrén. Según los arqueólogos, la tumba se remonta a la V Dinastía del período antiguo, se puede fechar entre los años 2.513 y 2.374 antes de Cristo y es única en su tipo porque es la primera vez que se desentierra a un miembro de la clase alta de aquella época, que se piensa pudo ser "un inspector de los sacerdotes encargados de purificar" la pirámide del faraón Kefrén. En el interior de la sepultura se han encontrado los clásicos dibujos de colores en los muros que representan al susodicho sacerdote y a su esposa con una mesa en la que hay ofrendas de toros sacrificados, aves y pan, además de imágenes de su vida diaria incluyendo las excursiones que según parece le gustaba realizar al Nilo.

Ahora bien, lo más interesante de este descubrimiento, y que ha pasado bastante inadvertido de momento, es el nombre del sacerdote: ¡Rudig-ka!
No es un nombre en absoluto corriente y me parece que tiene bien poco de egipcio. Al contrario, nos remite a una clara ascendencia europea. En el antiguo idioma alemán encontramos su origen: Hrodgar, compuesto de hrothi (famoso) y ger (lanza). De allí pasó al alemán moderno como Rudiger y al inglés como Roger, exactamente el mismo nombre que el francés. Pero, un momento, ¿y si resultara que en realidad es aún más antiguo? ¿Y si resultara que viniera nada menos que del español? ¿Existe acaso un nombre similar en nuestro idioma? Bueno, tenemos a Rodrigo (nombre de origen presuntamente germano que significa, vaya vaya,  caudillo famoso) pero encontramos uno aún más próximo y anterior al de Hrodgar: Rogelio, que deriva de Rogerio, que significa textualmente... ¡La lanza de la fama!
Si tenemos en cuenta que ka es un sufijo que hace referencia al espíritu inmortal según la religión egipcia, nos encontraremos con que este sacerdote llevaba un nombre que remitía al linaje o espíritu hispano de su familia, si es que no directamente a su propio país de origen aunque en el momento de su muerte estuviera sirviendo al faraón.

Podríamos hablar de casualidad (podrían otros hablar de casualidad: yo nunca lo hago porque sé perfectamente que no existe la casualidad sino la causalidad) o de simpática coincidencia, si no fuera porque ésta es una prueba más de la montañita que se viene acumulando desde hace ya bastantes años en pro de las tesis aquí ya comentadas del investigador Jorge María Ribero Meneses sobre el origen ibérico, aún más, cantábrico de la humanidad racional. Sin salir del mismo Egipto, recordemos que hace algo más de un par de años, en febrero de 2008, un equipo dirigido por el arqueólogo del CSIC José Manuel Galán descubrió la tumba intacta (en la foto de arriba a la izquierda) de un arquero de alto rango de 4.000 años de antigüedad en cuya tumba estaba inscrito su nombre: Iker o "el excelente" según la escritura jeroglífica. ¿Existe un nombre más euskaldún, es decir más español? (y aún diría que más mostoleño, teniendo en cuenta que el jugador más famoso de la selección española de fútbol es Iker Casillas)  Para despistar y/o tranquilizar a las comunidades de científicos e historiadores internacionales, que lo pasan muy mal cuando se descubren este tipo de cosas que van en contra de todas las falsedades comúnmente aceptadas por comodidad o por interés, se maquilló burdamente el nombre y se presentó a la opinión pública con la grafía árabe actual: Iqer, con q y sin la u posterior que usamos en Occidente.

Así las cosas, resulta que acaba de prorrogarse la estancia en Madrid de la exposición Tutankhamon, la tumba y sus tesoros que, entre otras cosas, ofrece una réplica a tamaño natural del descubrimiento de la sepultura del famoso faraón, además de exhibir réplicas de piezas y del entorno donde fueron halladas. Visto el éxito de la muestra (que comenzó en 2008 precisamente en Zurich y que este mes recibirá a su visitante número 200.000 en la capital de España), alargará su estancia en la Casa de Campo madrileña hasta el próximo 16 de enero antes de partir hacia Dublín en febrero del año próximo. 


Como complemento de la exposición, el principal responsable del Consejo Supremo de Antigüedades de El Cairo, Zahi Hawass, más conocido como el Gran Pope de Lo-que-puede-ser-contado-y-lo-que-más-vale-que-te-calles-si-no-quieres-que-te-caiga-un-paquete-encima y también como Yo-de-mayor-quiero-ser-Indiana-Jones se permitió el lujo de anunciar su presencia en España para darnos una conferencia sobre el gran estudio antropológico, genético y radiológico de la momia del rey Tut que se desarrolló con patrocinio de la National Geographic entre septiembre de 2007 y octubre de 2009. Un estudio que ha aclarado muchas cosas..., aunque no todas se han contado oficialmente porque el propio Hawass (qué majo, en la imagen de aquí arriba a la derecha) decretó secreto absoluto y "silencio de radar" acerca de ciertos asuntos descubiertos por esta investigación.


Entre lo que sí se contó, tenemos el hecho de que Tutankhamon murió probablemente en el noveno año de su reinado a los 19 años de edad por culpa de la combinación de la enfermedad de la malaria con una dolencia ósea que padecía (y no en una conspiración a manos de un misterioso asesino como parecía desprenderse de la fractura de su cráneo que, ahora se sospecha, debió provocársela el equipo de Howard Carter cuando en 1922 le arrancaron la máscara de oro que estaba pegada al cadáver) y que hizo que le enterraran con varios bastones y un montón de medicinas.


También, gracias al ADN se identificaron los cuerpos de la momia KV35EL (que resultó ser Tiy, la madre del gran Akhenaton y abuela de Tutankhamon) y de KV55 (el propio hijo del sol, que renunció a su nombre inicial Amenhotep IV para rebautizarse como Akhenaton e iniciar una revolución espiritual nunca antes vista en el antiguo Egipto y que, todo hay que decirlo, no terminó nada bien para sus simpatizantes y seguramente para él mismo). En la revista científica JAMA, donde se publicaron las primeras conclusiones de la investigación, un historiador de la medicina llamado Howard Markel, de la Universidad de Michigan, se preguntaba sobre la "utilidad y la ética" de estos estudios pues "antes de molestar a los muertos con las perspicaces maravillas de la ciencia médica del siglo XXI" sería lógico plantearse "evitar la caja de Pandora de la historia"... Demasiado tarde, Mr. Markel. Si el censor de Zahi Hawass quiso hacerle caso escondiendo la parte más interesante de los resultados, él mismo en una gran metedura de pata digna de la mejor de las comedias de enredo castizas ha quedado al descubierto.

Y es que no se le ocurrió mejor cosa que conceder una entrevista televisiva que fue emitida por el Discovery Channel en sus oficinas junto a un ordenador ¡en el que aparecía parte del texto censurado del informe en la pantalla, incluyendo los marcadores genéticos estudiados! Un biólogo molecular norteamericano, Whit Athey, por cierto molesto con el secretismo del egipcio en todo este asunto, grabó la entrevista y luego se tomó la molestia de ampliar las imágenes y tomar nota de lo que decia el informe. Y allí leyó la bomba que a día de hoy sigue siendo, oficialemente, secreta: ¡el ADN de Tutankhamon revela que sus antepasados directos eran de origen europeo, y más concretamente ibérico, e incluso se señala a la región de Asturias como lugar de procedencia de sus genes!


En realidad, todo esto no debería ser una sorpresa. Sabemos desde hace tiempo (aunque los científicos no suelen hablar mucho de ello, porque no les cuadra con su visión del mundo) que las primeras dinastías egipcias (como las de tantas otras civilizaciones dignas de ese nombre) estaban dirigidas por reyes, faraones en este caso, de piel blanca, cabellos rubios o rojizos y ojos azules. Es decir, cualquier cosa menos africanos. El propio Hawass, en el texto mutilado que escribió sobre esta última investigación en el National Geographic no tuvo más remedio que reconocer que una de las momias estudiadas, pertenecientes a una mujer bautizada inicialmente como la Anciana Dama, poseía "una larga cabellera rojiza derramada sobre los hombros". Esa mujer fue poco después identificada como Tiy, la abuela de Tutankhamon.

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