Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 4 de junio de 2010

Corresponsal de guerra

Una de las escasísimas lecciones de interés profesional (las lecciones de interés vital fueron muchas más y más interesantes) que coseché durante los casi estériles cinco años que duraba entonces la carrera de Periodismo en la universidad madrileña donde los cursé nos la ofreció cierto profesor de Relaciones Internacionales que compaginaba sin problemas su estatus en el magisterio con el trabajo en los medios de comunicación. De hecho, los compaginaba tan bien que la única vez que los estudiantes le vimos el pelo en clase fue a principios de curso, en la primera hora que tuvimos con él, porque luego se pasó el resto del año sin aparecer por allí, dejando la labor profesoral en manos de su sustituto: un individuo de maneras torvas cuyas clases, como las de tantos otros presuntos maestros de aquella carrera, resultaron ser perfectamente prescindibles.

Así que el profesor titular (al que por cierto volví a encontrar años después, ya en el pleno ejercicio de la profesión durante la colaboración con cierto medio impreso) nos dedicó su atención durante una sola clase. O más bien nos dedicó su discurso, porque aparte de aquellas pal
abras y la recomendación de alguna lectura poco más llegó a contar. Sin embargo, fueron unas palabras muy características. Enarbolando en las manos el, en aquella época, ambicionado y envidiado carnet profesional de periodista (que nosotros, alumnos de 5º de carrera en la recta final ya de los estudios y dispuestos a comernos el mundo en cuanto pudiéramos, mirábamos con ansiedad), el tipo nos dirigió un discurso breve pero contundente que a más de uno le haría reconsiderar el trabajo que aspiraba a desarrollar en cuanto estuviera licenciado.

Tras preguntar cuántos de los allí reunidos pensábamos dedicarnos específicamente a la labor de periodistas internacionales, con especial incidencia en la corresponsalía de guerra, y co
mprobar la existencia de varias decenas de manos levantadas, nos dirigió las siguiente advertencia que puede que mi memoria no refleje fielmente palabra por palabra pero sí en esencia de lo que nos dijo aquel día:

“Ustedes creen que este carnet que tengo en las manos les va a abrir todas las puertas. Que por el simple hecho de mostrarlo en cualquier parte, políticos, empresarios, líderes sindicales o religiosos o cualquier otra persona relevante va a acceder amablemente a sus preg
untas o a orientarle en sus informaciones. Naturalmente, ustedes tienen la idea de que van a ejercer de periodistas intrépidos, honestos y objetivos, incorruptibles a la hora de contar lo que está pasando. No tienen ni idea de las trincheras y los campos de minas que les esperan ahí fuera y de la rapidez con la que estos obstáculos pueden amargar y convertir en un cínico descreído y fácilmente influenciable, incluso corrupto, a un joven periodista lleno de ideales. Ustedes piensan que la posesión del carnet de periodista, aparte de implicar la pertenencia activa a esta profesión, es la llave maestra para ir a cualquier lado en cualquier momento..., y en todas partes ser considerado y respetado, y puede que hasta admirado. Ustedes desean realmente poseer este carnet, ¿no es cierto?"

"Pues desengáñense porque no sirve para nada. De hecho, les regalaría éste, que es el mío, si les fuera de alguna utilidad, pero lleva mi fotografía y mis datos personales, así que no creo que pudieran emplearlo para gran cosa. Lo he traído sólo para que tengan ocasión de contemplar el que ustedes podrán obtener al licenciarse en esta carrera: uno exactamente igual y exactamente igual de inútil. De hecho, el carnet de periodista es uno de los documentos más estúpidos que se han inventado, precisamente por inútil. Los verdaderos periodistas nunca lo utilizan para ir a los sitios..., o acaso utilizan en todo caso la acreditación de su propio medio, en el que trabajan, y que les confiere su tercer apellido (en la profesión periodística, el tercer apellido es sumamente importante: no es lo mismo pertenecer a la "nobleza" periodística llamándose Fulanito Mengánez -primer apellido- Anténez -segundo apellido- de El País -tercer apellido- o de El Mundo o de EFE, por poner algunos ejemplos, que pertenecer al "pueblo llano" y llamarse Fulanito Mengánez Anténez de lasnoticiasdemibarrio.com). "

"Sepan además que las personas que les respetarán por enseñarlo serán sólo aquéllas que estén planeando utilizarles a ustedes como correa de transmisión de sus mensajes, sus ideas y sus opiniones. Y sepan, sobre todo si van a dedicarse a la información internacional y planean viajar a lugares en conflicto para ejercer la apasionante pero embrutecedora y enloquecedora carrera del corresponsal de guerra, que este carnet no es un 'deténte bala'. Usted
es están acostumbrados a las suavísimas maneras occidentales, pero en una guerra por ahí perdida en una jungla, en un desierto, en una montaña..., el hecho de tener el carnet no les garantizará tener acceso a más comida, atención médica o seguridad de cualquier otro tipo. No les garantizará ni siquiera su vida. Al contrario, hay muchos sitios donde los combatientes se mearán literalmente en su carnet si pretenden mostrárselo para que les respeten y probablemente lo primero que hagan según ustedes lo saquen del bolsillo sea apuntarles con un arma y volarles a ustedes la cabeza sin más preámbulos. He conocido a más de un idiota que pretendió forzar la situación en algún lugar del Tercer Mundo, que es la mayor parte del mundo, exigiendo respeto a su dignidad como periodista y ahora yace enterrado en el mismo sitio donde intentó imponer la calidad de un documento que queda muy bien para enseñar a la familia y amigos, pero poco más. Un viejo refrán de esta profesión reza textualmente: 'No le digas a mi madre que soy periodista..., mejor consuélala diciéndole que trabajo como pianista en un burdel'. Así que, aunque parece un poco parte dado las alturas de la carrera en las que se encuentran, les ruego que reflexionen sobre lo que quieren hacer y si realmente quieren dedicarse a esto."

Dijo algunas cosas más, pero siempre en este tono. En aquel momento me parecieron unas palabras bastante duras y desde luego los que las escuchamos salimos más que pensativos de su clase. Luego comprobé que no sólo eran ciertas sino que se había quedado corto. Pero hay que ejercer durante unos cuantos años para empezar a comprender las miserias de esta profesión (que también tiene sus momentos
brillantes, pero de ésos habla todo el mundo en todas partes).

Me he acordado de este profesor-de-un-solo-día tras leer con cierta incredulidad el debate promovido por la Campaña Emblema de Prensa, una ONG fundada hace seis años po
r un grupo de periodistas con sede en Ginebra, que pretenden alcanzar un consenso para consolidar una convención internacional por la cual los Estados se comprometan a proteger, identificar e incluso indemnizar a los informadores en los conflictos bélicos. Eso incluye la creación de un emblema, un signo o símbolo representativos de la Prensa que sea reconocido internacionalmente. Una especie de carnet, como aquél con el que soñábamos cuando eramos estudiantes de Periodismo, pero resumido en un diseño gráfico visible que pueda ser reconocido en cualquier lugar del planeta y que actúe como una especie de "chaleco antibalas".

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que al parecer no tiene otras cosas realmente importantes que tratar en nuestro pacífico y amable mundo contemporáneo, le ha dedicado hoy una sesión a esta utópica propuesta que también pide la creación de “corredores para los medios de comunicación” que sean “reconocidos por las partes en conflicto” y que incluso exige fijar una especie de tabla de responsabilidades para compensar al periodista herido o muerto (en este caso, compensar a su familia) en el ejercicio de su labor.

Luego me he preguntado qué periodistas serán los que forman parte de esta ONG (¡Un momento! Ahora que lo pien
so, una ONG no es un medio de comunicación..., luego entonces... ¿estaremos ante otro negocio solidario como el de tantas otras organizaciones de este tipo que tanto abundan en nuestros días y que bajo la cobertura de "vamos a ayudar a los pobres" incrementan sensiblemente las cuentas corrientes de sus miembros?) y he imaginado que no debían hacer honor a ese nombre. Porque si lo hicieran, y estuvieran acostumbrados al ejercicio del periodismo de guerra, no habrían planteado tamaña idiotez.

¡Si ni siquiera una de las pocas organizaciones humanitarias que funciona medianamente bien en caso de conflicto como es el caso de la Cruz Roja ha conseguido un reconocimiento universal a su labor! Su presencia es tolerada por los diversos bandos en numerosas guerras sólo porque gracias a ella pueden recibir atención médica para sus soldados (heridos, especialmente) y porque además pueden vampirizar parte de los recursos destinados a la población civil y distribuidos por esta organización en la zona bélica. En el colmo de la paranoia, además, la Cruz Roja original se ha tenido que desdoblar en los últimos años en la Media Luna Roja para atender a personas de origen musulmán y en la Estrella de David Roja para atender a personas de origen judío e incluso en el Cristal Rojo (con forma de diamante) para atender a personas que no son musulmanes ni judías pero que identifican la cruz con el cristianismo y no están de acuerdo con ser atendidas por semejante símbolo (otra muestra de la imbecilidad inherente en el ser humano: si uno está ahogándose tras un naufragio, ¿no debería importarnos un pepino el color del salvavidas?).

Con lo que cuesta abrir un "corredor humanitario", ¿qué ejército va a facilitar y respetar un "corredor informativo" cuando precisamente el control, manejo y manipulación descarada de la información es hoy un arma tan eficaz o más que un lanzador de misiles intercontinentales? ¿Qué ejército puede "garantizar" la protección de un periodista en medio del combate (tenemos ejemplos no muy lejanos en el tiempo de periodistas españoles muertos en lugares como Iraq) o en un bombardeo o en un camino minado o en un ataque suicida? ¿Qué ejército va a indemnizar a ningún periodista que fue a cubrir un conflicto porque quiso ir, no porque le llamaran (para ser corresponsal de guerra hay que ser voluntario y tener una piel muy determinada, rara de hallar incluso entre los propios periodistas que en general suelen considerarse como tipos atrevidos, curiosos y viajeros; Manu Leguineche, un clásico de esta profesión, dijo en cierta ocasión que los corresponsales de guerra "son las tres des: desequilibrados, divorciados y dipsómanos"). ¿Qué ejército va a reconocer como periodista a todo aquél que se presente en un conflicto diciendo que lo es (por ejemplo, un free lance) en una época como la nuestra en la que un tipo escribe cuatro cosas en un blog de Internet o berrea diez insultos en un programa de telebasura y ya se autodenomina periodista?

Màrius Carol recoge en su libro Contra periodistas, entre otras muchas, una sentencia que resume el alma contradictoria de esta profesión. Pertenece a Alain Touranine, flamante ganador del último Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y dice: "Los medios no tienen que rendir cuentas de sus actos a los ciudadanos. Influyen sobre la política por encima de ellos o a través de ellos. De ahí surge la paradoja para la democracia: si tratamos de controlar los medios, acabaremos con la democracia; pero si no lo hacemos, los medios acabarán con ella."

2 comentarios:

  1. excelente, Pedro Pablo. No puedo estar más de acuerdo, veinte años después...

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  2. Buenísima esta nota Pedro!!! La voy a copiar y pegar en mi fb personal. Creo q varios colegas la tienen q leer.

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