Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 28 de junio de 2010

¿Impuestos a los bancos?

Ya dijo aquel gafotas genial llamado Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, uno de los tres escritores más brillantes de la lengua española (al menos entre cuantos hemos conocido históricamente, que no son pocos), que Poderoso caballero es don Dinero. ¿Cómo eran los versos inmortales de este madrileño irrepetible, una de las muy escasas personalidades con las que estoy de acuerdo en que en su día se le levantara una estatua? Ah, sí: "Madre yo al oro me humillo/él es mi amante y mi amado." O bien: "Es tanta su majestad/aunque son sus duelos hartos/que aun con estar hecho cuartos/no pierde su calidad." O ese definitivo y monumental: "Más valen en cualquier tierra,/mirad si es harto sagaz,/sus escudos en la paz/que rodelas en la guerra./ Pues al natural destierra/y hace propio al forastero,/poderoso caballero es Don Dinero."

Don Dinero es capaz de todo, hasta de inventarse las noticias que crea necesarias para engañar al personal. Buena prueba de ello es la que el diario El País, el más importante (por ventas y por difusión, ya que por calidad es más que cuestionable) de España en este momento, publicaba sin rubor ayer domingo con un titular a 5 columnas, encima de una imagen de David Cameron y Barack Obama protegidos por sendos paragüas a su llegada a la cumbre del G20 en Toronto. Atención a la frase, porque me estuve riendo un rato largo después de leer la interpretación de los hechos que publicaba este periódico: "Los emergentes fuerzan al G20 a enterrar el impuesto a la banca". Y la información comenzaba: "La cumbre del G20 enterró anoche la idea de generalizar un nuevo impuesto a la banca, una propuesta planteada en citas anteriores y que defienden EE.UU., la UE y el Fondo Monetario Internacional. La oposición de los países emergentes, Australia y Canadá hizo imposible hacer global una tasa que Washington, Londres, París o Berlín ya tramitan unilateralmente..."

Es en estos momentos cuando envidio el talento del grandísimo Quevedo, que sí hubiera tenido palabras para definir profesionalmente a los responsables de semejante publicación. Mucha ingenuidad, mucha ignorancia o mucho de ambas cosas (y tal vez de algo peor) hay que tener para, con las cosas que sabemos todos hoy día, echar la culpa a canadienses y australianos (que vienen a pintar en el escenario internacional lo que los españoles: o sea, más bien poco) en compañía de indios y brasileños (por citar un par de "emergentes", como les llaman ahora) no sólo de ser los grandes defensores de la banca internacional sino de tener más fuerza para imponer sus tesis que el poder que despliegan a diario de manera conjunta y complementaria el dólar y el euro, en este caso unidos, y, ¡por si fuera poco!, apoyados por el brazo armado del Capitalismo Mundial que es el FMI.

Para más INRI, el mismo diario publica en la página siguiente un cuadro con el PIB nominal de los países del G7 más Rusia detallando la situación, que convierte la portada del diario en un chiste de tebeo. Estados Unidos se sale del cuadro con casi 14.000 millones, seguido de Japón (mayordomo de Washington) con casi 4.400, Alemania con 3.300, Reino Unido con 2.800, Francia con casi 2.600, Italia con 2.100 (si sumamos todos los números, unos 30.000 millones de dólares en total)..., frente a Canadá en último lugar, sólo por encima de Rusia (y por poco) con 1.400. Australia por supuesto no aparece puesto que sus números son inferiores a los españoles. Es obvio que después de esto dejé de leer toda la información relativa a este asunto.

La cumbre del G20 ha servido para seguir haciendo el teatrillo y contar lo que se quiera contar sobre la (mal) llamada crisis económica, cuando en realidad es una crisis financiera no tan difícil de explicar siempre que uno sepa cuatro o cinco cosas sobre cómo marcha el mundo. Y una de las más importantes es que todos, absolutamente todos, los países del mundo están endeudados..., pero no unos con otros sino todos con la gran banca internacional. Por ese motivo jamás prosperará (al menos mientras dure este sistema: el día que reviente definitivamente, ya veremos) ninguna medida de control sobre los que manejan al poderoso caballero.

Porque la idea además no es nada nueva. En el primer tercio del siglo XX ya surgieron las primeras propuestas a ese respecto y a principios de los años setenta se concretó la iniciativa que ha estado más cerca de aplicarse (no llegó a hacerse) firmada por el doctor James Tobin, Nobel de Economía en 1981 (en la foto de la derecha). Es la conocida como Tasa Tobin que básicamente consiste en imponer un impuesto a cada una de las transacciones financieras internacionales: ésas que impulsan la especulación e inflan los mercados para que luego revienten o, lo que es lo mismo, el juguete favorito de los Madoff, los Soros y compañía. Sería una tasa mínima, de entre 10 y 25 centavos por cada 100 dólares, y su objetivo básico es el de frenar o desestimular el flujo de capitales a corto plazo (los obtenidos en unos pocos días o semanas). Estos capitales obtienen por lo general una ganancia elevada por la velocidad a la que se mueven, vendiéndose y revendiéndose varias veces incluso durante el mismo día. Pero si cada vez que cambian de manos tuvieran que pagar esta en apariencia mínima cantidad su elevado rendimiento financiero se reduciría enormemente e incluso podría llegar a desaparecer, con lo que se apoyaría las inversiones más estables, a largo plazo y no especulativas. En cuanto al dinero recaudado por esta tasa (se calcula que unos mil millones de dólares anuales, lo que nos da una idea de la cantidad de dinero "virtual" que cada día cambia de manos en esos caladeros de tiburones que llamamos alegremente mercados bursátiles), la idea era destinarlo a países necesitados, siendo administrado incluso por el FMI.

Pero no cuajó la Tasa Tobin..., como no cuajará ningún otro impuesto similar mientras, insisto, el sistema siga siendo el que es.

Un viejo cuento judío escenifica muy bien la situación. Se contaba en la antigua Unión Soviética y nos sitúa en una escuela, donde un profesor quiere comprobar lo que sabe un alumno en materia de aritmética y le plantea el siguiente problema:

- Imagina que eres tu padre y que me prestas 10 rublos a un 6 por ciento de interés. ¿Cuánto tengo que devolverte al cabo de un mes?

- 20 rublos, profesor -responde el alumno sin pestañear.

- ¡20 rublos! ¿Pero tú has hecho bien el cálculo? Te he dicho que me prestas 10 rublos..., ¡y a un 6 por ciento de interés! Piénsalo mejor y dime: ¿cuánto he de devolverte?

- 20 rublos -insiste el alumno.

- ¡Tú no sabes nada de aritmética! -le dice indignado el profesor.

- Y usted no conoce a mi padre -le contesta el alumno.

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