Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 3 de junio de 2010

Feria del Libro 2010

¿Por qué le llaman Feria del Libro cuando quieren decir en realidad Masa anárquica de bultos entorpecedores y agobiantes? La Feria del Libro de Madrid se puede definir, en teoría, como una especie de Paraíso-en-la-Tierra para ese espécimen tan extravagante y ajeno al ser español que es el homo legens o extraño caso de ciudadano que dedica buena parte de su ocio al inmenso placer de la lectura. ¡Tantos libros, tan diferentes y todos juntos, y con la posibilidad de toquetearlos, disfrutar de sus portadas, de su olor a tinta y papel! Tal oportunidad de hojearlos y de ojearlos sin que nadie te mire mal: todo lo contrario, con los editores y vendedores ¡y hasta los autores! sonriéndote con amabilidad (y esperanza de que te lleves un ejemplar). Tal posibilidad de conocer personalmente a la persona que escribió esas páginas que en su día te conmovieron, te emocionaron, te tocaron las narices... Y, por si fuera poco, en el Parque del Retiro: uno de los escasos parajes de la ciudad de Madrid (el Monstruo) que cualquier alienígena extraterrestre con un poco de cabeza salvaría de la destrucción durante su horrorosa y apocalíptica invasión.

Bueno, pues en lugar de ser ese paraíso terrenal, la Feria del Libro se convierte, cada año que pasa en mayor medida, en un insoportable baño de masas a las que el libro les da exactamente igual ("no, no voy a comprar ninguno: ya me compré uno en Navidades...") que acuden en manadas bamboleantes de zombies desorientados al antiguo Paseo de Coches donde están instaladas las casetas pero ni siquiera se paran a mirar los mostradores sino que se dedican a ¡¡¡pasear!!!

Uno, que inocentemente había acudido con el poco disimulado gozo de disfrutar de una tarde tranquila llenándose el alma con uno de los productos materiales más hermosos que conoce (el libro, se mire por donde se mire), sobre todo teniendo en cuenta que Thoth (el escriba, el maestro de las letras) es mi tutor personal, se ha encontrado de pronto manoteando para no ahogarse en medio de una inundación de gente que no tiene nada que ver con la bizarra secta de los amantes del libro, sino con algo muy diferente.

Veamos..., por orden de aparición: señoras con carritos de bebés sobrecargados con bolsas de todo tipo que además se empecinan en colocarlos en perpendicular a las casetas (con lo que entorpecen aún más el fluir del verdadero visitante de la Feria), señores con carritos de bebés igualmente sobrecargados y cara de aburridos cuyas señoras están paradas en todo el medio hablando con otras señoras a las que ven todos los días en la compra o en la escalera de su casa pero que como se las encuentran en la Feria parece que llevan veintitrés años sin verse y tienen que contarse su vida, bebés que apenas saben dar dos pasos pero ya son suficientes para perderse en medio de la multitud y no te los llevas puestos porque su ángel de la guarda está haciendo horas extras, vendedoras de lotería de Cruz Roja intentando conmoverte porque ya que vas a comprar un libro por qué no compras también un boleto y haces una buena obra y etc., ¡un tío haciendo footing por el medio (que debe seguir ese circuito todo el año pero, caramba, ¿es que no puede cambiarlo por unos días con toda la gente que hay?)!, un montón de personas tomando cervezas o granizados (¡a 3 euros vendían el granizado! ¿serán bandidos? yo llevaba mi botella de agua ya de casa) sentados de forma que el paso de visitantes se estrecha de manera agobiante, dos tipos en bicicleta que se empeñan en cruzar el Paseo de Coches de arriba a abajo (como el del footing) en lugar de cruzarlo e irse por otro lado más despejado, un sudamericano vestido de Winnie The Poo (otros días es Spiderman o la Abeja Maya o cualquier otro personaje de moda) sudando literalmente la gota gorda mientras se hace fotos con los críos, una larguísima cola procedente de un camión enorme de Caja Madrid que debe estar lleno de dinero (no sé cómo a ninguna banda de delincuentes albanokosovares no se le ha ocurrido todavía robar el camión) porque su única función es servir de cajero automático para que el personal saque dinero de ahí, unos titiriteros que logran reunir a su alrededor otro corro de gente que entorpece aún más el movimiento de un lado a otro...

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargh! ¡Socorroooooooooooooooooooooo!


La sensación que me queda es la de ser Han Solo pilotando el Halcón Milenario en medio de la lluvia de meteoritos, maniobrando de manera alocada para no impactar ni ser impactado por ninguno de estos elementos alógenos que nada saben del libro ni nada les interesa, pero que están todos ahí porque les han dicho que hay que estar ahí, que la Feria es "lo más" y que si uno quiere pasar por culto y leído tiene que haber estado.

Eso sí, luego las estadísticas oficiales de la organización sacan pecho y esgrimen la cifra de "visitantes", precisamente esa cifra (que alguien debería decirme cómo se calcula, habida cuenta que no hay un solo torniquete entre los setos), para hablar del éxito: "Este año hemos contado con tropecientas mil personas más que el año pasado". Vale, y ¿cuántas de esas personas han ido realmente a la Feria, a ver y sobre todo a comprar? Encogimiento de hombros y gran enigma.

He de asumir la parte de culpa que me corresponde porque por regla general no se me ocurre ir un festivo y mucho menos un fin de semana pero pensé (erróneamente como es obvio) que esta tarde no habría mucha gente. Al fin y al cabo hoy es fiesta en Madrid y la oportunidad de un "puente" muy majo que en otros tiempos hubiera despoblado en parte la ciudad; pero se ve que esta vez lo de la crisis va en serio y el personal, en lugar de irse a sus apartamentos playeros o a sus "chaletes" en la sierra, se ha ido a pasear..., a la Feria.

La verdad es que también quise ir hoy porque tenía ganas de conocer a uno de mis autores favoritos: el vándalo de Chuck Palahniuk (pronúnciese Chak Polanik), que estaba firmando hoy. El de Oregón se hizo famoso en nuestro país (y a nivel mundial) por la adaptación cinematográfica de su primera y gran novela El Club de Lucha (David Fincher la llevó al cine con Edward Norton y Brad Pitt como protagonistas), aunque posee algunas otras novelas realmente buenas como Fantasmas o Asfixia, pero hay que advertir que no es un plato para estómagos delicados. De hecho, es el único autor que me ha hecho carcajearme mientras me relataba auténticas (y dramáticas) barbaridades con un sentido del humor muy peculiar y harto nihilista, pero plagado también de verdadera filosofía. Véase por ejemplo algunas de las frases de El Club de Lucha:

* Cuando la gente cree que te estás muriendo es cuando en realidad te escuchan, en lugar de estar esperando su turno para hablar.
* Lo que posees acabará poseyéndote.

*Si te despertaras a otra hora en otro lugar, ¿te despertarías siendo otra persona?
*Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir. Y hasta que no entiendas eso, serás un inútil.


Después de encontrarme a algunos autores habituales de la cita del Retiro como Julia Navarro o Ángeles de Irisarri mano sobre mano, o con un lector o dos apenas esperando para firmar, me las prometía muy felices y pensaba que quizá pudiera estar un rato largo hablando con el amigo Chuck, pero luego resulta que él tenía la cola más larga de gente esperando para firmar (doblaba a la de Antonio Gala, un superstar habitual de la Feria). Así que tuve que esperar más de 20 minutos para que estampara su dedicatoria en su último libro, que adquirí en aquel momento, y que se titula Snuff (el título ya promete). Es su último libro en España, porque en EE.UU. ya ha editado una nueva novela y está a punto de sacar otra: como de costumbre, vamos con retraso. Eso sí, cuando por fin le tuve ante mí, vi que era un tipo bastante simpático a pesar de que debía tener la muñeca derecha destrozada ya por todo lo firmado, que agradeció que alguien le hablara en inglés (la mayoría de la gente que estaba en la cola esperando para firmar eran gente joven pero ¡ninguno era capaz de hablar con él en su idioma! Creo que ni siquiera la asistenta que tenía a su lado y que le escribía en un papel el nombre de cada persona a la que iba a dedicar un libro, para que no se equivocara) y que, al comentarle mis facetas de periodista y también escritor, me puso esta simpática dedicatoria: ¡¡Deja de corromper a los lectores jóvenes!!. Engrosará mi amplia colección de autógrafos que cuenta con sólo dos ejemplares más pero... ¡Qué ejemplares! Los de Franco Battiato sobre su disco Nómadas (en el LP original) y Kenneth Branagh en una versión de Hamlet.

Eso sí, aproveché la Feria para ir a visitar a tiro hecho a un par de casetas y ver a algunos amigos como Alfredo Lara y Frank G. Rubio, quien por cierto me colocó un a priori muy interesante Protocolos para un apocalipsis (éste le va a encantar a Mac Namara...) y también a Alberto Santos y Carlos L. García Aranda, quienes publicarán próximamente en Imágica ediciones mi nueva novela: Islas en el Cielo, en una colección que ha comenzado con Rielar y los reinos del Mar de Guadalupe Oteo.

Tengo que volver pero más tranquilamente. Quizá a la una y media de la mañana o así, cuando no haya tanta gente en medio.

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