Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 26 de abril de 2010

El pintoresco origen de la primera campaña antitabaco

Todos los días podemos observar multitud de ejemplos de lo fácil que resulta manipular a las personas movilizándolas por cualquier causa para utilizarlas como arma arrojadiza en cualquiera de la larga nómina de conflictos generados artificialmente con objetivos que rara vez coinciden con lo declarado. Se trata de orientar a la opinión pública en el sentido deseado por ciertas fuerzas que no se muestran claramente y se disfrazan de movimientos "populares" que no tienen el más mínimo reparo en reinterpretar la Historia o cuestionar el ordenamiento legal recurriendo a la movilización emocional de las masas. Este domingo, por ejemplo, el diario El País nos mostraba un claro ejemplo en la crónica que un redactor realizaba de cierta manifestación relacionada con cierto juez superestrella hoy en trance de estrellarse (aunque sus correligionarios han desplegado una auténtica tela de araña para que el trapecista pueda rebotar en la red y volver cuanto antes al show). Copio textualmente:

"Más arriba, un tipo con chaleco lleva una fotografía de Ángeles Losada. Debajo pone: ¡Justicia! '¿Es usted familiar de esta mujer?' 'Qué va, me han dado la pancarta hace un rato. No sé ni quién es, pero me basta con saber que es una víctima del franquismo', dice (...) Es más, añade que proviene de una familia que comulgaba con el régimen franquista. 'Eso no cambia nada. Yo tengo mis ideas y quiero que se repare la memoria de todos los muertos y desaparecidos. Si se hace en Argentina o en Chile, ¿por qué no aquí?'"

La ingenuidad con la que se relata la manipulación es de tal calibre que golpea a los ojos como si fuera el puñetazo de un boxeador. En primer lugar el redactor del periódico nos habla de la pancarta de una tal Ángeles Losada de la que no sabemos absolutamente nada: ni quién es, ni por qué figura en esa pancarta, ni qué clase de justicia se está pidiendo para ella. Sí, podemos imaginar esos datos, de hecho es lo que la "información" nos fuerza a hacer, pero supone cuando menos una tremenda deshonestidad hacer algo semejante en un asunto como éste, que es bastante serio. Se supone que estamos ante una persona que realmente sufrió ante el régimen franquista y para quien sus familiares y amigos exigen reparación, así que deberíamos conocer esos datos como punto de partida, no darlos por sentados. Pero es que el manifestante, que en el curso de la información incluso relata su nombre y su edad (omitidos en este párrafo porque para nuestro análisis resulta superfluo), ¡tampoco lo sabe! ¡No tiene ni idea de quién es la mujer para la que rotundamente exige justicia! Es más, reconoce que "me han dado la pancarta" pero no dice quién lo ha hecho y que "me basta con saber que es una víctima del franquismo"..., aunque ¿cómo puede saberlo con certeza, más allá de lo que le haya dicho el "repartidor de pancartas" que ha participado en la organización de la manifestación? Da un poco la sensación, por lo que él mismo reconoce después, de que en el fondo él no se está manifestando por Ángeles Losada (si es que en verdad esta mujer existió y, si lo hizo, si es que fue realmente una víctima como se afirma) sino en muestra de rabia y rechazo hacia las ideas de su propia familia que, como él cuenta sin que nadie le haya preguntado al respecto, "comulgaba con el régimen franquista".

Así de fácil es movilizar a la gente en defensa de tal o cual idea o interpretación de las cosas. Luego, no es extraño que nos encontremos con esos líderes de opinión (de acuerdo con el término empleado en Periodismo y Política) que en forma de articulistas, escritores, historiadores, etc., nos ofrecen una y otra vez severas muestras de impotencia y confusión a la hora de ofrecer su interpretación de lo que ha ocurrido o de lo que está ocurriendo en el mundo. Son gentes acomplejadas y adoctrinadas de acuerdo con una serie de parámetros prefijados a través de las Universidades y otro tipo de instituciones más o menos "honorables" para hablar de los hechos del mundo de acuerdo con una visión preconcebida y sólo de acuerdo con esa visión. El resultado es que todo aquello que no encaje con la susodicha visión no puede existir o
es tan sólo fruto de la depravación moral o la perfidia natural e inexplicable de los personajes que protagonizan los hechos. Y si alguien que no está contaminado ni engrilletado por las mismas órdenes trata de mostrar la realidad desde otro punto de vista, de acuerdo con una visión diferente, se convierte automáticamente en blanco de sus burlas, su desprecio y hasta su persecución.

La Ciencia, por ejemplo, muestra multitud de ejemplos de gente con visiones distintas (y más próximas a la realidad) que en su é
poca fueron castigadas e incluso ejecutadas por atreverse a disentir en público. Por tomar uno de los mil ejemplos que ahora se me ocurren, ahí está Miguel Servet, "descubridor" entre otras cosas de la circulación de la sangre y..., quemado vivo por la Iglesia de la época. ¡No, no lo fue por la Inquisición católica sino por los protestantes calvinistas, mucho más brutales en sus conductas represoras aunque no suelan aparecer tanto en los libros históricos (qué fácil es que salte nuestro archivo de tópicos, ¿verdad?)! Quemado vivo..., sólo por tener una visión diferente del hombre y por tanto del mundo. ¿Cuántos sabios, cuántos investigadores, cuántas gentes de bien han sido quemadas vivas, torturadas, colgadas, descuartizadas, encarceladas, asesinadas, sólo por tener una visión diferente del mundo?

Uno de los efectos inconscientes más duraderos que ha tenido esta represión secular por parte de los poderosos es inyectar en la inmensa mayoría de los mortales un rechazo automático (sin saber muy bien por qué, sin plantearse siquiera la razón por la que lo hacen) e instintivo hacia todos aquéllos que tienen una opinión distinta y que pueden obligarles a pensar si se paran a plantearse lo que están sugiriendo. Se trata de uno de los refranes más terribles y esclavizantes que jamás produjo el acervo español, al cual gustan d
e atarse aquellas almas pequeñas y cobardes que sólo adquieren cierto grado de seguridad en sí mismas cuando se concentran en gran número junto a muchas otras como ellas: más vale malo conocido, que bueno por conocer.

Un ejemplo asombroso de todo esto lo tenemos en los cansinos argumentos empleados por los analistas de la mayor tragedia del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial. Una y otra vez, los autores de libros, artículos, películas, documentales, etc., sobre aquella dramática y terrible época emplean los mismos tópicos y típicos argumentos acerca de la maldad intrínseca del régimen nacionalsocialista (integrado exclusivamente por sádicos asesinos en potencia y obedientes y mortalmente eficaces funcionarios), la "banalización del mal" (si Hanna Arendt hubiera registrado la frase se hubiera hecho millonaria), la satanización de Adolf Hitler (un loco, un monstruo, un paranoico, un esquizoide, un homosexual, un criptojudío, etc., según el articulista de turno) y, por supuesto, la pregunta máxima y definitiva que se reitera hasta el infinito sin encontrar jamás respuesta: ¿cómo pudo el pueblo más culto de Europa, el pueblo de Goethe y Schiller, de Bach y Beethoven, dejarse seducir por este malvado conjunto de blablabla?

Parece mentira que a punto de cumplirse el 65 aniversario del final de esta sangría humana y material, todavía sigamos atados por el razonamiento maniqueo de los blancos y los negros, los buenos y los malos, nosotros y ellos (y lo que es peor: no hay visos en el horizonte de que la cosa vaya a cambiar a corto plazo), porque el problema de la falta de comprensión de lo que ocurrió en la primera mitad del siglo XX en Europa radica en que es del todo punto imposible entenderlo si no nos quitamos de encima la visión prefabricada del mundo que nos han colocado como anteojeras y según la cual los de un lado eran todos buenos y los de otro lado todos malos.


La realidad es que en ambos lados hubo buenos y malos.

Por citar sólo unos pocos ejemplos probablemente chocantes para la inmensa mayoría de los ciudadanos contemporáneos, resulta que mientras los Aliados reprochaban a los alemanes su trato hacia los judíos, los irlandeses eran ciudadanos de segunda clase en el Reino Unido y los negros norteamericanos vivían aún peor en los EE.UU. donde podían ser linchados sin grandes problemas, mientras que los franceses mantenían esclavizados a los africanos de sus colonias y los soviéticos mataban de hambre a ucranianos y otros pueblos bajo el control de la URSS (y esta situación duró aún bastante tiempo después de la guerra). O que mientras los británicos convertían en épica su resistencia en Londres a las bombas volantes alemanas (de efectos mucho más propagandísticos que bélicos, en realidad) la aviación aliada por orden expresa de Winston Churchill arrasaba (literalmente, en cuestión de horas) con bombardeos de saturación ciudades enteras alemanas, incluso aquéllas sin valor militar como Dresde, donde se hacinaban cientos de miles de mujeres y niños huyendo de la guerra. En cuanto a los campos de concentración, el pasado 19 de febrero en este mismo blog se publicó un interesante (creo) comentario acerca de los que establecieron los norteamericanos en la Europa de postguerra y que llenaron con soldados alemanes, mostrando algunas imágenes que hablan por sí solas.

La Historia nos depara muchas sorpresas. Por ejemplo, poca gente sabe que fueron los médicos del
Tercer Reich, como Franz H. Müller, Erich Schöniger y Eberhard Schairer, los primeros que demostraron de manera fehaciente la vinculación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, lo que llevó al régimen nazi a promocionar las primeras campañas públicas de un gobierno en contra del tabaquismo. Como bien relata Rosa Sala en su documentado Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo que incluye la reproducción del cartel adjunto correspondiente a 1941:

"Los resultados obtenidos por estos investigadores encajaban óptimamente en la concepción nazi de salud pública, centrada en las virtudes de la comunión con la Naturaleza, los beneficios del deporte y la medicina natural y el rechazo de estupefacientes o estimulantes como el alcohol (...) La consecuencia de todo ello fue que los nazis llevaron a cabo la campaña antitabaco más agresiva de la historia moderna. Los carteles de 'Prohibido fumar' que por entonces aún no formaban parte del paisaje cotidiano, proliferaron de inmediato en todos los edificios públicos, especialmente en las salas de espera, ya que se había intuido ya el riesgo del tabaquismo pasivo."

¿No va siendo hora, pues, de empezar a pensar por nosotros mismos y analizar el pasado sin orejeras? ¿O preferimos seguir dando vueltas a la misma rueda de molino, como borriquillos atados y bien atados, preguntánonos por qué el mundo es un pequeño camino circular que nunca termina?

1 comentario:

  1. Que los Aliados cometieran atrocidades no exime a los nazis de las suyas o las convierte en menos graves, del mismo modo que el descubrimiento de la relación entre tabaco y cáncer de pulmon, y la campaña de concienciación pública para prevenirlo, no minimiza ni un ápice el horror de las cámaras de gas. Ahora sí, el dato es cuanto menos curioso.

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