Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 4 de marzo de 2010

Peligro: Mesías reencarnando

Un veterano periodista israelí y judío, de origen argentino, me explicó sobre el terreno y con claridad meridiana el porqué de su pesimismo ante la posibilidad de que algún día pueda llegar a arreglarse la sempiterna disputa entre israelíes y palestinos. Después de dar buena cuenta de una serie de platos tradicionales, incluyendo un par de toneladas de delicioso humus casero, me llevó a la terraza de su casa y en la fría noche jerosolimitana me señaló la calle.

- ¿Ves la casa de enfrente? Pues eso es territorio ocupado a los palestinos.

Cuando alguien se acerca por primera vez a la espinosa cuestión de las siempre indefinidas fronteras de Israel, suele partir de la ingenua hipótesis de que bastaría con que los soldados israelíes abandonaran los territorios ganados en la última guerra de 1967 para que los palestinos se quedaran tranquilos y volvieran a instalarse en ellos, fundaran su Estado y tan amigos. Pero el problema, cuando uno lo estudia in situ es que eso, hoy en día, es imposible: ¿cómo trazar una frontera en medio de una calle, en medio de un parque público, en medio de una fábrica o un centro comercial? Me vienen a la memoria las imágenes del diabólico muro de Berlín felizmente caído hace no tantos años. A pesar de eso, Israel lo ha intentado y los resultados son más que dudosos. Ahí están las imágenes de los inmensos paneles de hormigón levantados durante los últimos dos o tres años, el nuevo “muro de la vergüenza” que separa y aísla a veces caprichosamente multitud de aldeas cuyos habitantes podían darse antes la mano casi de ventana a ventana y hoy se ven obligados a recorrer muchos kilómetros para encontrar un acceso al otro lado de la pared...

Lo peor de todo es que el fanatismo se encuentra a ambos lados del muro. En Occidente, estamos acostumbrados a ver reproducidas las soflamas antijudías de algunos líderes musulmanes como el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, que hace sólo unos días volvía a definir a la “entidad sionista”como “un grupo racista que no respeta los principios humanos” y es el “origen de todas las guerras, del terrorismo, del genocidio y de los crímenes de lesa humanidad” porque “busca la hegemonía en el mundo” y para ello no duda en “amenazar, propagar la violencia y tocar los tambores de guerra”. Pero también hay personajes muy característicos en el otro bando, como su actual ministro de Exteriores Avigdor Lieberman quien declaró sin rubor que era partidario de hacer en Gaza “como EE.UU. hizo con Japón en la Segunda Guerra Mundial”, es decir: lanzar la bomba nuclear y “no dejar piedra sobre piedra…, destruir todo”. ¡Todo un diplomático! O como el diputado Carmel Shama del actual partido gobernante, el Likud, que hace unos días aseguró que el asesinato del líder de Hamas Mahmud Al Mabhuh en una operación del Mossad en Dubai fue no sólo “un buen trabajo” del actual jefe de los servicios secretos israelíes Meir Dagan sino un "mandamiento divino" comparable al ritual judío de la mitzvá.

A propósito de este asunto, en los últimos años ha cobrado mucha fuerza un inquietante movimiento mesiánico en Israel que está convencido de que vivimos los años previos al Fin del Mundo (qué pesadez de apocalípticos: están por todas partes) y que su Mesías está próximo a aparecer, por lo que hay que hacer todo lo posible para allanarle el camino. Muchos judíos creyentes creen que el momento se acerca, entre otras cosas porque ya se ha cumplido una de las viejas profecías, la del profeta Amós, según el cual el Gran Momento se haría realidad cuando el pueblo de Israel finalizara su diáspora y volviera a constituirse en Estado, lo que ocurrió en 1948. Aunque obvian un pequeño detalle: Amós dijo que sería su propio dios quien llevaría a su pueblo a "la tierra que les di", cuando quien en realidad reinstaló a los judíos en la zona fue el movimiento sionista fundado por Theodor Herzl. Es por este motivo por el que paradójicamente uno de los grupos que más combaten la existencia del Estado de Israel son los propios judíos ultraortodoxos, que no reconocen la autoridad política actual, ya que el país no fue directamente refundado por su dios.

Pero es igual, los apocalípticos están convencidos de que hay que colocar la alfombra roja para recibir al Mesías Judío Superstar y para ello, por ejemplo, tienen prácticamente lista la reapertura para el próximo 15 de marzo de la mítica sinagoga de la ciudad vieja de Jerusalén conocida como Hurva, que significa Ruina porque fue destruida en dos ocasiones anteriores, en 1720 y en 1948. Según Nisim Arazi, el director general de la Compañía para la Reconstrucción del Barrio Judío de la Ciudad Vieja (menudo cargo), varios importantes rabinos (cuyo opinión y ascendiente espiritual sobre los judíos es, literalmente, la ley de Dios, aún de mayor peso que el que tienen los imanes sobre los musulmanes y no digo ya nada al de los sacerdotes sobre los cristianos) predijeron en su momento que cuando esta sinagoga fuera reconstruida comenzaría oficialmente el período del Tercer Templo, o sea, el del Mesías. El Tercer Templo se refiere al de Salomón, naturalmente, cuya reconstrucción es uno de los grandes anhelos locales, después de ser destruido también en dos ocasiones: por los asirios en el 586 antes de Cristo y por los romanos en el 70 después de Cristo. Por cierto, que la sinagoga se levanta justo en el lugar en el que según la tradición rezó durante su visita a Jerusalén el médico y teólogo judío cordobés Rabi Moshé Ben Maimón, muy conocido por los israelíes como Rambam y por los españoles como Maimónides.

La sinagoga Hurva ha sido reconstruida siguiendo los modelos originales, no ya arquitectónicos sino decorativos hasta en sus más mínimos detalles. Por ejemplo, los cuatro grandes rosetones en sendas esquinas de su cúpula semicircular de 24 metros de altura representando los santuarios del judaísmo fuera de Jerusalén: la Tumba de los Patriarcas en Hebrón, la Tumba de Raquel en Belén, la localidad de Yavne y la ciudad de Tiberíades. Hasta la fecha de reinauguración tiene su sentido porque lo que para nosotros es el 15 de marzo, para el calendario judío es el día 1 del mes de Nisán, el mismo día en el que según el Éxodo Moisés levantó la Tienda de Reunión en la que se guardaba el Arca Sagrada con las Tablas de la Ley (ésa que descubriría Indiana Jones tantos años después aunque ya no hubiera Tablas en su interior..., por cierto ¿alguien se ha fijado en que el sombrero que emplea el famoso héroe de Spielberg es exactamente uno de los modelos que utilizan los haredim o judíos ultraortodoxos, aunque en tono marrón en lugar de negro?).

En la misma línea que los re-constructores de esta sinagoga, otro grupo de judíos mesiánicos trabajan en el llamado Instituto del Templo confeccionando los instrumentos necesarios para la actividad de los cohanim (plural de cohen, como Leonard) o sacerdotes que oficiarán en el Tercer Templo cuando éste sea finalmente levantado de nuevo. Eso incluye todo tipo de vasijas, cadenas, adornos y hasta los vestidos que tendrán que emplear, igual que lo hicieron sus predecesores hace miles de años.

¿Cuál es el problema de todo esto? Pues que según la tradición el Templo de Jerusalén original se alzaba en el lugar donde desde hace catorce siglos se levanta algo muy diferente: nada menos que Al Haram ash Sharif o el Noble Santuario de los musulmanes con la mezquita de Al Aqsa, la tercera más importante del Islam después de las de La Meca y la de Medina. Es decir, que la reconstrucción del templo judío significaría la demolición previa del templo musulmán. Imaginemos la que se podría liar en la zona si a alguien se le ocurriera destruir la mezquita de Al Aqsa para "limpiar" la zona y proceder a levantar el Tercer Templo...

Por supuesto, eso no supone obstáculo alguno para los mesiánicos que dicen que "cuando llegue el momento" su dios les mostrará el camino y "facilitará todo el proceso"... Cuando leo estas cosas me imagino al Mesías Judío y al Mesías Musulmán sentados frente a frente en la zona, vitoreados por sus respectivos seguidores, y echando un pulso a ver quién es el más machote y se queda con el codiciado solar.

Así que ahí tenemos un auténtico montón de explosivos esperando (y temiendo) que a alguien se le ocurra "echar una mano" al Mesías de turno y prender la mecha...


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