Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 12 de marzo de 2010

Hávamál

Todos los estudiosos entre los mortales que se han tomado la molestia de examinar en serio, con tranquilidad y profundidad, los libros sagrados y las tradiciones de las distintas culturas y religiones que en el mundo han sido llegan a la misma conclusión del origen único de la Humanidad. Sólo así es posible explicar los impresionantes paralelismos de tantas creencias diferentes ubicadas en puntos espaciotemporales tan alejados unos de otros y por tanto cuasi imposibles desde el punto de vista estadístico.

El recuerdo ancestral de mis últimas cuarenta o cincuenta reencarnaciones (se trabaja en una de las asignaturas de Primero en la Universidad de Dios) me confirmó esto hace mucho tiempo y mis propias investigaciones mortales en mi cuerpo actual me lo han re-confirmado en los últimos años: hubo un solo origen, desde donde un pequeño grupo de seres humanos superiores y espirit
uales se extendieron por el resto del planeta en pequeñas partidas que fueron colonizando diversos territorios habitados por razas homínidas, animales parecidos físicamente pero animales al fin y al cabo, que sólo alcanzaron la humanidad verdadera gracias a la guía y la mezcolanza racial, física, con esos seres humanos superiores. Éstos no sólo les enseñaron el uso del fuego, la utilidad de la escritura, la crianza de animales o los demás rudimentos de la civilización; no sólo pasaron a asumir la dirección de sus tribus, a encarnar a sus reyes, sus sacerdotes y sus héroes, sino que les entregaron al engendrar hijos híbridos algo mucho más importante: la posibilidad de dejar de ser homínidos y crecer internamente como seres individuales, más allá del rebaño animal que les constreñía, la oportunidad de iniciar el camino que, también a ellos, les convertiría en inmortales. Por lo que fuera, aquellos primeros seres humanos superiores y espirituales desaparecieron, o se ocultaron, o terminaron su misión, o quizás incluso los matamos a todos..., y devinieron dioses en nuestro recuerdo.

Y aquí estamos ahora, nosotros los hijos de los dioses y de los animales, intentando seguir el camino de aquéllos, nuestros padres venerables. Es por este origen dual por lo que permanecemos atados a la tierra, cubiertos de barro y basura, pero al
mismo tiempo sentimos la necesidad de cruzar todos los oceános, de escalar todas las montañas, de descubrir y conquistar lo que hay más allá del horizonte, nuestros ojos mirando eternamente hacia las estrellas...
Los vikingos, que como parte de los viejos pueblos germanos, eran mucho más civilizados, bravos y generosos de lo que suelen pintárnoslos sus enemigos (ha sucedido históricamente con ellos lo que con los "civilizados" romanos y su descripción de los "salvajes" celtas...; sería interesante leer las propias crónicas vikingas con su versión acerca de su "gusto por la actividad pirata" pero lamentablemente no nos ha llegado gran cosa más allá de algunas inscripciones ceremoniales de su maravillosa escritura rúnica), sintetizaron la mayor parte de la enseñanza que guardaban de los dioses en una colección hermosísima de leyendas y mitos que reposan en el subconsciente de la verdadera Europa, muy abajo, muy profundo, pero muy vivos aún para quien sabe leer en sus metáforas.

También nos quedan algunos (escasísimos) textos como el
Hávamál que, literalmente, significa Las Palabras del Altísimo y éste no es otro que el Gran Dios Gris, Wotan..., más conocido por los neófitos como Odín. Wotan es un dios ávido de conocer y comprender el mundo en el que actúa, capaz de entregar uno de sus propios ojos (por eso uno de sus sobrenombres es El Tuerto, igual que el egipcio Horus al que en tantas otras cosas se parece) a cambio de acceder al conocimiento de las cosas. Es también el Cristo del Norte, el que se crucificó a sí mismo en el Árbol Cósmico Yggdrassil, colgado boca abajo durante nueve días con sus noches sobre los espantosos Abismos de la Eternidad, para obtener la sabiduría, que luego graciosamente derramaría sobre los mortales. En uno de los monumentos que más me ha conmovido de cuantos he visto en mis viajes por el mundo durante esta reencarnación, el hoy semidemolido y mutilado (por los monjes fundamentalistas judeocristianos) del Externsteine o Sternsteine (la Estrella de Piedra, su nombre lo dice todo...) en Alemania se puede ver todavía los restos de una antigua representación de esta crucifixión ritual.

Hávamál pertenece al corpus literario de los Edda (qué similar el nombre de los viejos textos vikingos al de los Veda o viejos textos hindúes) y recoge una colección de proverbios en verso en los que Wotan aconseja a los mortales sobre cómo comportarse en la vida correctamente para poder vivir de manera digna y próspera. Están escritos en la ljódaháttur o antigua métrica poética, cuyas estrofas se articulan originalmente en seis líneas o bien dos unidades de tres líneas cada una (como los ideogramas del mítico libro chino del I'Ching) en las que las dos primeras líneas están ligadas mediante aliteración (la repetición de un mismo sonido, vocal o consonante, en una misma frase para producir cierta musicalidad: no estamos ante un mero recurso literario sino también mágico) y la última contiene una aliteración distinta. Al traducirlo a nuestro idioma, el efecto inevitablemente se pierde.

Hávamál habla de prudencia:

¡Atención! Cuando atravieses la puerta ajena mira a tu diestra y luego a tu siniestra. ¡Nadie sabe cuántos enemigos se sientan a la mesa contigo!

Habla de hospitalidad:

¡Sed regios anfitriones! Al recibir al recién llegado, ¿dónde le acomodaréis? Molesto e incómodo estará con razón aquél a quien no atendáis.

Habla de autoconfianza:

Afortunado es el hombre que vive confiado en su propia fortaleza. Aquél otro que se guía por los consejos o las opiniones de los demás a menudo termina mal parado.

Habla de modestia:

El hombre sensato no se las da de sabio, sino que se conduce con tacto y humildad, es callado y prudente, evita problemas. Su aliado más fiel nunca le fallará: la cordura que le acompaña.

Habla de valor:

El idiota está convencido de que seguirá siempre vivo si rehúye el combate. Pero la vejez es un enemigo terrible y no tendrá piedad de él, aunque haya logrado salvarse de la lanza.

Habla de independencia:

Aprecia tu hogar por pequeño que sea. En él eres tú el amo y el señor. Aunque sólo tengas un techo de paja y dos cabras, eso es suficiente para no pedir limosna.

Habla de mesura:

Bebe lo justo y pasa la jarra a otro. Habla o calla cuando sea necesario. No se considera una ofensa ni un error despedirse pronto para ir a dormir.

Habla de trabajo:

Conviene madrugar a aquel que desea luchar y conquistar lo que el mundo le ofrece. El lobo que permanece acostado no llena su estómago. Nadie triunfa descansando.

Habla de la lucha contra la adversidad:

Incluso el cojo cabalga, incluso el manco puede ser pastor, incluso el sordo puede ser el más valiente en la batalla. Si quedas ciego, no estás destruido. Sólo los muertos se han malogrado definitivamente.

Habla de éstas y de muchas otras cosas. Lo recitábamos a menudo en las noches frías y estrelladas, cuando nuestro drakkar navegaba por océano abierto y Erik cantaba poemas y canciones de las viejas sagas mientras le escuchábamos melancólicos arrebujados en nuestras pieles y mantas. Después, nos dormíamos arrullados por las olas y soñábamos con el día en el que las Walkyrias vendrían a buscarnos con una sonrisa en los labios para llevarnos con ellas al Valhalla y reencontrarnos con nuestro padre el Gran Dios Gris.

1 comentario:

  1. Sustituyamos en el segundo párrafo "un pequeño grupo de seres humanos superiores y espirituales" por "una civilización o civilizaciones procedentes de las estrellas" y tendremos uno de los orígenes plausibles o momentos cumbre en la historia del género humano.

    Interesantes y buenos aforismos, llenos de esa sabiduría sencilla y universal presente en todas partes.

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