Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 1 de marzo de 2010

Déjame dormir, mamá...

Hoy me voy a limitar a copiar textualmente, verso a verso, un poema de Fray Junípero Serra, que es este señor que aparece aquí a la izquierda y que vino al mundo en Mallorca a principios del siglo XVIII con el autonómico nombre de Miquel Josep Serra i Ferrer (en su época le conocían como Miguel José, pero es que los muy descastados no tenían sensibilidad alguna con la cosa autonómica, ¡qué gente tan atrasada...!). A pesar de su aire de abstraído y el aspecto de estar enfadado con el mundo entero, el hombre fue todo un intelectual (doctor en Filosofía y por supuesto en Teología) y además un colono aventurero que se dedicó a fundar diversas misiones en lugares como Los Ángeles, San Francisco, Sacramento y San Diego. Casi nada...

Bueno, pues a este fraile franciscano se le atribuyen los siguientes ripios, escritos hacia 1750 y que no tienen desperdicio (parece que los hubiera escrito algún articulista satírico esta misma mañana).

Se titulan Déjame dormir, mamá y dicen tal que así:


Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta
..
.
Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
que no hace falta ninguna.

Hijo mío, por favor,
que traigo el café con leche.
Mamá, deja que en las sábanas
un rato más aproveche.

Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
que no me va pasar nada.

Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.

Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso
y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,
que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.
Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés que produce el Parlamento!


¡Ya lo decía mi sabio tutor en la Universidad de Dios: No hay nada nuevo bajo el Sol!

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