Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La Bildung

Lo más interesante de recordar las vidas anteriores es comprobar lo bien que funcionan, que siempre han funcionado, las Leyes de la Naturaleza con independencia del tiempo, el lugar, los personajes y cualesquiera otras características prescindibles de cada momento. Y cómo la sabiduría (la de verdad, no la que como tal nos venden los científicos, los religiosos o los políticos de cada siglo) es siempre la misma, en todas las épocas. La asignatura de Reencarnación e Inmortalidad es una de mis favoritas y de hecho fue uno de los motivos por los que me decidí a cursar la carrera de Dios. Conozco casi todas mis vidas pretétitas y sé que nunca fui un tipo importante, de los que aparecen en los libros de Historia. Nunca fui Napoleón, ni Julio César, ni Cristóbal Colón..., ni falta que me hizo, en realidad. Pero sí conocí a algunas personas muy brillantes, algunas de las cuales figuran hoy en esos libros y otras no.

En estos tiempos actuales (que dentro de poco serán también pasados) en los que tanto se discute sobre el desastre de la Educación con los deplorables planes de estudios contemporáneos, las erráticas políticas de Bolonia, la estúpida insistencia en intentar sustituir la mente humana por la de un ordenador..., no puedo menos que recordar a ese gran, espléndido y erudito maestro que fue Johann Wolfgang Von Goethe, el sabio con cara de pájaro asustadizo. Fue Goethe quien introdujo de manera decisiva en Alemania la Teoría de la Bildung: una concepción pedagógica que yo conocí cuando fui contemporáneo suyo pero que luego olvidé con el paso de los siglos y de las vidas. De regreso a este mundo, hace muy pocos años descubrí o, en realidad, recordé (puesto que, como decía otro de mis maestros, el supremo Arístokles Platón, aprender es recordar) la formulación de este método educativo que me alcanzó perforando el inconsciente desde dentro como una estalactita mental, gota a gota, hasta los niveles más evidentes de mi capacidad de percepción. Resumiendo el asunto, la Teoría de la Bildung explica que la formación del ser humano no se reduce a un ámbito meramente material sino que es un hecho unitario, total, que abarca a todos los aspectos de su existencia y que está constituido con la experiencia que da la vida y la práctica sobre los hechos de la vida. La Bildung implica que la educación, la formación del hombre nunca finaliza..., a no ser con la muerte. Pero ni siquiera ahí, puesto que el espíritu es inmortal y por tanto inmortal es su proceso de aprendizaje a lo largo de las vidas sucesivas. La Bildung no se le ocurrió a Goethe de un día para otro. Él también era (y es, hoy día..., incluso puede que en su identidad actual me haya cruzado con él sin saberlo en los pasillos de la Universidad de Dios) un viajero a través de los milenios y sin duda conocía, más por experiencias pasadas que por sus visitas a las viejas bibliotecas otros conceptos relacionados con sabios más antiguos. Sí, como la Paideia del amigo Isócrates (no en vano seguidor de Sócrates y también de Arístokles Platón), una educación muy diferente del vulgar utilitarismo de los que practicaban la Techné o técnica pura y dura, pues el fin de la Paideia era aproximar al hombre al ideal de Hombre. En ese sentido, no bastaba con aprender Matemáticas o Poesía o cualquier otra materia corriente..., sino que era preciso desarrollarse integralmente y mostrarse de forma a la vez sencilla y elegante, ejerciendo una buena conducta fiel reflejo del mandato de los dioses y dominando el lenguaje en lugar de ser dominado por él. Por supuesto que Goehte también conocía la vinculación de la Aüfklarung o Ilustración alemana con el Humanismo renacentista que tantas cosas de los antiguos recuperó después de esa Edad Media a la que (sin ser tan pavorosa como suelen pintárnosla los mequetrefes culturales encargados de adoctrinarnos) nuestra civilización fue reducida por los mercenarios de la religión, los traidores que enarbolando ciertas enseñas servían (aún lo hacen) a otras muy distintas. Falsas banderas. Con éstos y otros mimbres que no se pueden mencionar aquí (oh, no he contado las esotéricas compañías en las que conocí a Goethe y en las que tantas veces le traté, pero es que juré no hacerlo) nuestro hombre recordó la idea de la formación humana, de la Educación con mayúsculas, no como un simple método de aprendizaje ni un vulgar camino para obtener un infantil diploma que colgar en una pared cualquiera sino como una auténtica creación artística: la mayor concebible y ejecutable por un ser humano. Por eso no puede tener final. La pedagogía corriente, la que hoy seguimos utilizando en los colegios, universidades, academias de formación..., está destinada a crear profesionales. La Bildung aspira a crear (a re-crear constantemente) seres humanos. Todo esto implica no sólo un mayor esfuerzo que la educación común, sino un esfuerzo de autoformación. No basta con enfrentarse a las materias de aprendizaje, sino que hay que examinar cómo esas materias inciden y sirven a cada uno de nosotros, en particular. La Bildung se convierte, entonces, en la norma educativa que el hombre independiente, libre y autoconsciente se da a sí mismo. Es su propio marchamo de calidad. Su garantía a sí mismo de que está educándose de la mejor manera que le es posible. Él es su maestro, a la vez que el alumno y la misma materia a estudiar. Y todo cobra así sentido.

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